"Barcelona no puede caer en manos del independentismo, esto no es solo una batalla de ciudad, es una batalla de España y de toda Europa". Con esta frase aterrizaba el pasado verano Manuel Valls en la política española y, menos de un año después, este mismo mantra puede ser el que le lleve a firmar la ruptura definitiva con su partido adoptivo, pese a los intentos de reiterar que no hay "fisuras" entre él y Ciudadanos.
El ex primer ministro francés durante el gobierno de François Hollande llegó a España con una tarea clara: plantar batalla al procès y a las fuerzas populistas y nacionalistas. Y encontró en Ciudadanos la mejor baza para hacerlo. Manuel Valls, de padre catalán y madre italiana, abandonó la militancia socialista en Francia para unirse a las filas del proyecto liberal y centrista de En Marche! de Emmanuel Macron. Pero quería dar el salto a la política española y volver a su Barcelona natal para continuar con la línea combativa del desafío independentista que ya seguía desde su estadía en París.
Su acercamiento a Rivera "fue muy natural", señalaron a este diario fuentes del partido. Las primeras apariciones de Valls se produjeron en el marco de las grandes manifestaciones por el constitucionalismo y en las convocadas por Sociedad Civil Catalana en la ciudad condal. Precisamente en la de abril de 2017 comenzaron a fraguarse los contactos entre ambos para más adelante, teniendo como telón de fondo la campaña de las elecciones autonómicas del 21-D, convocadas en el marco de la aplicación del artículo 155, empezar a fraguar una sintonía que les llevaría a ser socios.
Manuel Valls compartía con Albert Rivera muchos intereses. En él veía al homólogo español de Emmanuel Macron en España, un líder liberal y crítico de populismos y nacionalismos con el que podía dar el salto a la política española sin abandonar su sello propio. Rivera, por su parte, veía en el ex primer ministro galo el empujón que necesitaba Ciudadanos para erigirse como partido europeísta y entrar por la puerta grande en el panorama comunitario. Y en septiembre de 2018 se confirmaba el secreto a voces que había rodeado a la formación durante meses: Manuel Valls era elegido como candidato a las elecciones municipales del Ayuntamiento de Barcelona a través de una "plataforma ciudadana" secundada por Albert Rivera para conseguir relevar a Ada Colau al frente del consistorio.
Menos de un año después del flamante anuncio, poco o nada queda de la buena sintonía de entonces. La mayor grieta en las relaciones la certificó ayer Manuel Valls, quien anunció su apoyo a Ada Colau "sin condiciones ni ultimátums" como medida in extremis para evitar que la alcaldía de Barcelona cayese en la candidatura independentista de Ernest Maragall.
"No estábamos enterados", reconocen fuentes del partido. La decisión llegó por sorpresa a Madrid previa reunión con la todavía líder de la formación en Cataluña, Inés Arrimadas. Y Ciudadanos no tardó en tratar de enmendarlo publicando un duro comunicado en el que desmentían a Valls y aseguraban que no darían sus apoyos a Colau, a la que tachan de "populista". "Si hubiera que impedir que haya un alcalde independentista o populista, los concejales de Ciudadanos negociarían con un candidato que no sea ni independentista ni populista". O lo que es lo mismo. Collboni, negociando "con condiciones", sí. Barcelona en Comú, con condiciones o sin ellas, no.
Valls apunta y dispara: por un lado activa las posibles reticencias de Colau con los independentistas -sería reelegida alcaldesa contando con los votos del PSC y de Valls- y, por otro, precipita a Albert Rivera, cerrado aún a hacer manifestaciones sobre la política de pactos que seguirá su partido, a tomar una decisión inmediata en Barcelona.
Desde Ciudadanos ya avisan: de no dar marcha atrás, "el partido tendrá que tomar decisiones" y "por supuesto habrá reacciones". La ruptura entre el candidato catalán y Albert Rivera pende ahora de un hilo, más aún después de que Valls reiterase este jueves en Onda Cero su apoyo a Ada Colau: "Ahora es ella la que debe decidir el futuro de Barcelona", y "no estoy para entrar en condiciones, lo único que puedo ofrecer es que Barcelona no tenga un alcalde independentista". El candidato francés hace caso omiso a las advertencias de la dirección nacional y asegura que seguirá adelante con su propuesta porque "no salen las cuentas para hacer alcalde a Collboni".
Ahora le toca a Albert Rivera mover ficha con el ex primer ministro galo. La pérdida de apoyo supondría en el peor de los casos que la plataforma de Barcelona pel Canvi se quede con tres concejales -la otra mitad pertenecen al grupo naranja en el Ayuntamiento- que, sumados a los 8 del PSC y a los 10 de los comunes, auparían a Ada Colau a la alcaldía con mayoría absoluta, aunque Valls asegura que no hay "fisuras" en su equipo: sobre Colau "decidimos los seis, no tres. Somos seis concejales. Lo decidimos juntos y estamos de acuerdo".
Vox enciende la mecha
Para Valls, Vox siempre fue extrema derecha. Y Vox fue -y es- el gran detonante de sus relaciones con Rivera. El primer tirón de orejas llegó con el controvertido pacto de coalición en Andalucía que salió adelante con los votos de la formación de Santiago Abascal. Entonces, apeló a que Ciudadanos debía "recuperar la centralidad política", rechazando la decisión que había tomado su partido: "prefiero no ser alcalde a pactar con Vox. No aceptaré su voto", señalaba entonces.
La nula sintonía de Valls con los de Abascal coincide con el sentir de parte de las bases, especialmente aquellas con las vistas puestas en Europa. Como recogía este diario, fuentes internas apelan a la "responsabilidad" de Ciudadanos, que concurrió junto a la candidatura aupada por el presidente francés en Europa, los liberales del ALDE, para no abrirse a acuerdos con "los populistas" en España, "que es precisamente lo que Macron pretende combatir".
Y, situado en esa corriente, Valls ya ha dado un ultimátum a Rivera: romperá de manera "total y definitiva" sus relaciones con el partido si están dispuestos a llegar a "cualquier acuerdo" con Vox, pieza clave en negociaciones tan importantes como la del Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid.
Larga lista de desencuentros
El primer ministro francés, que abogaba por un pacto con el PSC en Barcelona tras las municipales, comenzó a desmarcarse de la gestión de Ciudadanos desde el mismo momento en que Rivera decidió levantar el cordón sanitario a Pedro Sánchez y de marcar líneas rojas a nivel territorial que dibujaban un escenario "muy complicado" de acuerdos con los socialistas, lo que truncaba sus aspiraciones en el consistorio de su ciudad.
La siguiente desaveniencia llegó con el "gran pacto constitucionalista" que Valls pidió por escrito a Sánchez, Rivera y Casado, en el que abogaba por garantizar la gobernabilidad "sin condicionamientos de formaciones políticas ajenas al orden constitucional", en clara referencia a Vox, y les pidió actuar como "hombres de Estado". Rivera hizo caso omiso y Valls evitó desde entonces aparecer en campaña por Ciudadanos, asistiendo únicamente como oyente a un acto que convocó Rivera en Barcelona a tres días de los comicios.
De hecho, no han compartido foto juntos durante la campaña de las municipales, en la que Valls solo ha estado acompañado en algunos actos por la aún líder de la formación en Cataluña, Inés Arrimadas, en la que confiaba para recuperar el voto que dio la victoria a Ciudadanos en Barcelona en las autonómicas de 2017. De poco o nada le ha servido, pues Valls se queda como cuarta fuerza política y seis escaños -solo uno más que los obtenidos por Carina Mejías en 2015-, que se pueden quedar en tres de rubricar la ruptura.
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