Las últimas dos semanas han sido especialmente críticas para un Albert Rivera que ha afrontado el ya considerado peor trance de la historia del partido desde las trincheras. "No hay ninguna crisis en Ciudadanos", ha sido el mantra sostenido por pesos pesados naranjas en los últimos días.
Pero la veda de salidas que abrió la abrupta separación de su apadrinado Manuel Valls no han dejado indiferente a nadie, todas ellas con un móvil común: las discrepancias con la dirección tomada por el presidente de Ciudadanos, las idas y venidas con Vox, y en definitiva el "abandono", como esgrimen los críticos, del carácter centrista y liberal del partido en pro de convertirse en el abanderado del bloque de la derecha.
El mutismo absoluto a la presión se rompió parcialmente el viernes, momento en que Rivera realizó una comparecencia pública -la primera en dos semanas- previa a la celebración de la reunión del Consejo General de Ciudadanos, el máximo órgano del partido. La intervención del líder de Ciudadanos, acompañado de los dirigentes madrileños, Ignacio Aguado y Begoña Villacís, adoptó el formato de monólogo sin aceptar preguntas -ya un habitual- mientras se asistía a un debate interno, con turno de ruego y preguntas, a puerta cerrada. La estrategia de pactos no estaba, a priori, en ningún punto del día.
¿Dónde se oculta Rivera? Para escuchar la última rueda de prensa del líder naranja hay que remontarse al pasado 11 de junio tras la reunión que mantuvo con Pedro Sánchez en Moncloa y en la que le transmitió, una vez más, que "no" habrá abstención. Y mientras la tormenta cae fuera, Rivera se refugia ahora en su círculo del Parlament, los mismos diputados con los que edificó Ciudadanos y lo impulsó hasta la tercera fuerza política a nivel nacional.
La salida de Toni Roldán, una de las figuras de la dirección más cercanas al líder, y la convulsión con sus socios europeos, cuya corriente crítica encabeza Luis Garicano, ha llevado a Rivera a cerrar filas y guarecerse en su búnker particular, compuesto por los que ocuparon los asientos más próximos al líder en la Ejecutiva del pasado 24 de junio, una de las más tensas que se recuerdan.
El repliegue comienza por el secretario de Organización, Fran Hervías junto al hombre fuerte de Rivera y secretario general del partido, José Manuel Villegas. Inés Arrimadas, portavoz nacional y el responsable de comunicación naranja, Fernando del Páramo aparecen en una lista que cierra José María Espejo, quien tras el 26-M ha adquirido el bastón de las negociaciones; y Juan Carlos Girauta.
Y dentro de esa cámara acorazada catalana, dos figuras destacan sobre el resto en el desarrollo estratégico de Ciudadanos, por donde pasan todas y cada una de las decisiones: Villegas, que preparó desde la sombra el salto de Rivera a la política nacional en 2015 y ayudó a edificar la formación desde cero en Cataluña; e Inés Arrimadas, la gran apuesta de Rivera que mantiene en primera línea de combate.
Arrimadas, la otra víctima de la crisis
Allá por el mes de febrero, cuando Ciudadanos preparaba la intensa carrera de fondo hacia las generales, se dibujó una línea roja -votada por todos los miembros de la Ejecutiva, incluido el dimitido Toni Roldán- que marcaría la dirección del partido: 'no' rotundo a facilitar la investidura de Pedro Sánchez. Y un objetivo: encabezar el bloque de la derecha a nivel nacional y, por ende, la oposición en el Congreso.
La línea marcada desde la dirección, unida a los entendimientos, que no pactos de facto, con Vox ha tambaleado los cimientos de una formación nacida en base a la unidad que ya se ha cobrado víctimas importantes del ala socioliberal y que puede llevar a Rivera a perder en batalla su mejor soldado político: Inés Arrimadas.
Arrimadas lleva impreso en su ADN la razón de ser de Ciudadanos: la lucha intransigente e incansable contra el nacionalismo catalán, que llevó a la actual portavoz nacional a arrasar literalmente en las elecciones del 21-D -en aplicación del 155- y cuyo tirón llevó a Rivera a tratar de extender su éxito sacándola del Parlament y llevándola al Congreso en un momento en que hacía falta apretar: la carrera hacia el 28-A y el 26-M. E Inés era la gran baza. Pronto se convirtió en mano derecha de Rivera y portavoz de todo cuanto acontece en Ciudadanos.
Pero no es lo mismo remar en aguas territoriales que hacer lo propio en política nacional donde, como repitió durante la campaña electoral, "voy a dejarme la piel para que Rivera sea el próximo presidente del Gobierno". Arrimadas ha cumplido. Y a día de hoy, sigue aguantando el chaparrón mediático y los giros de tuerca de la Ejecutiva.
Ciudadanos está quemando a una figura que durante meses se ha hecho eco de la "regeneración" que llevaría a cabo el partido tras los comicios y que después ha pasado a ser el altavoz que justifique por activa y por pasiva por qué apoyan a partidos perpetuados durante décadas en el poder, como es el caso del PP en regiones como Murcia, Castilla y León o Madrid.
La salida de Manuel Valls también lastró indirectamente a la ex líder de Cs en Cataluña. Poco antes de la destitución del ex mandatario galo, Arrimadas aseguraba en una entrevista para El Objetivo de La Sexta que pese a diferir en la decisión de Valls de prestar sus tres concejales a Ada Colau para ser reelegida a la alcaldía de Barcelona, su relación era "buena" y apostaba por seguir trabajando con él los próximos cuatro años. Tan solo horas después, Valls recibía una llamada desde Alcalá en la que le comunicaban su salida del partido por, según el motivo oficial, el desafío planteado en Barcelona.
Los desafíos planteados por Vox y la necesidad de matizar todo el tiempo lo que acuerdan y lo que no con los ultraconservadores es otro punto del desgaste de Arrimadas. Cada lunes, la portavoz del Comité Permanente negaba en la sede de Madrid las negociaciones con los de Abascal. "No hay ni habrá mesas a tres", se jactaba en defender. Y ahora los esfuerzos pasan por justificar lo que entienden ellos por 'negociar'.
Las reuniones en secreto con Vox, la permisividad de Ciudadanos ante la entrada de la extrema derecha en la Asamblea de Madrid o que los naranjas allanen el camino para que entren en cargos de responsabilidad intermedia de la Administración madrileña por no considerarlos 'gobierno' son algunos de los últimos clavos ardiendo a los que se han agarrado los naranjas para no salir escaldados en España y Europa por su acercamiento a la extrema derecha.
Arrimadas es la voz de toda esa estrategia. Y su carrera política podría ser el precio a pagar por salvar a Ciudadanos del juicio público.
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