El Pleno extraordinario celebrado ayer por el Ayuntamiento de Barcelona consagró el deshielo entre el PSC y los partidos independentistas, por lo menos en el ámbito local. Pese a la tensión acumulada en los últimos días por el pacto de los socialistas con JxCat para presidir la Diputación de Barcelona, las negociaciones de última hora con los partidos de la oposición para cerrar la composición de las comisiones municipales tuvo premio para el nuevo gobierno integrado por comunes y socialistas. El cartapacio del gobierno local pactado por Ada Colau y Jaume Collboni consiguió 32 apoyos, once más que en la investidura de Colau, gracias al voto a favor de ERC, los dos regidores de Manuel Valls y los del PP.
Sólo JxCat votó en contra en los apartados referentes a las comisiones municipales, sus presidencias y composición, cuyo texto no se cerró hasta minutos antes del inicio de la sesión, marcada por la ausencia de Joaquim Forn, regidor electo por este partido y preso preventivo a la espera de la sentencia del juicio del procés, al que el Tribunal Supremo no autorizó a abandonar la prisión de Lledoners para asistir al pleno.
De hecho, los miembros del gobierno municipal esperaban un pleno tenso por esta circunstancia, pero respiraron aliviados tras el apoyo conseguido de ERC, pese a que el republicano Ernest Maragall fue muy crítico con la nueva corporación municipal, que a su juicio "da la espalda a la Barcelona de los derechos y las libertades". Ada Colau respondió al envite lamentando que no se haya permitido asistir a Forn, y aseguró que con esta sesión empieza "una nueva etapa" con un gobierno de 18 concejales, señalando a la oposición el derecho y el deber de fiscalizar y de ser propositiva.
Tras la tensión vivida en el pleno de investidura, marcado por la alianza de BComú y el PSC para barrar el paso a Esquerra con el apoyo de Valls, Colau y Collboni echaron mano de su tono más conciliador para señalar a ERC como socio preferente. Un guante aceptado por Maragall, pese a asegurar que no le había gustado el modo en que se ha negociado el reparto de comisiones. Finalmente, Esquerra presidirá las de Economía y Urbanismo, mientras los comunes asumen la de Derechos Sociales y el PSC la de Presidencia, un dibujo con el que los partidos del gobierno local han intentado desmentir las acusaciones de ningunear a la oposición.
El tripartito que en tiempos gobernó la ciudad de Barcelona bajo mando de Pasqual Maragall, y que después se trasladaría a la Generalitat, parece menos lejos de lo previsto tras la tormentosa sesión de investidura de Colau, en la que la alcaldesa sufrió duras imprecaciones de los independentistas concentrados en la Plaza Sant Jaume para expresar su rechazo al pacto con el PSC apoyado por Manuel Valls.
Menos cómoda es la posición de Junts en el Ayuntamiento, en el que ha pasado se segunda a cuarta fuerza, perdiendo la mitad de sus regidores, lo que se ha notado en el reparto de cargos en el Consistorio y el Área Metropolitana, los distritos y las empresas municipales. Pese a ello, JxCat sí ha apoyado esa votación, aprobada por unanimidad de todas las fuerzas con representación en el Consistorio.
Voto de confianza de Valls y PP
El nuevo gobierno local ha cosechado además el voto de confianza en el otro extremo del arco municipal. Tanto Valls como el líder local del PP, Josep Bou, explicaron su voto a favor del cartapacio municipal como un "voto de confianza" al PSC, con mayor peso en este gobierno municipal. Un peso que ya se ha hecho notar decisivamente en una cuestión fundamental para ambos grupos: la seguridad.
Bou ha deseado suerte a Albert Batlle, el nuevo Teniente de Alcalde de Seguridad, quien ha asumido con celeridad sus nuevas responsabilidades. Batlle ha cesado al anterior Comisionado de Seguridad, Amadeu Recasens, para incorporar al Ayuntamiento a un nuevo equipo integrado por personas con las que compartió la dirección de los Mossos durante el Govern de Artur Mas y Carles Puigdemont, que abandonó meses antes del 1-O.
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