PP y Vox pactan, y Ciudadanos mira para otro lado. La insólita jornada parlamentaria que se vivió el pasado martes, cuando quedó constituida la Asamblea de Madrid con vicepresidencia de Vox incluida, fue solo una demostración de lo que resta en materia de pactos de gobernabilidad al menos en la capital, la joya de la corona para las tres formaciones: acuerdos in extremis, contradicciones, cerrojo informativo y sorpresas de última hora.
Si los populares habían alcanzado un acuerdo con los liberales -la presidencia de la Cámara a cambio del gobierno de la comunidad-; y con Vox -acceder a un puesto en la Mesa-, faltaba en la ecuación un paso clave: que ambos se sentaran para zanjar la constitución de la Asamblea. Y lo hicieron dos veces: una el domingo en un hotel de Madrid y la otra a un par de horas del comienzo de la votación. Las dos en secreto. Las dos sin foto. Y las dos sin que Ciudadanos admitiese su papel y parte en las negociaciones del órgano rector madrileño. Vox arrebató a Más Madrid su puesto en la Asamblea y, aunque los naranjas se jactan en defender que no cedieron los suyos a los de ultraderecha y que las reuniones se enmarcan en la "cordialidad parlamentaria", lo cierto es que sí fueron decisivos para que José Ignacio Arias alcanzase la Vicepresidencia Tercera.
Pero esta jornada de infarto distaba mucho de concluir. Al término de la votación, Rocío Monasterio ponía en vilo al panorama político regional al afirmar haber rubricado conjuntamente con Isabel Díaz Ayuso un documento por el que los populares se comprometían a la entrada de Vox en el poder madrileño. "Hemos firmado un acuerdo con el PP que incluye posiciones en la Mesa", declaraba Monasterio, a lo que añadía la inclusión de "posiciones de Gobierno, consejerías y entes en proporción a los escaños que tenemos", concluía.
En un tenso contexto político en que cada matiz cuenta, Monasterio no entró a especificar si el documento en cuestión recogía qué áreas concretas de gobierno estaban en juego para hacer justicia a sus 12 escaños. Cuando menos sorprendente fueron las declaraciones de la otra parte interesada, que se apresuraba a desmentir las declaraciones de Monasterio y cambiaba el nombre de "consejerías" por el de "entes", únicamente. Y trataba de quitar hierro a las declaraciones de su compañera de pactos asegurando que lo firmado en Madrid distaba mucho de un "acuerdo de gobernabilidad" reduciéndose tan solo a un documento "aséptico" para fijar una "hoja de ruta".
¿Quién miente? Las dos o ninguna, pues las declaraciones de Ayuso bien podrían encuadrarse en un movimiento aún más inteligente: suavizar la aserción de Monasterio para no espantar al tercero en discordia -el cambio de términos podría no implicar necesariamente la entrada de Vox en el Gobierno- y allanar el intrincado camino de Isabel Díaz Ayuso al próximo 3 de julio, fecha límite para investir a un candidato.
El reparto de puestos en el gobierno madrileño quedó, si cabe, aún más enmarañado después de que Ignacio Aguado negase directamente conocer el contenido del citado documento. "Yo no sé qué acuerdo tiene firmado Vox con el PP, yo sé lo que nosotros estamos dispuestos a firmar", afirmaba, justo después de que Monasterio confirmase haber llevado el contrato a su segundo 'café' con los de Rivera y que, ante la negativa de Aguado de firmarlo, se levantaron de la mesa y se marcharon.
Rivera tiene la llave
Los liberales lo tienen claro. Es inaceptable para ellos facilitar un Ejecutivo en el que Vox esté presente. "La instrucción de mi Ejecutiva es muy clara: que los gobiernos serán de dos partidos, y eso implica todas las estructuras del Gobierno regional", recalcaba Aguado este miércoles. Ni Consejerías, ni "áreas", ni "entes". Ni dentro de la Administración, ni dentro del Consejo de Gobierno.
Y esa premisa unida a las aspiraciones de Santiago Abascal de tener cargos en el gobierno autonómico ya rubricado, a su juicio, con el PP resquebrajaría sin remedio las pretensiones de Pablo Casado de conservar una región en su poder desde 1995, pues no contaría con el respaldo de los naranjas.
Los tres están de acuerdo en investir a Ayuso. Pero Vox tiene unas exigencias que Ciudadanos, a priori, no puede cumplir. Vox quiere foto, y ningún liberal puede negar la incomodidad que eso les genera; Vox quiere presencia, y para Ciudadanos eso es una línea roja. Vox quiere tripartito, y para Ciudadanos significaría dinamitar todos y cada uno de sus principios fundacionales.
Pero ni las discrepancias ni las líneas rojas no han impedido que Juan Trinidad sea presidente de la Asamblea de Madrid ni que ahora la extrema derecha tenga un puesto en la Cámara por medio de un acuerdo cuando menos enrevesado. El escenario de la región, como el del Ayuntamiento, sigue completamente abierto.
La pelota en todo caso la tiene el PP regional, quienes vienen actuando hasta ahora como puente de entendimiento entre liberales y ultraconservadores. Y los populares tienen otro documento firmado -revueltos, que no juntos- por Ciudadanos y Vox, cuyo primer punto es igual para ambos: el compromiso expreso de que Isabel Díaz Ayuso será la próxima presidenta de la Comunidad de Madrid. Pero con tantos documentos, asépticos o no, alguno se puede traspapelar.
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