Pablo Casado intentó colocar a Ignacio Cosidó en el gobierno de coalición de Castilla y León dentro del enorme sudoku con el que ha ido encajando las piezas de la nueva ejecutiva popular y de los Grupos Parlamentarios del Congreso y del Senado, según ha podido saber El Independiente de fuentes de la dirección popular. Fue uno de los nombres que quiso salvar tras dejarle fuera de la Cámara Alta para sustituirle por el que era "número tres" del PP, Javier Maroto, senador por designación del Parlamento de esa misma Comunidad.
Sin embargo, los populares castellanoleoneses pusieron pie en pared ante la nueva petición de Génova. Y es que una cosa era aceptar el nombre de Maroto como senador autonómico, para lo que tuvo que empadronarse en un pueblo de la región con que demostrar algún tipo de vinculación al territorio, y, otro, "que acabaran haciéndole el gobierno a Alfonso Fernández Mañueco", presidente de la Comunidad.
El argumento esgrimido por la dirección regional fue "que los mismos motivos que impiden que Cosidó siga en el Senado valen para el gobierno de la Comunidad". Y estos motivos se resumen en dos palabras: Tándem y Kitchen. El primer caso hace referencia a la investigación global de las andanzas del ex comisario Villarejo; el segundo, pieza separada de esta macrocausa, al supuesto espionaje policial al ex tesorero del PP Luis Bárcenas y todo ello mientras Cosidó fue director general de la Policía.
Frustró el pacto para la renovación del CGPJ
También acabó "tocado" tras reenviar un Whatsapp en el que se hablaba del supuesto control de la Sala Segunda del Supremo, que debía juzgar a los imputados por el 1-O, y del Consejo General del Poder Judicial bajo la presidencia del juez Marchena, tal y como pactaron con el PSOE. El escándalo que provocó dicha revelación fue mayúsculo hasta el punto de que el acuerdo saltó por los aires, pero Cosidó de salvó de aquello porque, no siendo el autor del controvertido mensaje, mantuvo silencio sobre su autoría, que apuntaba a un alto cargo de Génova.
Sin embargo, la celebración de las elecciones autonómicas le puso fecha de caducidad aunque siguiera como portavoz del Senado en funciones hasta la semana pasada. De hecho, acudió al debate de investidura de Pedro Sánchez el 22 de julio para escuchar la intervención de su jefe de filas. A sabiendas de que Génova no quería ya a Cosidó en el Senado, los populares de Castilla y León aspiraban a poder proponer como senador por designación autonómica a su ex presidente Juan Vicente Herrera, después de quedarse fuera de las listas europeas para las que hubo bofetadas.
El PP castellanoleonés ya había acatado la petición de Casado de proponer a Maroto para el Senado
Pero sus planes se frustraron ante la petición de Casado de imponer a Maroto. Eso sí, se negaron en redondo a incorporar al ex portavoz parlamentario en el Gobierno autonómico. "Una cosa es aceptar una petición de la dirección nacional de tu partido sobre la propuesta de senador de la dimensión de Maroto y otra entrar en la que debe ser la decisión personal de un presidente de Gobierno. Casado tampoco admitiría que nadie le hiciera el Ejecutivo si llega a Moncloa", aducen las fuentes consultadas recordando la constitución del gobierno de coalición con Ciudadanos.
No ha querido hacer sangre con nadie
Así, se frustró uno de los encajes que tenía previsto hacer Pablo Casado para dejar el menor número de damnificados dentro de la amplísima remodelación del partido. Hay que reconocerle sus intentos porque nadie quedase descolocado. Que Javier Arenas o Fernando Martínez-Maillo, hayan acabado de vicepresidentes de las comisiones de Constitucional y de Unión Europea del Senado, respectivamente, da una idea de que no ha querido hacer especial sangre con nadie. Quién más quien menos tiene un hueco en la nueva "era Casado", a pesar de haber dado la vuelta al partido y marcado un perfil propio contra la opinión de muchos de sus barones territoriales y dirigentes del partido del área más moderada.
Quizá el que ha dejado entrever un entusiasmo perfectamente descriptible es el presidente de la Xunta gallega, Alberto Núñez Feijóo, que ha visto salir de la cúpula popular a Marta González, ya ex vicesecretaria de Comunicación y una de las personas de su más estrecha confianza.
Interrogado este martes por la designación de Cayetana Álvarez de Toledo para la portavocía popular, se limitó a comentar que "soy muy disciplinado con el presidente del partido, de la misma forma que yo le pido a los dirigentes del Partido Popular en Galicia que respeten mis competencias cuando adopto la decisión de proponer como portavoz del grupo parlamentario a una persona u otra”. Y agregó: “El tiempo dará o quitará razones si son buenos o malos nombramientos”.
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