Han pasado 8.035 días. En prisión todo continúa casi igual. El régimen penitenciario no se ha modificado, el tiempo de patio parece congelado y el horizonte sin pisar la calle será aún muy largo. Lo que más ha cambiado no son sus vidas sino sus cuerpos, más envejecidos. El corazón quizá continúe igual que entonces, frío y pétreo. En estos años no ha dado muestras de lo contrario, no al menos en público. Así han ido transcurriendo la mayor parte de los últimos 22 años para Javier García Gaztelu, ‘Txapote’, Irantzu Gallastegi Sodupe e Ibon Muñoa, quienes junto a José Luis Geresta, ‘Oker’ –que se suicidó en 1999- integraron el comando que secuestró y asesinó a Miguel Angel Blanco.
A su víctima se le sigue recordando cuatro lustros después cada mes de julio en muchos rincones del país. Para ellos se impuso el desprecio y el olvido, salvo la memoria que aún reivindican algunos de sus vecinos. Las vidas de 'Txapote', 'Amaia' y Muñoa continúan entre la rutina de una celda, el eco del cierre de sus puertas y el ir y venir de los funcionarios. Y así seguirá muchos años más.
No es fácil olvidar lo que planificaron, ejecutaron y jamás repudiaron aquel mes de julio de hace 22 años. Fueron cuatro días que cambiaron para siempre al país y a la sociedad en su lucha contra ETA, en especial en Euskadi. La banda ya no existe, se disolvió oficialmente el 4 de mayo de 2018 en Cambó, Francia. Murió de inanición social y de presión policial y judicial. Lo hizo dejando muchas preguntas. Los pocos que esos días estuvieron en el lado oscuro de la historia es probable que guarden alguna de las respuestas.
Dos décadas más tarde no existen indicios de que hoy no actuaran igual. Nada hace aventurar que en este julio de 2019 quienes apretaron el gatillo y ayudaron a hacerlo en 1997 empatizarían con los que inundaron las calles de Euskadi y de toda España para suplicarles clemencia. Lo hicieron con sus manos blancas, con su silencio, con sus velas en vigilia y con el corazón encogido mientras el reloj agotaba las 48 horas de esperanza que ETA hizo cenizas.
Dos miembros del comando han sido padres en prisión, otro se suicidó dos años después y el cuarto cumple 33 años de condena
A Miguel Angel Blanco lo asesinaron en un descampado de Lasarte (Guipúzcoa) la tarde del 12 de julio de 1997. Dos tiros, una agonía y una muerte que lo cambió todo. No hubo prórroga. El ultimátum impuesto por ETA, acercamiento de sus presos al País Vasco a cambio de la vida del joven concejal del PP en Ermua, se cumplió. Fue la venganza de la banda por la liberación sólo once días antes del funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara en un zulo inmundo de Mondragón.
En estos 22 años oscuros el hueco que dejó Miguel en su familia continúa. En su pueblo los suyos le recuerdan cada año. Ahora es un dolor más llevadero, el tiempo ha ayudado, el recuerdo constante en la sociedad española también. En las casas de los protagonistas del otro lado de esta historia, la oscuridad continúa casi invariable. La luz seguirá por un tiempo entrando sólo por la ventana de la celda.
Padres en prisión
Las vidas de los asesinos de Miguel Angel Blanco ha sido dispar. En este tiempo dos de los etarras se han convertido en padres por partida doble, otro terminó suicidándose y el cuarto, el chivato, sigue pendiente de un tercio de su condena.
Francisco Javier García Gaztelu, ‘Txapote’ (Galdakao, 1966) y su pareja, Irantzu Gallastegi Sodupe, 'Amaia', fueron condenados por este asesinato. Ella interceptó a Blanco cuando se disponía a ir a su trabajo, él fue el autor de los disparos que dos días después dejaron agonizando al concejal del PP en un descampado de Lasarte. Entre ambos la relación personal iba más allá de la de meros compañeros de comando terrorista. Cuatro largos lustros después, ‘Txapote’ y ‘Amaia’ son padres de dos hijos, ambos concebidos en prisión y que cuentan con 17 y 12 años.
'Txapote' disparó, 'Amaia' le ayudó. Hoy son pareja, tienen dos hijos y cumplen los 50 años de condena en Huelva
Quien fuera jefe militar de ETA y su mujer fueron condenados a 50 años de cárcel por este crimen. Ella fue detenida en 1999 y cumple su 20º año en la cárcel. Él fue detenido dos años después, en 2001 en Anglet (Francia), y suma ya 18 años en prisión. Para ambos el futuro seguirá siendo la cárcel en primer grado, el grado más severo. ‘Txapote’ acumula 450 años de condena por multitud de asesinatos –Gregorio Ordóñez, José Luis López de Lacalle, Fernando Buesa, Jorge Díez, Francisco Múgica…-. Simboliza la historia más cruel de ETA.
Pese a que ha mantenido una de las posiciones más duras en el colectivo de presos, y fue siempre reacio a acogerse a beneficios penitenciarios, a García Gaztelu y Gallastegi Sodupe se les ha permitido cumplir condena en la misma prisión, en Huelva. Él en el módulo de hombres y ella en el de mujeres. ‘Amaia’ podría no abandonar la prisión hasta el año 2040. Para entonces quizá también lo habrá hecho su hermana, Lexuri Gallastegi Sodupe, detenida en 2002 en Francia y que tras ser juzgada en España fue condenada a 1.476 años –con un máximo de cumplimiento efectivo de 30 años-. Cumple condena por un coche bomba colocado en 2001 contra el subsecretario general de la Policía Científica, Juan Junquera, y que hirió a otras 96 personas.
El 'chivato'
En la familia Gallastegi Sodupe, de Berango (Vizcaya), el vínculo con ETA lo completa otro hermano, Orkaitz Gallastegi. Con 19 años, en 2002, atacó e incendió la oficina de correos de su pueblo, fue perseguido por un ciudadano cuando escapaba y pudo ser detenido.
Seis meses antes, Orkaitz se había convertido en una pieza clave para el asesinato del juez José María Lidón, el 7 de noviembre de 2001. Fue él quien pasó información después de vigilar las rutinas del magistrado. Fue condenado a 26 años de cárcel. Es el único sentenciado por este caso en el que la familia del juez insiste en reclamar la extradición de Garikoitz Azpiazu, preso en Francia, y al que considera autor de la muerte.
Muñoa, ex edil de HB, facilitó su piso al comando e informó de los hábitos de Blanco, su vecino de empresa
Como 'chivato' también cumple prisión otro de los participantes necesarios en el secuestro y posterior asesinato de Miguel Ángel Blanco. Ibon Muñoa lo conocía bien. Este ex concejal de Herri Batasuna no sólo trabajaba cerca de él, en la tienda de repuestos de automóvil que regentaba, sino que la gestoría en la que el concejal del PP había encontrado trabajo, Eman Consulting, asesoraba a Recambios Automóviles Muñoa S.L.
Su participación en la operación con la que ETA quería vengarse del Estado fue importante. Según determinó la investigación policial, Muñoa facilitó su piso al ‘comando Donostia’, puso a su disposición su coche, se coordinó con ellos para el secuestro del joven concejal, recabó información de Miguel Ángel e incluso facilitó matrículas hechas en su tienda con una troqueladora. Ahora, a sus 61 años, Ibon Muñoa (Eibar, 1958) cumple su condena de 33 años en la cárcel de Córdoba. Fue arrestado cuatro años después del asesinato de Blanco, en 2001, y acumula ya 18 años privado de libertad.
Una muerte extraña
El cuarto implicado en el asesinato tenía la misma edad que Blanco cuando le secuestró, 29 años. José Luis Geresta. Alias ‘Ttoto’ vivió sólo dos años más. El 20 de marzo de 1999 su cuerpo fue localizado en un descampado con un tiro en la cabeza. Junto a él, una pistola Astra calibre 6.5. La autopsia concluyó que fue un suicidio. Se habló incluso de que habría sufrido algún tipo de delirio que le llevó a vagar cuatro días por una zona montañosa entre Hernani y Rentería. El robo de unas botas en un caserío y la pérdida de una riñonera con documentación falsa facilitó la identificación de aquel cuerpo con síntomas de desnutrición encontrado en el barrio de Fagoaga.
El cuerpo de Geresta apareció en un descampañado con un tiro en la cabeza. La autopsia concluyó que se había suicidado
A partir de entonces, Geresta, alias ‘Oker’, engrosó la lista de ‘héroes’ de la izquierda abertzale. Su funeral, celebrado el 23 de marzo de ese año, fue muestra de ello. El cuerpo fue honrado en el cementerio de Polloe con aurreskus y flores, gritos a favor de ETA y en contra del PP y con la presencia de los dirigentes de HB, Arnaldo Otegi y Joseba Permach. El líder abertzale llegó a asegurar que su muerte era otro episodio más de la ‘guerra sucia’ del Estado. Su féretro, cubierto con una bandera con el anagrama de ETA, procesionó por varios municipios desde San Sebastián hasta su localidad natal, Zizurkil, donde se cedió el Ayuntamiento para instalar la capilla ardiente. Allí pronto tendría una plaza con su nombre, que no se retiraría hasta años después, en 2008, y tras la queja de las víctimas del terrorismo.
En esta triste historia, la víctima es la quinta protagonista, la más inocente. También la más honrada y recordada. Lo ha sido a lo largo de todos y cada uno de estos 22 años en nuestro país. Estos días, la Fundación que impulsó su hermana Mari Mar ha organizado más de una treintena de homenajes por todo el país, muchos en plazas y calles que llevan su nombre.
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