"Estoy donde quiero estar y de la mejor manera posible: con el apoyo de mis compañeros y del presidente del Gobierno". Satisfecha por recuperar el foco mediático, Susana Díaz presumía este jueves de una nueva alianza con el secretario general de su partido, Pedro Sánchez, que teóricamente debía poner fin a una guerra entre ambos iniciada hace cinco años, cuando el líder socialista se zafó del tutelaje de la baronesa andaluza, que pretendía dirigir sus pasos como contraprestación a su apoyo en las primarias socialistas de 2014 frente a Eduardo Madina.
Esa guerra destrozó al PSOE y desterró de la política a Sánchez, que acabó resucitando como secretario general para luego convertirse en presidente del Gobierno mientras Díaz perdía el Gobierno andaluz. La larga historia de zancadillas y puñaladas políticas entre ambos ha dado paso a una tregua tras la visita de la lideresa andaluza a la Moncloa el pasado lunes. Según su equipo, el encuentro terminó en un pacto: "Ella le ha dicho que no quiere irse a Madrid porque se ve capaz de recuperar la Junta de Andalucía y él le ha prometido que la va a ayudar", aseguran en su entorno. La indisimulada satisfacción de Susana Díaz corrobora esa versión.
"El presidente del Gobierno me ha transmitido lealtad, compromiso y trabajo conjunto para volver cuanto antes al Gobierno de Andalucía", aseguraba ufana este jueves en el Parlamento andaluz. "¿Le parece poco que me ofrezca el presidente del Gobierno la ayuda, la colaboración y la lealtad mutua por el bien de nuestro país, por el bien de Andalucía para que, desde el progreso, cuanto antes volvamos al Gobierno de esta tierra?", preguntaba a los periodistas que le inquirían sobre una oferta para irse a Madrid. "Yo estoy profundamente agradecida a Pedro. Me siento contenta y creo que es una buena noticia para Andalucía y para el conjunto de España y en esa línea vamos a trabajar", explicó.
Díaz desmentía así ante las cámaras la noticia que ella misma había difundido entre los socialistas andaluces sobre una oferta de Pedro Sánchez para convertirse en presidenta del Senado. Lo cierto es que ella misma llevaba tiempo demandando una conversación tranquila con el líder de su partido, que la invitó el lunes a Moncloa. Allí le expuso su deseo de seguir al frente del PSOE-A arrancando al presidente del Gobierno una tregua que persigue mostrar seguridad en su momento de mayor debilidad orgánica.
Susana Díaz había mantenido el pulso a Sánchez hasta el mismísimo día de las elecciones generales, el pasado 18 de abril, a la espera de que pudiera perder el Gobierno. Durante la elaboración de las listas de las candidaturas andaluzas, la baronesa volvió a desafiar a Ferraz incumpliendo su petición de incluir a la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, por Sevilla, y presentado a dirigentes que habían combatido el sanchismo desde el propio Parlamento como Antonio Pradas.
Esos ataques no quedaron sin respuesta y Ferraz enmendó las listas electorales haciéndolas a su medida. "Tomo nota", advirtió entonces la dirigente trianera, que confiaba en una pérdida de apoyos electorales de barones como Emiliano García-Page, Guillermo Fernández Vara o Javier Lambán que que no se ha producido. Susana Díaz pensaba que si a ellos no les iban bien las elecciones, ella quedaría blindada: Ferraz no tendría argumentos para actuar contra ella en el PSOE-A y no hacerlo contra otros barones en situación similar. Pero esa previsión tampoco se ha cumplido.
Además, en las elecciones generales del mes de abril, Pedro Sánchez mejoró notablemente los resultados obtenidos por Díaz tres meses antes. Obtuvo el 34% de votos frente al 28% logrado en las autonómicas de diciembre, medio millón más de votos, logró 24 de los 61 escaños en disputa y todos los senadores que presentaba por la comunidad.
Tras esa victoria de Pedro Sánchez, el susanismo empezó a flaquear en Andalucía. Los principales alcaldes comenzaron a reclamar la presencia del secretario general en los mítines de la campaña del 26-M mientras la dirección del PSOE-A seguía boicoteando sus visitas con actos pequeños y de escaso público. Los regidores empezaron a notar que la marca Pedro Sánchez les ayudaba a ganar y poco a poco viraban hacia el sanchismo. La dirección del PSOE-A intentaba frenar esos movimientos con unos desaires públicos que no lograron mermar el ánimo de Pedro Sánchez, cada vez más cómodo, seguro y respaldado en Andalucía.
En ese contexto, la lideresa andaluza pretendía refugiarse en las seis diputaciones socialistas de Andalucía, pero el sanchismo le advirtió de que no lo permitiría. En ausencia de gobiernos autonómicos, las diputaciones se convierten en formidables centros de poder con toda suerte de cargos de libre designación en organismos supramunicipales de difícil control político como mancomunidades, consorcios, agencias de promoción turística, fundaciones, etc.
Ante el riesgo de que Ferraz enmendara sus decisiones como ocurrió con las listas y cambie a los presidentes de las dos únicas diputaciones que le son leales (Sevilla y Cádiz), Díaz decidió buscar esa tregua con el presidente. La diputación de Sevilla tiene un presupuesto de 453 millones y la de Cádiz de 251 millones. Ferraz considera que los presidentes de los entes provinciales de Jaén, Córdoba, Granada están abiertos a colaborar con la dirección federal mientras alberga algunas dudas sobre el de Huelva. En cambio, los sanchistas quieren cambiar a los presidentes de Sevilla y Cádiz por su hostilidad manifiesta hacia Ferraz.
Consciente de esa debilidad, la lideresa andaluza pidió la cita del lunes a Sánchez. Allí le dejó claro que rechazará cualquier oferta para sacarla de Andalucía, como el tanteo que efectivamente le hicieron sobre la Presidencia del Senado o la posibilidad de ofrecerle un puesto en la Unión Europea o en el Consejo de Ministros. Susana Díaz sigue sin fiarse de Pedro Sánchez y no ocupará un cargo que dependa de la voluntad del presidente, que podría cesarla en cualquier momento. Bajo esa premisa, la dirigente se ofreció para "recuperar" el Gobierno andaluz y Sánchez prometió "ayudarla". Desde entonces, Díaz exhibe esa alianza para frenar la desbandada de sus fieles hacia el sanchismo, más fuerte que nunca, y evitar la creciente disolución del susanismo en Andalucía. A pesar de ese principio de acuerdo, ninguno de los dos sectores baja la guardia.
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