"Los españoles quieren un Gobierno progresista liderado por el Partido Socialista, que no dependa de fuerzas independentistas". Las intenciones estaban encima de la mesa desde el mismo momento en que se frustró la segunda votación de investidura del pasado 25 de julio. Según se arrancaban las hojas del calendario, la posibilidad de desbloquear la situación antes del 23 de septiembre -fecha límite para la repetición electoral- seguía anquilosada en la relación infructuosa entre PSOE y Podemos: los primeros se niegan a brindar ahora la oferta de julio -aunque sí altos cargos- porque "el tiempo no pasa en balde"; mientras los segundos conciben la coalición como algo indiscutible.
Pedro Sánchez quiere ir a elecciones a toda costa. Lo avala la reiterada negativa a negociar la coalición con Podemos; las entrevistas en los medios de comunicación; las ofertas programáticas -única vía que ofrece a los morados- enmarcadas en un halo de mitin electoral; la actitud no pasiva aunque sí pausada que ha mantenido en las negociaciones; y también las cuentas.
Y es que el presidente en funciones está ya más que instalado en una campaña electoral: prefiere someterse -y volver a someter a los españoles- a lo que dicten las urnas para tratar de esquivar la mayor pesadilla del Ejecutivo socialista: volver a depender no solo de Iglesias, sino de Rufián y Puigdemont, los mismos que tumbaron el Gobierno en el mes de febrero, cuando los independentistas votaron en contra de los Presupuestos Generales del Estado.
Las cuentas salen a nivel interno. El PSOE está convencido de que "está en su mejor momento electoral", aseguraban fuentes internas a El Independiente. Y está decidido a aprovechar la ventaja que le deparan la mayoría de las encuestas para esquivar la amenaza independentista. Esa predisposición explicaría por qué el Ejecutivo no ha realizado aún ninguna oferta en firme a PP y Ciudadanos, ambos enrocados en un 'no' incontestable.
Todos los sondeos apuntan a que los socialistas aumentarían el número de escaños el 10 de noviembre. Los internos hablan incluso de escalar hasta la horquilla de los 150 escaños, presagio que ya avalan dos recientes encuestas -de El Mundo y de El Español- que apuntan a que PSOE y Unidas Podemos lograrían incluso la mayoría absoluta en caso de repetirse comicios y no necesitarían una segunda votación de investidura -donde prima la mayoría simple- para sacar adelante otra hipotética investidura previo acuerdo entre ambas formaciones. Recordemos que uno de los argumentos utilizados en Ferraz para denegar la coalición ha sido precisamente la imposibilidad de llegar a la mayoría absoluta y necesitar el concurso de otros partidos políticos.
El batacazo del centro-derecha
Aunque llegada la hora de la verdad la suma de la izquierda no diese mayoría absoluta, a Sánchez le seguiría beneficiando la repetición electoral para conseguir dar esquinazo al independentismo en segunda votación, donde priman únicamente más síes que noes. Los sondeos más pesimistas con el socialismo -como el de La Razón- otorgan a Sánchez un incremento de entre cuatro y siete escaños, unos números más que suficientes con los asientos que obtendría Podemos -pese a que las encuestas le deparan un leve descenso, se estancaría en la horquilla de los 40 diputados-, aunque debería sumar a la ecuación del 'sí' el actual único diputado del PRC, el de Compromís y los seis del PNV.
Precisamente este miércoles el presidente de los nacionalistas vascos, Andoni Ortuzar, suavizó la postura con el Ejecutivo y abrió la puerta al 'sí' a Sánchez, previa reunión con el mismo. "Si en el último minuto todo depende del PNV, esto saldrá adelante", declaraba Ortuzar en rueda de prensa en el marco de evitar la repetición electoral, predisposición que ya entra dentro de las cábalas de Ferraz.
Del mismo modo, los 155 votos negativos que Pedro Sánchez cosechó en la investidura fallida de julio también menguarían dado el evidente retroceso que registraría el centro derecha. La notable mejora del PP en una eventual repetición electoral se vería lastrada por la caída de Vox y el batacazo de Ciudadanos -entre 19 y 23 escaños menos según las últimas encuestas-, auspiciado en parte por la huida de votantes al PP y, en menor medida al PSOE, provocado por el debate interno abierto dentro del partido por el giro a la derecha que dio Albert Rivera desde el 28-A y cuyas disidencias llevaron a la dimisión de pesos pesados como Francisco de la Torre o Toni Roldán.
El 'no' de JxCat también perdería efecto, pues continuaría la tendencia iniciada el 28-A y ERC monopolizaría prácticamente el voto independentista, formación que con sus 15 escaños se abstuvo en el mes de julio. El líder de los republicanos catalanes, Gabriel Rufián, ha suavizado su discurso con el Ejecutivo y ha dejado caer su intención de mantenerse en la abstención para facilitar la investidura de Sánchez en una hipotética segunda sesión de investidura, unos votos que, de cumplirse las cuentas, no condicionarían la formación o no de un Gobierno de izquierdas en noviembre.
De hecho, lejos de hacer concesiones al independentismo, Sánchez ha remarcado en su propuesta programática de 370 medidas un guiño al constitucionalismo catalán: la tajante negativa a consentir un referéndum de autodeterminación, que sustituirá por un "diálogo entre catalanes y también entre el Gobierno de España y la Generalitat" pero "siempre dentro de la Constitución".
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