Es el resultado de saber situarse en el lugar donde más y mejor sople el viento. Un siglo largo de vida, 124 años, haciéndolo dan para mucho. No todos han sido en el centro de la tormenta, los más se vivieron en el exilio o en la búsqueda del espacio político. Pero con los últimos años, los de la reinstauración de la democracia, le han valido al PNV para granjearse la etiqueta de negociador preferente de la democracia española, que durante un tiempo compartió con el soberanismo catalán. Nunca lo hizo gratis, pero eso no ha sido óbice para ser visto como uno de los mediadores de cabecera.
A él han recurrido derecha e izquierda. Hasta ahora le venían a buscar, ahora, los jeltzales que lidera Andoni Ortuzar incluso se postulan como facilitadores de acuerdos en el revuelto patio político de nuestro país. Lo hicieron con Felipe González, lo repitieron poco después con Aznar, con Zapatero, con Rajoy y ahora, vuelven a ofrecer la mano tendida al fracasado aspirante a la presidencia del Gobierno de España, Pedro Sánchez. Un partido nacionalista convertido en una suerte de salvador de la estabilidad del país del que sueña un día poder independizarse.
Pero al PNV no sólo le han venido a buscar para mediar acuerdos, completar mayorías o engrasar bloqueos. En la lista de funciones de mediación del centenario partido que fundaron los hermanos Sabino y Luis Arana en 1895, aparecen episodios en el final de ETA, ‘asesoría’ a empresarios ante la petición del ‘Impuesto revolucionario’, intentos para postularse en el puente entre la organización terrorista y el Gobierno o el fracasado empeño para desbloquear el desarme haciendo del Ejecutivo vasco el puerto final de la ruta de ETA.
Los nacionalistas vascos han salido 'al rescate' de González, Aznar, Zapatero, Rajoy y Sánchez en sus momentos más delicados
En la historia más reciente del PNV aparecen también otros episodios fracasados de su mediación, como el infructuoso intento de Urkullu para frenar la Declaración Unilateral de Independencia de Carles Puigdemont. También fracasaron cuando se recurrió a los nacionalistas como interlocutores con el independentismo catalán para instarles a apoya las cuentas de Sánchez.
Experiencia negociadora
El pasado jueves el líder del Grupo Vasco en el Congreso, Aitor Esteban, volvió a ofrecer la experiencia del PNV para resolver entuertos, para cerrar acuerdos. Primero recordó los errores de manual cometidos por ambos negociadores: dejar pasar el tiempo, no buscar más empatía y complicidades y ser demasiado ambiciosos, “la avaricia rompe el saco”, les recordó. “El cielo se conquista nube a nube”, le recomendó al líder de Podemos, y al candidato, que aún no debía “arrojar la toalla”. Horas después, el propio Pedro Sánchez recurría a esa expresión en una entrevista televisiva para asegurar que lo seguiría intentando.
La senda para no repetir errores, por si quería seguirla, se la había marcado el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, en redes sociales: “Primero programa; diseño de un gobierno, después y reparto de áreas, al final”. Y ello sin olvidar el “contacto permanente” con el resto de formaciones “que debemos hacer posible la investidura”. Un mensaje que completó mostrando la disposición del PNV a ofrecer “con humildad y sin pretender dar lecciones a nadie” su experiencia negociadora en coaliciones y pactos de gobierno.
Es la enésima mano tendida a un presidente del gobierno por parte de los nacionalistas vascos. La han extendido a todos y ni uno sólo la ha rechazado. Felipe González la aceptó en 1993 para ser investido en el periodo de mayor debilidad del PSOE. Aznar hizo lo propio nada más llegar al Gobierno, pactando mejoras para Euskadi con Arzallus en el despacho del presidente del PP. Zapatero recurrió al PNV en los momentos de debilidad, lo hizo en 2011 para pactar los presupuestos. Su sucesor, Mariano Rajoy, también terminó por convertir al PNV en su aliado, en su socio preferente e incluso en un interlocutor aceptado para buscar una salida a la crisis catalana. Fue el PNV quien salvó los últimos presupuestos del ex presidente del Gobierno, lo hizo una semana antes de que facilitara su caída apoyando la moción de censura.
El PNV ha aplicado siempre la máxima de la discreción y de las relaciones personales como receta clave para engrasar todo tipo de negociaciones
Ahora, el nuevo presidente, Pedro Sánchez, también ha recurrido al PNV como aliado bisagra con capacidad de interlocución con sus socios más impredecibles, el independentismo catalán. Lo ha hecho de modo precipitado. Los jeltzales se sienten maltratados por el PSOE, ignorados y sin ser tenidos en cuenta en el proceso de investidura que ha centrado los esfuerzos en Iglesias y su formación y que ahora Sabin Etxea se ofrece para reconducir.
Mediación y apoyo con 'precio'
El diálogo con vocación de acuerdo para facilitar la estabilidad institucional es el mantra que ha guiado al PNV de Urkullu y Ortuzar. La inestabilidad la promovió su predecesor, Juan José Ibarretxe y el partido salió escaldado: se fue a la oposición por primera vez en Euskadi. La centralidad no sólo es más apreciada por la ciudadanía sino incluso más beneficiosa para los intereses del País Vasco, suelen recordar en el partido.
Los datos lo corroboran. Convertirse en un facilitador, mediador o socio ‘amable’ que busca la estabilidad le ha proporcionado al PNV la década de mayor rédito institucional y más beneficio. Además de gobernar Ajuria Enea, también tiene el poder de las tres diputaciones vascas, las tres capitales y la mayoría de los municipios de Euskadi. A ello suma logros que se cuantifican con cifras abultadas. El apoyo a Rajoy le reportó la liquidación del Cupo y con él la devolución de 1.400 millones y hasta 37 acuerdos en materias que iban desde el Tren de Alta Velocidad, la reforma de la tarifa eléctrica, la cesión de la central de Lemóniz o la presencia de la Ertzaintza en organismos internacionales.
En sólo unos días, a quien cobró debidamente su aportación para ser presidente de España fue a Pedro Sánchez. Esta vez la factura se centró en uno de los elementos que Rajoy nunca accedió a abordar: el cumplimiento del Estatuto de Gernika. En cuestión de meses, el presidente del PSOE había cerrado un calendario de transferencias de competencias pendientes con Euskadi.
Los nacionalistas han explotado con réditos cuantiosos su centralidad y su interlocución con el independentismo catalán
Dicen que los incendios se evitan en invierno, desbrozando la montaña y dejándola limpia para dificultar que se propague el fuego cuando llegue. El PNV gusta recordar que los acuerdos deben trabajarse como los montes, con mucha antelación, en tiempos de paz institucional y sin descuidar el mantenimiento. Un pacto no se logra en cuestión de días, requiere de otros ingredientes, como engrasar y cultivar la interlocución personal y saber moverse siempre con discreción, el elemento clave de cualquier negociación.
Ser el mediador de referencia no siempre da réditos. En Sabin Etxea aún escuece el paso dado para salvar a Puigdemont del desastre. Iñigo Urkullu forzó la mediación con el entonces president y el presidente Rajoy para evitar la DUI por un lado y el 155 por otro. El lehendakari incluso creyó tener su palabra para no proclamar la independencia de Cataluña y optar por unas elecciones. Cuando todo parecía encarrilado, pudo más la presión social y política, la “rebelión de la calle” le diría Puigdemont, y la DUI fue presentada y aprobada en el Parlament. El 155 llegó poco después.
Interlocuciones fallidas
Fue Puigdemont quien recurrió a él para que mediara. Después lo harían empresarios catalanes y otros sectores de la sociedad catalana. Lo detalló todo en su comparecencia como testigo ante el Tribunal Supremo. El president, ya fugado, le reprochó al lehendakari no contar toda la parte del “relato” o faltarse “una parte de la memoria”. Fue el final de una relación entre el PNV y la parte más extrema de la antigua CIU. El último acto de una enfriamiento y distanciamiento entre el nacionalismo vasco institucional y el soberanismo catalán. En ese contexto, la opción de que la figura del ‘relator’ que el Gobierno Sánchez sondeó y que situaba a Urkullu como una de las opciones preferentes, nunca se contempló como viable en Sabin Etxea.
La mediación entre Rajoy y Puigdemont o la mano tendida a ETA para su desarme, entre los mayores fiascos de Sabin Etxea
También fracasó la mediación con ETA. En su intento por facilitar el final de la banda, el PNV siempre participó en iniciativas como los acuerdos de Ayete, previos a la declaración de final de su actividad armada -20 octubre de 2011-. En ellos se dibujaba el camino hacia el desarme y disolución de la organización terrorista. El PNV no sólo respaldó, al menos inicialmente, la labor de los verificadores internacionales promovidos por la izquierda abertzale sino que se ofreció para romper el bloqueo impuesto por el Gobierno de Rajoy. El Ejecutivo no daría ni un paso para facilitar a ETA su desarme ni una posible negociación sobre sus presos, si no se disolvía previamente.
Urkullu ofreció el Gobierno vasco como interlocutor para esa entrega de armas sin exigir una disolución previa. En diciembre de 2014 brindó a ETA la conformación de una suerte de “Comité de desarme” ante el que la banda podría entregar su arsenal. Lo integrarían su Ejecutivo, los verificadores internacionales y representantes del Foro Social. Sería un desarme “rápido, verificable y efectivo”. ETA siempre desoyó al Gobierno vasco, al PNV.
La mediación del PNV incluye episodios más duros. En los años en los que la extorsión de ETA a empresarios vascos se había extendido, muchos recurrían al partido en busca de ayuda, de mediación. Por esta causa fue imputado primero, desimputado después, un sobrino del lehendakari José Antonio Agirre y miembro del Euskadi Buru Batzar, Gorka Agirre. En su declaración ante Baltasar Garzón, el responsable de Relaciones Internacionales del PNV –ya fallecido- aseguró que muchos amenazados acudían a la sede del partido en busca de asesoramiento tras recibir la carta de extorsión para pagar el llamado por ETA ‘impuesto revolucionario’. Siempre negó haber mediado y aseguró que recomendaba no pagarlo, tal y cómo establecía el PNV, que preveía a expulsión a los militantes que lo abonaran. En octubre de 2008 Garzón retiró la imputación contra él por no hallar indicios de su colaboración con el aparato de extorsión de ETA. Falleció cinco meses después.
Y la cartera de servicios de mediación en las que se ha implicado el PNV se incluye también la crisis migratoria. En enero de 2017, Urkullu viajó hasta Roma en busca de una solución a la crisis migratoria que azotaba Europa. La vio en la Comunidad de San Egidio, de la Compañía de Jesús, que acumula una larga experiencia en habilitar fórmulas de acogida a refugiados. El lehendakari se postuló para poner en marcha una experiencia piloto en Euskadi para, a través de “visados humanitarios”, establecer corredores para la acogida de estas personas.
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