Han pasado 38 años, toda una vida. Unos, por las fuerzas de las balas, los han vivido como huérfanos, otros como terroristas condenados a 28 años de cárcel y los hay que han fallecido antes de ser juzgados. Los menos, han sabido guardar su secreto oscuro, reinventarse y sortear la justicia una y otra vez. La vida de los terroristas y sus víctimas es evidente que ha sido dispar, también la de los integrantes del ‘comando Vizcaya’ de 1981.
La sentencia del Tribunal de Estrasburgo conocida ayer y que condena a Bélgica a indemnizar con 25.000 euros a la familia Romeo Rotaeche por haber denegado la extradición de Natividad Jauregui, acusada de disparar por la espalda a su padre, es sólo el último capítulo de una larga batalla. “No queríamos indemnización sino la extradición”, lamentaba ayer Montse Romeo, una de las cinco hijas del Teniente Coronel de Artillería, Ramón Romeo Rotaeche, al que ETA asesinó de un tiro en la sien.
A lo largo de todos estos años la última pista de la agitada vida entre fogones, fiestas y cambios de país de Jauregui se sitúa en Gante, en Bélgica. Allí logró rehacer su vida e incluso ganarse una fama en el mundo de la gastronomía, las fiestas y los cátering. Su imagen en una mariscada, subida a su perfil de Facebook bajo el nombre 'María sukalde' (María cocinas) sintetiza cuál es la última etapa de una vida que comenzó a torcerse la mañana del 19 de marzo de 1981.
Entonces, Natividad, ‘Jaione’, 'Pepona', apenas era una joven de 23 años que tres antes había entrado en ETA. Tras formarse en Francia, se integró en el ‘comando Vizcaya’. Sus miembros cruzaron la frontera días antes para instalarse en el piso de un colaborador. Aquel grupo, en el que figuraban veteranos como Sebastián Echániz Alkorta –convertido hoy en el preso de mayor edad de ETA-, iba a cometer el primer atentado desde el ‘parón’ criminal de acciones terroristas tras el intento de golpe de Estado del 23-F.
Por la espalda
Jauregui, acompañada de otro de los etarras, “Juan”, sólo debía vigilar y observar la rutina del ‘objetivo’. Aquel militar, “jefe de reclutas”, nacido en Burgos pero cuya carrera se desarrolló en el País Vasco, acudía a misa, como de costumbre. Demasiado fácil. La sentencia concluiría que Jauregui y su acompañante decidieron, en contra de lo programado, actuar por su cuenta tras comprobar que la operación carecía de riesgo para ellos. Fue ella la que disparó, lo hizo “a poca distancia y por la espalda”, según los hechos probados en la sentencia. Un disparo en la sien. El casquillo hubo que desalojarlo de la cabeza de su víctima, que tras dos días en coma, falleció.
A partir de ahí, la vida de la familia de Ramón Romeo quedó rota para siempre. La de los compañeros de comando de ‘Jaione’, destinada a la prisión, y la suya a una fuga de país en país. Una huida esquivando a la Justicia durante cuatro décadas y que aún hoy continúa sin sumar un solo día de cárcel.
En el juicio que se celebró en 2007 Natividad Jauregui fue declarada en rebeldía, fugada. Estaba en Bélgica, país donde años después le defenderían sus abogados para evitar su extradición esgrimiendo riesgo de malos tratos en España. Lo hizo el mismo abogado que defendió a Puigdemont, Paul Bekaert. Ganó.
Pero desde ese disparo por la espalda a la salida de misa de 9 en la basílica de Begoña y la sentencia conocida ayer, 38 años y medio después, la vida de Natividad acumula fugas, fiestas y fortuna. Huyó a Francia en 1984, se desligó de ETA, se enamoró de un compañero de comando, José Antonio Borde Gaztelumendi, -natural de Ugao Miraballes, el pueblo de ‘Josu Ternera’-, y con quien llegó a regentar un restaurante en México hasta que él fue detenido en 2002. Desde entonces, él no ha salido de la cárcel, ella continúa libre e integrada con normalidad en la sociedad belga, entre fiestas y clases de cocina.
Tras su etapa en México junto a Borde Gaztelumendi supo reinventarse en Bélgica. Lo hizo de nuevo gracias a sus dotes culinarias y con habilidad para ocultar su pasado. Dedicada profesionalmente a la gastronomía, Jaione logró que muchos de sus amigos firmaran manifiestos de apoyo en contra de su extradición a España.
17 años en prisión, 17 libre
La suerte de sus compañeros de comando etarra poco o nada se parece a la suya. A tres de ellos se les condenó en mayo de 2007 por el asesinato de Ramón Romeo, cuya autoría material se achaca a ella. Su ex pareja, tras su entrega por México en 2002, fue condenado a 28 años de cárcel por aquel asesinato. A sus 60 años, Borde Gaztelumendi suma ya 17 años entre rejas, los últimos en la prisión de A Coruña.
El más veterano de quienes participaron en el atentado es hoy el preso de ETA más anciano. Como al resto, a Sebastián Echániz Alcorta (Elgoibar, 1943) el juzgado de instrucción número cinco de la Audiencia Nacional le impuso una condena de 28 años por este asesinato. A sus 75 años, la cumple en régimen de segundo grado en la prisión de Villabona (Asturias). Pena que se suma a otras condenas hasta acumular 95 años de castigo, de los que lleva cumplidos 17.
Nacido en Elgoibar, la misma localidad que Arnaldo Otegi, a Etxaniz Alkorta se le llega a implicar su participación hasta por ocho atentados, aunque cumple condena sólo por tres asesinatos. Tras huir a Venezuela fue detenido por las autoridades venezolanas y deportado a España, donde un error judicial le permitió salir de permiso de prisión y huir de nuevo a Venezuela en 1984. Poco después fue localizado y detenido en Nicaragua y extraditado a nuestro país en 2003.
El tercero de los condenados por el asesinato de Ramón Romeo es Enrique Letona Viteri, alias ‘Masillas’. Nacido en Mondragón hace 58 años, se le consideró uno de los seis integrantes del comando, a los que se suma ‘Jaione’ y otros dos integrantes que la sentencia no identifica al haber fallecido.
Nueva extradición
La condena indemnizatoria es sólo un consuelo, pero quizá también una oportunidad. La presidenta del Colectivo de Víctimas del País Vasco (COVITE), impulsora del proceso para extraditar a Jauregui, considera que ahora se debe intentar que la justicia española vuelva a solicitar la extradición: “Hay un elemento nuevo para dictar otra OED”.
Consuelo Ordóñez apunta que pese a que la decisión de Estrasburgo supone un cuestionamiento de todo el “esperpento” en el que se había convertido este caso, “en realidad nos temíamos que en el Tribunal de Estrasburgo (Derechos Humanos) no lograríamos el objetivo de la familia, que no es otro que la extradición. Para eso deberíamos acudir a Luxemburgo”. Por ello urge al Gobierno y a la justicia a dar nuevos pasos en esa dirección.
La sentencia de Estrasburgo concluye que la justicia belga no ejerció la “investigación efectiva y oficial” en el procedimiento. Señala que se limitó a dar por bueno el argumento de la defensa, basado en que Jauregui corría riesgo de ser torturada si se le entregaba a España para ser juzgada por el asesinato de Ramón Romeo. Por eso la familia quiere aprovechar la ocasión para recordar al Gobierno de España que vuelva a intentarlo, que reclame de nuevo la entrega de la ex miembro del ‘comando Vizcaya’.
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