La afirmación parecía hasta ayer osada: el socialismo sabe coaligarse, no teme a las alianzas y ha apostado por gobernar en coalición durante décadas. Para avalarla basta con mirar la historia reciente, no en Madrid, no por ahora, pero sí, y reiteradamente, en Euskadi. Pedro Sánchez debería preguntar al PSE, reclamarle la guía para cerrar acuerdos cuando se tiene todo en contra para saber entenderse. En el País Vasco quienes lideraron el PSE supieron hacerlo. Y no lo tuvieron fácil. Durante toda la democracia el País Vasco ha sido un granero de diferencias ideológicas, de creciente clima social convulso, de amenaza continua del terrorismo sobrevolando cabezas constitucionalistas, y un hervidero de convivencia entre familias políticas a derecha e izquierda y divididas entre sí en nacionalistas y no nacionalistas.
La historia política e institucional de Euskadi de las últimas cuatro décadas se escribe fundamentalmente con las siglas de un partido mayoritario, el PNV, pero con un respaldo insuficiente para poder gobernar en solitario. En él, el PSE ha sido el ‘Podemos’ vasco para los nacionalistas durante muchos años. El socialismo de Jauregui, Benegas, de Redondo Terreros y de Mendía se ha convertido en el apoyo de la derecha vasca de Arzalluz, Imaz, Urkullu y Ortuzar para poder gobernar.
En España la fragentación empieza ahora a exigir coaliciones si se quiere gobernar. Hace muchos años que lo hace en el País Vasco. Es lo que ha obligado a aprender y trabajar una cultura de pactos, alianzas y acuerdos transversales forzados por la necesidad y abiertos a la imaginación. En ellos el PSE ha ocupado el centro de la mayor parte de las operaciones. Nada que ver con la dificultad de entendimiento que la desaparición del bipartidismo parece haberse instalado en la política española.
Los socialistas han cerrado coaliciones de gobierno en Euskadi en cuatro legislaturas, a dos con el PNV y a tres incluyendo a EA
A nivel nacional, el repaso a la historia reciente sitúa como precedente de la dificultad de diálogo y acuerdo a Rajoy y como presente a Sánchez. El entonces presidente del PP necesitó diez meses y la abstención de parte del PSOE en 2016 para poder ser investido presidente de Gobierno. Ahora, Pedro Sánchez acumula casi tres meses sin lograr apoyos que aseguren su reelección para continuar como jefe del Ejecutivo. En esta ocasión el PP no parece dispuesto a devolver la cesión en forma de abstención parcial. A última hora, cuatro días antes del Pleno de investidura, las opciones de Sánchez para firmar la primera coalicion de Gobierno en un Ejecutivo de España parecen haberse multiplicado tras el paso atrás de Pablo Iglesias.
Cuatro coaliciones
Hasta ahora el máximo nivel de entendimiento se ha limitado a acuerdos de legislatura o a apoyos programáticos puntuales. Los ejecutivos de UCD de Adolfo Suárez y Calvo Sotelo gobernaron sólo con los suyos, los de José María Aznar y Mariano Rajoy tampoco abrieron la puerta del Ejecutivo a ajenos, y el PSOE de Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero también optaron por gobiernos monocolor. Ahora Pedro Sánchez puede romper esta tendencia.
El espejo del entendimiento entre diferentes lo tiene Sánchez en su propia formación. El Partido Socialista de Euskadi ha sabido formar parte del gobierno del País Vasco tanto en solitario como en coalición, hasta en cinco ocasiones. Formó parte del Ejecutivo vasco en tiempos de Ramón Jauregi, de Nicolás Redondo Terreros –hasta la ruptura por la firma del Pacto de Estella en 1998-, de Patxi López y lo hace ahora de Idoia Mendia. Nunca, salvo con Patxi López, como socio principal sino como complementario.
En Euskadi el PSE ha gobernado junto a la derecha nacionalista que representa el PNV, junto a la izquierda abertzale de EA o junto a la izquierda constitucionalista de Izquierda Unida. También lo ha hecho con una fórmula de apoyo externo del PP y en formatos de bipartito y de tripartito.
Gobernar el País Vasco no ha sido sencillo, no sólo por la violencia terrorista que durante prácticamente toda la democracia ha impuesto ETA, -con su amenaza a una parte de la clase política-, sino también por el tensionamiento parlamentario casi permanente que ha supuesto la presencia e ilegalización de la izquierda abertzale o la casi inasumible presión y fractura social que implantó ETA. También ha sido complicado por la pluralidad política que hubo que gestionar en la mayoría de las legislaturas: siete partidos en un parlamento de 75 escaños.
El contexto para los acuerdos era de extrema complejidad política y social por la convulsión de ETA y la fragmentación a siete del Parlamento
En Euskadi sólo ha habido tres gobiernos monocolor en once legislaturas. El último, el de Patxi López (PSE). Los anteriores, los dos de Carlos Garaikoetxea cuando formaba parte del PNV: la primera legislatura 1980-1984 y la segunda, (entre 1985 y febrero de 1985) hasta la crisis en el PNV que provocó su salida del ejecutivo –y llegada de José Antonio Ardanza- y posterior fundación de EA.
Con Ardanza y Urkullu
El PSE entró a forma parte de un gobierno de coalición en 1987 y no abandonó esta posición hasta doce años después, en 1998. Fueron sus tres primeras legislaturas como aliado preferente de Ardanza. En los Gobiernos de la tercera, cuarta y quinta legislatura, entre 1987 a 1999, los socialistas llegaron a copar la mitad de las carteras de los gobiernos. Nombres significados como Ramón Jauregui ocuparon la vicepresidencia del Gobierno en Euskadi. También consejeros que años después serían asesinados o heridos por ETA, como José Ramón Recalde o Fernando Buesa formaron parte de aquellos Ejecutivos en los años más complicados para hacer política en Euskadi. Rosa Díez, quien tiempo después abandonaría el PSE, fue consejera de Consumo, Comercio y Turismo entre 1991 y 1995.
En la quinta legislatura el romance político PNV-PSE comenzó a enfriarse. A la entrada de Eusko Alkartasuna al Gobierno tripartito se sumó el tensionamiento social y político. En el PSE de Nicolás Redondo Terreros, más partidario de marcar distancias con el nacionalismo y acercarse al constitucionalismo del PP que entonces lideraba Jaime Mayor Oreja, supuso la ruptura con aquel Gobierno en el que Juan José Ibarretxe esperaba su turno en la vicelehandakaritza como sucesor de Ardanza.
El acercamiento del PNV a la izquierda abertzale y los movimientos que le encaminarían hacia la firma de Lizarra precipitaron la salida del PSE del Gobierno sólo tres meses antes de que se firmara el pacto de Estella. A finales de junio de 1998 los tres consejeros socialistas dimitieron y el socialismo vasco puso fin a doce años de sintonía con el PNV. Acababa de comenzar la ‘era Ibarretxe’.
De la década larga de sintonía nacionalismo-socialismo se pasó a otro idilio en forma de coalición nacionalista. El nuevo lehendakari, Juan José Ibarretxe, comenzó la sexta legislatura (1999-2001) sentando en la mesa del Consejo de Gobierno a quienes trece años antes, en 1986, habían fracturado y dividido su propio partido, provocado heridas que perdurarían durante lustros: Eusko Alkartasuna. La coalición PNV-EA funcionó durante tres legislaturas. A partir de 2001 llegó a incorporar a Ezker Batua, la marca vasca de Izquierda Unida, conformando un singular tripartito de derecha e izquierda.
Sólo el pacto de Estella forzó la ruptura de una coalición socialista en tiempos de Nicolás Redondo Terrenos en 1998
El tensionamiento derivado del ‘Plan Ibarretxe’, la ilegalización de la izquierda abertzale y el fortalecimiento de bloques enfrentados entre nacionalistas y constitucionalistas hizo que la década de gobierno Ibarretxe (1999-2009) culminara haciendo realidad la vieja aspiración que Redondo Terreros y Mayor Oreja no pudieron completar. Sí la lograron Patxi López (PSE) y Antonio Basagoiti (PP) en las elecciones de 2009. La alta participación y los buenos resultados del PNV no fueron suficientes para impedir la elección del primer lehendakari socialista del País Vasco. Patxi López lo logró gracias al apoyo del PP y UPyD, y por la ilegalización de la izquierda abertzale, ocupar Ajuria Enea. Gobernó en solitario, pero con el respaldo de los populares en la Cámara vasca durante toda la legislatura.
Siete partidos y una amenaza
La fórmula se mantuvo el siguiente mandato, gobierno en solitario con apoyo parlamentario, pero con diferentes socios. Tras cuatro años de oposición y un profundo proceso interno de reorganización en el PNV, su presidente, en diciembre de 2012 Iñigo Urkullu se convertía en lehendakari con los únicos votos del PNV. La legislatura anterior había enfriado y roto en gran medida la sintonía histórica que los nacionalistas mantuvieron en tiempos de Ardanza con los socialistas.
El primer año de gobierno de Urkullu en minoría bastó para recomponer la herida. En septiembre de 2013 el PNV y el PSE suscribieron un acuerdo de estabilidad que, si bien no incluía su incorporación al Ejecutivo, sí sembraba el terreno para el reencuentro. La ‘pasarela’ para recuperar la alianza que tan buen resultado dio a nacionalistas y socialistas durante los años 90 fue un acuerdo de estabilidad. En él el PSE se comprometía a facilitar las cosas a Urkullu -entre ellas la aprobación de los presupuestos- y el PNV en ámbitos determinados y se acordaban en cuáles no.
Jauregui, Redondo Terreros y Mendia lograron cerrar gobiernos de coalición durante los años 90 y a partir de 2012
Fue la antesala del regreso de los gobiernos de coalición con el PSE como socio. En 2016 la reelección de Urkullu fue posible gracias al acuerdo de coalición que retornaba a los de Idoia Mendia a Ajuria Enea siete años después de abandonarla con cuatro consejerías. Y de ahí, a una extensión de pactos en diputaciones forales y ayuntamientos.
Los partidos en Euskadi han sabido entenderse. En la Cámara de Vitoria nadie sabe lo que es ostentar una mayoría absoluta en solitario, tampoco el PNV. Las alianzas en un parlamento que desde siempre ha tenido una representación amplia y plural, con hasta siete partidos con representación en siete de las once legislaturas, han obligado a ello.
El mapa político vasco se ha dibujado con el PNV como fuerza dominante y con la izquierda abertzale, en su rosario de siglas o fórmulas, y el PSE como hegemónicas en la izquierda. Pero en los 75 escaños de Vitoria se ha aprendido a convivir con escisiones de la derecha y la izquierda, en ocasiones con un peso determinante, que han ido desde Euskadiko Ezkerra (EE) hasta Unidad Alavesa (UA), la UCD, Unión Progreso y Democracia (UPyD) hasta Aralar o Ezker Batua.
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