Ximo Puig, aunque con estrecho margen, continuará al frente de la Generalitat, eso sí, si consigue reeditar el Pacto del Botànic e incluye en el Consell tanto a Unidas Podemos como a Compromís. Los socialistas se han impuesto con 27 asientos en el parlamento autonómico (cuatro más respecto a 2015), seguidos de los 19 que han logrado reunir los populares, relegados a segunda fuerza política.
Por su parte, Ciudadanos permanece en tercera posición en la región reuniendo 18 escaños, uno más de los obtenidos por Compromís. Vox irrumpe con una fuerza de 10 escaños, mientras que Unides Podem, en coalición ahora con Esquerra Unida, queda relegado a la sexta posición con sus ocho asientos.
Los resultados garantizarían la segunda legislatura para el bloque de izquierdas en caso de reeditarse el Botànic, que sumaría 52 escaños frente a los 47 con los que se queda la derecha, a las puertas de la mayoría. 3,6 millones de ciudadanos estaban llamados a las urnas para elegir a los 99 diputados de Les Corts.
En Alicante, Castellón y Valencia los socialistas han sido la fuerza más votada, si bien al PSPV se le estima necesario convencer a las fuerzas de izquierda para mantener su asiento en la Generalitat y reiterar el pacto con el que acabaron con la hegemonía de dos décadas de gobiernos populares en la Comunidad Valenciana. Y todo apunta que así será. Nada más conocerse los resultados, Ximo Puig aseguraba entre gritos de "¡Ximo, president!" que "habrá un Gobierno progresista en la Comunidad Valenciana, y vamos a trabajar juntos para que sea posible el cambio".
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Uno de los titulares más destacados de las autonómicas, como ha venido ocurriendo en el panorama nacional, es el batacazo electoral del PPCV, que pierde nada menos que 11 escaños -en 2015 fue la fuerza más votada sumando 31 diputados-. El desangre de las fuerzas populares iría en beneficio de Vox, quienes irrumpen por primera vez en Las Cortes con 10 escaños; y Ciudadanos, que ganaría cinco respecto a las autonómicas de 2015.
Pese a la pérdida de apoyo, los populares continúan manteniendo la hegemonía del centro-derecha, pero no logra convencer lo suficiente como para dar un 'giro a la andaluza', algo que ya se planteaban Isabel Bonig y Toni Cantó.
Tanto PP como Ciudadanos no escondieron su predisposición a gobernar en alianza en la Comunidad, aunque con unas líneas rojas que marcaron, a priori, a un actor necesario: Vox. En caso de haber llegado a sumar, la formación hubiese sido la llave de Gobierno para el bloque conservador.
La ultraderecha se consolida en la región y, pese a desinflarse a nivel nacional respecto a lo augurado por los sondeos, hace efectivo el sorpasso a Podemos, quien solo araña ocho diputados frente a los 13 que consiguió en las autonómicas de 2015. Ese año, la formación de Santiago Abascal se quedó sin representación, ocupando la décima posición con 10.336 votos (0,42% del total).
Ximo Puig arriesgó con el adelanto electoral, una decisión que de entrada contó con el rechazo de Compromís, su socio de Gobierno. Y es que los comicios autonómicos tenía para el PSPV un objetivo muy claro: recuperar los votantes huidos a Podemos y aprovechar el tirón de participación de las generales como estrategia para afianzar un Gobierno en solitario. Pero lo socialistas, de querer mantenerse, deberán recurrir nuevamente a pactos.
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