Uno está en el extremo derecho, el otro en el izquierdo. A quienes ocupan el espacio entre ambos aún les cuesta mirarles a los ojos. Más aún dialogar y qué decir de pactar, firmar o fotografiarse al lado de sus dirigentes. Ocupan uno de los dos infiernos políticos, el de la derecha y el de la izquierda. Se han definido tras el 28-A y el 26-M y en ambos hay fuegos que queman. Pero tras las elecciones generales, autonómicas y forales a PP, Ciudadanos, PSOE y Podemos no les ha quedado más remedio que bajar a conocer las tinieblas para aspirar a tocar el cielo, el poder, el Gobierno. En Murcia se han achicharrado, en Madrid temen que las amenazas no sean faroles y en Navarra prefieren confiar en que ellos muevan ficha.
La derecha de Pablo Casado y Albert Rivera ha situado a Arnaldo Otegi y los suyos en la condición de demonio que tienta a la izquierda. Los de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias han hecho lo propio con Santiago Abascal y sus seguidores. En las últimas semanas la necesidad ha hecho virtud y la escasez de apoyos ha obligado a cerrar ojos y tapar narices para elevar del fondo abrasador a un cierto purgatorio político a unos y otros. Lo ha hecho la izquierda con Bildu, lo ha hecho la derecha con Vox. Y no siempre con buenos resultados.
Hasta ahora los infiernos de la izquierda y de la derecha apenas compartían color corporativo, el verde esperanza de sus logos. El arma arrojadiza en la que ambas siglas se han convertido en comunidades como Madrid, Murcia, Navarra o el propio Gobierno de España son muestra del nuevo mapa político español y de los mandatos incendiarios que vivirá nuestro país los próximos cuatro años. Lo ocurrido esta semana en la Asamblea de Murcia, con el inesperado voto en contra de Vox al candidato del PP, es reflejo de que jugar con fuego quema. En Madrid miran ahora con recelo el movimiento de los de Abascal. Y en Navarra, el acuerdo alcanzado este viernes entre el PSN de María Chivite, Geroa Bai, Podemos e I-E pone ya una vela a Bildu en la esperanza de que no haberle incluido en la negociación no conlleve un voto en contra del gobierno alternativo a la derecha.
Catedráticos, politólogos y sociólogos no se ponen de acuerdo en si apoyarse en los de Abascal o en los de Otegi es equiparable. Sí lo hacen al concluir que es el sino de los tiempos y de la pluralidad política que ha llegado para instalarse y obligar a trabajar más y mejor la cultura del diálogo, el pacto y el acuerdo que el tradicional bipartidismo español había dejado arrinconado.
No nos debemos volver locos, unos y otros jugarán con ellos, Vox y Bildu, en la medida en la que les necesiten"
En muchas instituciones, Vox y Bildu tienen la llave de Gobierno. En Navarra la coalición de Otegi tendrá en su mano decidir si hace presidenta a María Chivite (PSN), pese a haberles excluido de la ronda de contactos oficial. En Madrid, Isabel Díaz Ayuso (PP) dependerá de los de Abascal si quiere ser presidenta de la Comunidad. Y así se repiten los ejemplos, no en vano Vox obtuvo más de 2,6 millones de votos en las pasadas generales y Bildu 258.000. Un respaldo que se repitió con mayor o menor intensidad en el resto de citas electorales.
Ética, moral y política
Antonio Rivera ha estado en ambos lados: en la política como viceconsejero de Cultura, Juventud y Deporte del Gobierno vasco con Patxi López, y como analista político en su condición de catedrático de Historia de la Universidad del País Vasco. No comprende los vetos que se imponen a Vox y Bildu. Recuerda que ambos son “agentes legítimos” del tablero político y que “más allá de las consideraciones morales o éticas que puedan suscitar, son formaciones legales”.
Tanto por el pasado de Bildu como por las propuestas políticas que anuncia Vox, Rivera afirma que "no habría que hacer muchos distingos": "Unos, por lo que hicieron, y otros por lo que prometen hacer, son poco recomendables para la vida política, es cierto, pero la vida política actual se maneja con este tipo de grupos".
Apunta que los reproches cruzados por alianzas imposibles que ahora se escenifican en la política española responden más a razones de "táctica" que a un convencimiento real: "No nos debemos volver locos, unos y otros jugarán con ellos -Bildu y Vox- en la medida en que les necesiten. Si el apartamiento de la izquierda abertzale no se produjo en los momentos de mayor brutalidad terrorista, y ahí está el caso del Pacto de Estella, me cuesta creer que se haga ahora".
En su opinión, se están viendo muchas actitudes “algo cínicas” al blandir “cierta moralidad” para pactar con unos y vetar a otros, cuando la única razón de fondo son “los números”: “Cuando no me interesa ni lo necesito, me rasgo las vestiduras y, cuando los necesito, recurro a eso tan socorrido de que yo no les he pedido que me voten o abstengan. Todo esto acabará normalizándose, es cuestión de tiempo”.
Ambos son legales pero no son lo mismo, unos organizan homenajes a terroristas al salir de la cárcel y otros tienen víctimas de ETA en sus filas"
El politólogo y profesor de la asignatura Sistemas Políticos Contemporáneos de la Universidad de Navarra, Jordi Rodríguez Virgili, no cree que se pueda equiparar a Vox y a Bildu. “No son lo mismo”, apunta, “no se puede comparar a un partido que organiza, colabora o impulsa homenajes a los terroristas al salir de la cárcel con otro que tiene en sus filas a víctimas y secuestrados por ETA”. Subraya que el pasado de la izquierda abertzale pesa por ahora más que las ideas y promesas, “que pueden gustar o no”, que plantea la formación de Abascal.
Etiquetas y maximalismos
Para Rodríguez Virgili ambas formaciones son legítimas y deben ser tenidas en cuenta en el juego de diálogo y acuerdos de la política. Cree que sobre ellas pesan demasiadas “etiquetas o maximalismos” que se deben ir superando: “Hablar de una formación terrorista o de un partido de extrema derecha no deja de ser un maximalismo, un atajo. El resto de formaciones deberían sentarse, hablar y ver en realidad en qué se pueden poner de acuerdo, negociar propuestas. En democracia se debe pactar con el distinto, al que ya es como tú lo tienes en tu coalición o junto a ti”.
El profesor de la Universidad de Navarra y miembro de la Asociación de Comunicación Política (ACOP) recuerda que los resultados electorales en numerosas comunidades autónomas y a nivel nacional han dirigido un mensaje claro a la clase política: “Los ciudadanos hemos pedido a los políticos que dialoguen y lleguen a acuerdos, que hagan política, en definitiva. Esta idea de que la derecha jamás puede llegar a acuerdos con la izquierda y viceversa no deja de ser un maximalismo que no responde a lo que están reclamando los ciudadanos”.
Félix Arrieta, profesor del Observatorio de Política Social y doctor por la Universidad de Deusto, asegura que la política española se encuentra en un momento en el que requiere de un “ejercicio de empatía cruzada”. Observa que aún persisten demasiadas resistencias para “integrar esas sensibilidades” que pueden representar Bildu y Vox, pese a que representan a amplios sectores de la sociedad. “Que Bildu, por ejemplo, esté dispuesta a hacer política a nivel español es una buena noticia. Supone integrarse en una lógica de Estado, y en cambio eso se rechaza. Con Vox ocurre algo similar”.
Hace falta un ejercicio de empatía cruzada entre partidos, deben saber integrar esas sensibilidades"
Arrieta añade que equiparar a Vox y Bildu es una simplificación “maniquea” buscada por unos y otros “para no hacer política con mayúsculas”. Unos rechazos que, recuerda, se manifiestan con distinta intensidad en unas comunidades y en otras. Arrieta pone el ejemplo de lo que sucede con Bildu en el País Vasco, donde ya se dialoga y se acuerda con cierta normalidad con “algo que está lejos de ocurrir en otros lugares”: “Lo mismo ocurre con Vox. En Euskadi dialogar con ellos es algo que suena tremendo y no tanto en otras comunidades autónomas; Andalucía es un ejemplo”.
Demonizar al adversario
En su opinión, esta utilización “maniquea” de ambas formaciones por parte del resto de partidos “demuestra poca valentía” para hacer verdadera política en España. Defiende que PP y Ciudadanos deberían pronunciarse claramente si están dispuestos a pactar con los de Abascal y por su parte el PSOE y Podemos “si quieren hacer lo propio con Bildu”.
El sociólogo Ander Gurrutxaga considera que lo que ahora se vive en muchos procesos de conformación de acuerdos para gobernar instituciones es reflejo de una ausencia de “cultura del pacto y el acuerdo, cuando la sociedad es más plural que nunca”. Apunta que el bipartidismo ya no existe y por tanto los partidos deben saber “amoldarse a los nuevos tiempos”. Este catedrático de la Universidad del País Vasco considera que en muchos casos la estrategia de las formaciones pasa más por “demonizar al adversario” que por intentar encontrar puntos de encuentro: “Es un déficit estructural. No se puede convertir la política en un problema y luego, cuando no logras resolver nada, trasladar el problema a los ciudadanos convocando unas nuevas elecciones”.
Gurrutxaga recuerda que tanto Vox como Bildu son partidos legítimos a los que el resto se están limitando a “estigmatizar” asegurando que unos son “la representación de la ultraderecha y los otros por ser ETA”. “¿No vamos a normalizar la política nunca? Son dos partidos que tienen derecho a votar lo que consideren, ¿o es que sólo les concedemos el derecho a ser maldecidos? Nos falta una reflexión sobre los nuevos tiempos”.
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