España avanza a una velocidad vertiginosa hacia el 10 de noviembre, fecha en que el país estará llamado de nuevo a las urnas por cuarta vez en tan solo cuatro años salvo que alguien utilice el freno de emergencia. Pero el calendario apremia, los tiempos se agotan y las negociaciones se estancan. Y si el 23 de septiembre no está constituido un Gobierno, formaciones políticas y ciudadanos se verán abocados sin remedio a otras elecciones generales a tan solo cinco meses de distancia de los últimos comicios del 28 de abril, y después de los de diciembre de 2015 y junio de 2016.
Durante meses se ha asistido a un tira y afloja constante entre los dos potenciales socios de un Gobierno para España tras el fragmentado resultado del 28A. Y tras semanas de negociación, de órdagos, de mensajes por whatsapp y de incluso una investidura fallida, PSOE y Podemos siguen en la casilla de salida, retrasando los contactos 'formales' hasta el mes de septiembre. Los unos quieren un Ejecutivo en solitario y rechazan frontalmente la posibilidad de coalición con sus homólogos morados. Y los otros siguen obcecados en que en el Consejo de Ministros haya asientos para nombres como el de Irene Montero.
De Pedro Sánchez y de Carmen Calvo, su brazo político en las negociaciones, dependía el todo o la nada en julio: o lograba conseguir los apoyos morados para ser investido con todo lo que ello conllevaba -llegó a ofrecerle una vicepresidencia social a ocupar por la número dos del partido y las carteras de Vivienda, Sanidad e Igualdad- o fracasaría en su intento ante la reiterada negativa de Pablo Casado y de Albert Rivera a facilitar ni su investidura ni su legislatura. Pero todo saltó por los aires cuando los morados calificaron la oferta de puramente "decorativa" al no ceder en el pulso por controlar el Ministerio de Trabajo, Transición Ecológica o, como pedían sin atisbo de duda, Hacienda, y no hacerlo incluso después de que Pablo Iglesias recogiese su papeleta de la urna de nombres de Podemos para sentarse al lado de Pedro Sánchez durante los próximos cuatro años.
Durante la sesión de investidura fallida, que se negoció in extremis en las últimas 48 horas, Adriana Lastra fue la encargada de dar el estoque final y poner encima de la mesa lo mal que se había digerido en las filas socialistas el "desprecio" de Unidas Podemos, con 42 asientos en el Congreso frente a los 123 del PSOE, al tirar por la borda la posibilidad de sellar un Gobierno de izquierdas.
"Esta negociación ha estado lastrada porque (Pablo Iglesias) se ha negado a asumir el resultado electoral", declaraba la portavoz parlamentaria, al tiempo que denunció que "públicamente no ha dejado de hablar de proporcionalidad pero en privado nos exigía controlar más de la mitad del gasto público (...) para ustedes la igualdad es un jarrón chino (...) y lo que quería era usar estas negociaciones para conseguir lo que los ciudadanos no le han dado". La investidura fracasó. Las relaciones se quebraron. Y ese discurso de Lastra ha marcado el tono en que se ha movido Moncloa desde entonces. "Señor Iglesias, todo tiene un límite. Y usted lo sobrepasó".
La postura de Sánchez es ahora más nítida que nunca. En resumidas cuentas, o hay un Gobierno a la portuguesa, con acuerdo programático secundado y apoyado externamente por Podemos, o vamos a elecciones. Ya no es una opción para el socialismo gobernar en coalición. Esa vía "está cerrada", "es inviable" y es "imposible". Ya no, "porque el momento era julio" y "el tiempo no pasa en balde", como se apresuró a justificar Carmen Calvo esta misma semana.
Ya no es una opción para el socialismo la coalición por el "desprecio" de Podemos durante la investidura fallida de julio
Todas las miradas están ahora, por tanto, dirigidas a un único blanco: Pablo Iglesias tiene en su haber la llave con la que abrirá el futuro de la ciudadanía. Su decisión, por el momento y a la espera de una reunión formal en septiembre, es firme. No habrá investidura "gratis" y no aceptarán el "trágala" de Pedro Sánchez, es decir, la posición de "o como yo digo o elecciones", como recogía en una carta enviada a las bases. Frente a ello, ofreció hasta cuatro fórmulas de cogobierno a Sánchez, en todas ellas manteniendo las líneas rojas que hicieron fracasar la investidura en julio, rechazadas en cuestión de horas por Ferraz.
Las opciones de Iglesias se reducen a tres. La primera de ellas sería ceder y aceptar que Pedro Sánchez gobierne en solitario a cambio de un acuerdo programático "progresista" y "abierto" pactado con Podemos en el que lleva trabajando Moncloa desde antes de las vacaciones del Presidente en funciones, que se ha reunido -y se reunirá- con decenas de colectivos sociales y formaciones políticas en el margen de una estrategia de presión hacia el líder morado.
La segunda carta que puede jugar Podemos es la de investir al líder del PSOE 'gratis', sin acceso al Consejo de Ministros, y jugar después un papel de contrapeso y torpedeo continuo al Ejecutivo monocolor. Un Gobierno en solitario, avisan, sería "inestable" y "abocaría a elecciones en los próximos meses", como ocurrió tras la moción de censura a Mariano Rajoy.
Y la tercera y cada vez más probable opción que maneja Podemos es forzar una apertura de urnas. El responsable de negociaciones con el PSOE, Pablo Echenique, ya ha retado al Ejecutivo a hacerlo pese a ser un movimiento "irresponsable" y ha tratado de sacar fuerzas de flaqueza ante una eventual repetición electoral. "Si fuera por sondeos, estamos mejor que estábamos en marzo", apuntaba el ex secretario de Organización.
Iglesias maneja varias cartas, pero muy poco tiempo para elegir una. Si la reunión con Sánchez en el margen de la ronda de contactos que ha preparado el Ejecutivo tras sus vacaciones en Doñana fracasa y el 23 de septiembre no hay Gobierno, el Rey disolverá las Cortes al día siguiente y el BOE publicará la nueva convocatoria de elecciones. Será entonces cuando todas las formaciones políticas se embarquen desde el minuto uno en una campaña electoral a contrarreloj de siete días de duración.
Nuevo bloqueo político en noviembre
Lejos de despejar la incógnita de la gobernabilidad, las eventuales elecciones de noviembre no harán sino llevar al espectro político a la misma situación que en julio. Al menos así lo evidencian múltiples sondeos, que firman mejores resultados para el PSOE, aunque no suficientes, y para el PP. Mientras, Ciudadanos iniciaría su descenso -perdería entre cuatro y siete escaños-, mismo destino que le deparan a Podemos, cuya predicción más optimista es la del estancamiento. Vox, por su parte, sería uno de los grandes perjudicados del retorno a las urnas por la situación de irrelevancia electoral en que le sitúan los sondeos.
El bipartidismo, siempre según las encuestas, ganaría fuerza en noviembre y comenzaría a trepar hacia un hipotético -y muy lejano- fin de la fragmentación política y de la pugna constante entre bloques ideológicos. Pero se enfrentaría, de nuevo, a otro inexpugnable bloqueo político.
Y la realidad electoral puede antojarse aún más negra para el fallido Gobierno de PSOE y Unidas Podemos. Según el último sondeo publicado por La Razón este viernes, la izquierda podría enfrentarse a una pérdida de hasta 800.000 votos y sufrir una desmovilización mayor aún que la de la derecha.
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