La amenaza de elecciones el 10 de noviembre frustra los planes de retirada de Pablo Iglesias de la primera línea política. El líder de Podemos lo tenía todo preparado para marcharse con honores. A pesar de las dos debacles electorales sufridas, y de llevar a su partido de 71 a 42 diputados, la entrada del Partido Comunista en el Gobierno de España por primera vez desde la Segunda República- "una oportunidad histórica", según el mantra de la izquierda- le ofrecía una salida digna. Tanto si él formaba parte del Ejecutivo como si no. Por eso le costó tan poco dar un paso atrás por exigencia de Pedro Sánchez.
Iglesias lleva tiempo dando muestras de su cansancio con la política institucional. Ya en una conferencia en los cursos de verano de la Universidad Complutense en julio de 2016 mostró su hartazgo con el trabajo parlamentario. Hablando sobre el millón de votos que había perdido tras la confluencia con IU para la candidatura de las segundas elecciones, Iglesias se preguntaba si ese electorado volvería cuando Unidos Podemos fuera una fuerza más integrada en el sistema, en vez de un partido de "outsiders".
"Eso está por ver". "El trabajo parlamentario puede ser maravilloso, o puede ser el camino hacia el cretinismo político, eso nunca se sabe. ¿Nos va a beneficiar el trabajo parlamentario o nos va a convertir en ratones de un Congreso que empecemos a parecernos a aquellos con los que convivimos en la dinámica parlamentaria? Yo he salido muy asustado de estos seis meses; de juntas de portavoces semanales, de ruedas de prensa semanales en las que tenemos que hablar con todos; bueno, no está muy claro que ése sea el escenario más cómodo ni más eficaz políticamente para nosotros", explicaba.
¿Cuántos de estos tiene Iglesias?. ¿Cuándo debemos créerle?. Tengo tendencia a pensar que cuando se habla así se dice lo que de verdad se piensa. Y que cuando se habla desde la Tribuna no se es tan sincero ni tan claro. pic.twitter.com/YgBtlxJiBX
— Oscar Puente (@oscar_puente_) July 27, 2019
También en un vídeo que estos días corre por las redes sociales, Iglesias asegura que su objetivo es acabar con el capitalismo, no construir el socialismo. "En una sociedad capitalista yo me dedicaría a escribir libros de cine. ¡Qué tostón decidir cuántas farolas vamos a poner aquí! Y vamos a ponernos a pensar y a gobernar... no, no, no, no hay erótica en eso", explica.
Hastiado de esa actividad, sólo sus programas de televisión sobre cine, política y series de televisión le motivan profesionalmente. En el ámbito personal, la formación de una familia con Irene Montero y la posibilidad de legarle un partido que ella ya controla le permitiría disponer más tiempo para dedicarse a sus intereses: sus hijos, la televisión, el cine, dar conferencias por el mundo y la política internacional, siguiendo la estela de dirigentes como José Luis Rodríguez Zapatero.
Para poder marcharse con honores, Iglesias necesitaba un gobierno de coalición que se ha frustrado y a Irene Montero como vicepresidenta. Por eso el requisito de la vicepresidencia era imprescindible para el acuerdo y a él sometió Podemos toda la negociación. Hasta Pedro Sánchez lo denunció en televisión, asegurando que el 99,9% de sus conversaciones con Iglesias habían girado en torno a los cargos y, especialmente, sobre la existencia de una vicepresidencia para Podemos.
La portavoz parlamentaria y pareja de Iglesias ya tiene el control efectivo del partido. Tras la salida de Íñigo Errejón y la purga en Podemos, todos los dirigentes de la formación, desde Rafael Mayoral hasta Ione Belarra, pasando por Juanma Del Olmo y Yolanda Díaz, son de su confianza y responden ante ella. El resto del "pablismo" que permanecía en la cúpula del partido, con Pablo Echenique a la cabeza, fue defenestrado tras caer en desgracia ante la portavoz. Ese poder interno se consolidaría con la entrada en el Ejecutivo y permitiría a Iglesias seguir operando en la sombra, desde el chalet de Galapagar, y pasar a la historia como el hombre que llevó a la izquierda más allá del PSOE al Gobierno de España.
Como ha informado ElDiario.es, a finales de mayo cenaron Zapatero, Pablo Iglesias e Irene Montero porque la portavoz de Podemos "quería conocer" personalmente al ex dirigente socialista. Desde entonces, Zapatero ha venido asesorando a Iglesias, como él mismo reveló en la tribuna del Congreso, cuando espetó a Pedro Sánchez que una "autoridad moral" en el PSOE le recomendaba que "renunciara" al Ministerio de Trabajo a cambio de las competencias en políticas activas de empleo.
No es la primera vez que Zapatero interfiere en las relaciones entre PSOE y Podemos. Ya en enero de 2015, José Bono, Zapatero y Emiliano García-Page cenaron con el líder de Podemos y su entonces número 2, Íñigo Errejón, en casa de Bono. "A la semana de esta reunión yo hablé con Pedro Sánchez y se lo conté con todo lujo de detalles", explicó en su día el ex presidente de Castilla-La Mancha y del Congreso. "Se trataba de una reunión de cáracter personal y hablamos fundamentalmente de Venezuela", aseguró Bono en Cuatro.
Con la entrada en el Gobierno de la dirigente de Podemos, Iglesias habría completado un plan que ahora se frustra. La amenaza de elecciones le cierra la puerta de salida porque buena parte de las confluencias de su partido le señalan como el culpable de unas nefastas negociaciones con el PSOE. Si se repiten las elecciones, él deberá asumir la responsabilidad y volver a ser el candidato, retrasando su anhelada sucesión. Si los comicios se celebran y, como señalan las encuestas, Podemos empeora notablemente sus resultados, quedándose en una veintena de diputados, la entrada en el Gobierno sería prácticamente imposible y su marcha, en vez de ser glosada en los libros de historia, se produciría con deshonor.
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