Las últimas semanas, en Ciudadanos se ha asistido a una auténtica tormenta política que apenas ha dejado títere con cabeza, casi ni tan siquiera la de su líder, hospitalizado durante 48 horas tras sufrir un desmayo por un episodio de deshidratación extrema. De la ola de expulsiones y dimisiones a la tensión vivida en el desfile Orgullo, pasando por la permuta de la intransigencia con Vox al acercamiento de posturas, han derivado consecuencias entre las que destaca el desgaste que ha golpeado a la formación por la fuerte presión a la que está sometida, dentro y fuera.
Y en medio del aguacero ha destacado una figura siempre al frente de todos los debates. Presente en prácticamente todas las disputas. Inés Arrimadas García se ha convertido en los últimos días en uno de los personajes centrales de la esfera política, hasta el punto de que su protagonismo está evaporando de la memoria colectiva el rol que durante años llevó la diputada en Cataluña, donde se convirtió en el personaje en que todo el independentismo vertía su furia día sí, día también. Ahora, Arrimadas rema en aguas nacionales y la estrategia de hostigamiento seguida en Cataluña cuenta en Madrid con otros protagonistas: Podemos y PSOE.
Arrimadas lleva impreso en su ADN la razón de ser de Ciudadanos, que nació con el afán de ejercer un azote intransigente e incansable contra el nacionalismo catalán, principio que llevó a la actual portavoz nacional a arrasar literalmente en las elecciones del 21-D -las celebradas en aplicación del 155- . Desde entonces no solo ha estado, sino que se ha crecido dentro del ojo del huracán nacionalista. En su currículum desde que asumiese el liderazgo de la formación liberal en Cataluña, la política jerezana ha asistido a numerosos escraches, descalificaciones machistas e innumerables ataques a través de las redes sociales que no han hecho sino catapultarla al siguiente conflicto.
Destacado fue el escrache sufrido por ella y la comitiva de diputados naranjas el pasado 19 de abril en la plaza Mayor de Vic, donde decenas de personas la recibieron al grito de "mala puta" o "fuera de aquí", un episodio que por otra parte ya se había convertido en un habitual dentro del discurso de odio independentista que se ha saldado, entre un largo etcétera, con la utilización de lejía para "desinfectar" una plaza en el gerundense pueblo de Amer; insultos de "cerda" y "fascista" cuando la política estaba haciendo la compra en una frutería; o un polémico "vuélvete a Cádiz" pronunciado por la ex presidenta del Parlamento catalán, Núria de Gispert.
La respuesta de Arrimadas, en declaraciones a los medios o por redes sociales tenía siempre la misma tónica: "No nos rendiremos. No tenemos miedo". Y a por el siguiente debate.
Arrimadas acusa al ayuntamiento de Vic de querer "silenciar y excluir" a Cs, después de que este no les permita realizar un acto en el municipio https://t.co/Z3UJrZN6pO
Los dirigentes de Cs han intercambiado reproches con un grupo de independentistas 👇 pic.twitter.com/gmm2L86moC
— Europa Press (@europapress) 9 de junio de 2018
"¿Oye el silencio? Es lo que queda de su paso por el Parlament: nada". Con estas palabras en boca del máximo exponente del secesionismo catalán el independentismo dijo adiós a Inés Arrimadas. "Usted no ha construido nada, no ha querido dialogar con nadie, ha crispado, ha querido romper y fracturar. Usted es la antipolítica", espetó Quim Torra en el último cara a cara con la portavoz liberal antes de que tomase posesión como diputada en el Congreso de los Diputados.
Rivera quiso utilizar el tirón de su mejor soldado político en un momento en que hacía falta apretar: la carrera hacia el 28-A y el 26-M. E Inés era la gran baza para lograr un éxito sin precedentes que pese a haber sido evidente, 57 escaños en las generales (25 más que en las anteriores y considerable aumento de presencia a nivel territorial y local), no fue tan grande como el esperado.
Arrimadas, en la diana
Y Arrimadas sigue en su particular via crucis, ahora en aguas nacionales. En Madrid, el discurso de la "crispación" que se adjudicó el independentismo contra Inés Arrimadas durante años no ha desaparecido, simplemente ha cambiado de interlocutores. Ahora son PSOE y Podemos quienes ponen a la cara visible del partido naranja en la diana, un conflicto abierto en el que el máximo exponente llegó con las celebraciones del Orgullo.
"Es ilusorio pensar que no va a tener consecuencias -para Ciudadanos- pactar con quien trata de limitar los derechos humanos", declaró el ministro del Interior en funciones, Fernando Grande Marlaska. Y las hubo. Durante el día grande del Orgullo LGTBI en Madrid, se asistió a un episodio de auténtica tensión en el que "se llegó a temer incluso que ocurriera una tragedia" en palabras de algunos asistentes de Ciudadanos que estuvieron durante unas cuatro horas "encerrados en una ratonera" ante gritos, empujones y lanzamiento de objetos contundentes que se saldó con el abandono de la comitiva naranja, capitaneada por Arrimadas, con un cordón policial.
Lejos de condenar la agresión "perfectamente organizada", destacadas figuras de PSOE y Podemos justificaron incluso los actos del Día del Orgullo y respaldaron las declaraciones del titular de Interior. Sin ir más lejos, la presidenta del PSOE, Cristina Narbona, defendió las palabras de Marlaska -que no solo no se retractó sino que incidió en que "quien pacta con Vox debe responsabilizarse de las consecuencias"- al considerar que dijo "lo que piensan todos los españoles".
En este margen se situó también Susana Díaz, quien situó a los liberales en "el papel de víctima"; o dirigentes morados, que acusaron a los naranjas de generar crispación y les responsabilizó de lo ocurrido -como el líder de Podemos, Pablo Iglesias- por "llegar a acuerdos con la extrema derecha homófoba". Al mismo tiempo, los perfiles afines al partido morado hacían trending topic en redes sociales el hashtag "Arrimadas montapollos", uno de los calificativos preferidos del independentismo para descalificar a la dirigente.
La otra víctima de la crisis naranja
Más allá de discursos externos, Ciudadanos está quemando a una figura que se ha convertido en la cara visible de todo cuanto acontece en el partido. Desde el 28-A, Arrimadas se ha hecho eco de la "regeneración" que llevaría a cabo el partido tras los comicios para después pasar a tratar de justificar por qué apoyan a partidos perpetuados durante décadas en el poder, como es el caso del PP en Murcia o Madrid.
Otro de los grandes puntos de desgaste de Arrimadas reside en los desafíos planteados por los -no- pactos con Vox y la necesidad de matizar en cada comparecencia lo que acuerdan y lo que no desde la dirección con los de Abascal. Cada lunes, la portavoz del Comité Permanente negaba en la sede de Madrid las negociaciones con Vox. "No habrá mesas a tres", se jactaba en defender. Y ahora, no obstante, los esfuerzos de la diputada pasan por intentar justificar lo que entiende Ciudadanos por 'negociar'.
Arrimadas se ha convertido en la voz de toda la estrategia naranja. Y su credibilidad política podría ser el precio a pagar de seguir día sí, día también, al pie del cañón naranja.
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