Mientras Unidas Podemos estiraba la ficción de la posibilidad de una coalición de gobierno que salvara la investidura de Pedro Sánchez, en el cuartel general de los socialistas se preparaban para las elecciones. El candidato del PSOE empeñó buena parte del mes de agosto en reuniones con una veintena de colectivos sociales para renovar su oferta programática a Pablo Iglesias. De cara a los focos, Sánchez habrá celebrado a mitad de septiembre tres actos electorales en toda regla: la presentación de esas 377 medidas, un reunión con alcaldes y concejales socialistas y otra con los barones del partido el próximo sábado en Logroño.
El día que finaliza el plazo para una investidura, el lunes 23 de septiembre, el presidente en funciones iniciará una estancia de cinco días en Nueva York para dar una conferencia sobre cambio climático ante la Asamblea General de la ONU. Esa imagen de estadista será uno de los ejes de la campaña socialista que ya se ultiman en Ferraz. Fuentes de la dirección del partido explican que el candidato apelará a la necesidad de una gobernabilidad clara y no ocultará la amenaza de crisis económica que se cierne para intentar reunir el voto desde la extrema izquierda de Podemos hasta el centro de Ciudadanos.
La cúpula socialista da por amortizado el llamamiento a frenar una posible mayoría de las derechas que sirvió de acicate para la movilización del electorado progresista el 28 de abril. A pesar de las advertencias sobre el aumento de la abstención, en Ferraz dan por segura que la participación se mantendrá por encima del 70% y que una desmovilización no sólo perjudicaría al PSOE, sino también al resto de partidos.
Una vez que Sánchez ganó las elecciones, estos comicios se presentan más bien como un plebiscito para consolidarlo frente a Pablo Iglesias, que presumiblemente ahondaría en la debacle electoral sufrida en las últimas generales, donde pasó a ser cuarta fuerza política del país. La imagen del candidato socialista como más fiable que el líder de Podemos a la hora de combatir desafíos como la desaceleración económica, el pulso independentista y retos internacionales como el Brexit serán sus principales bazas en campaña.
Las acusaciones de PP y Ciudadanos desde la moción de censura a Sánchez por intentar instalarse en el poder a toda costa también quedan desactivadas ahora. Ni ha pactado con los independentistas la investidura ni ha cedido a las exigencias de Iglesias para mantenerse en la Moncloa. En Ferraz creen que, al igual que ocurrió en las primarias socialistas, esa coherencia y el hecho de primar la gobernabilidad de España sobre la conservación del poder será recompensada por los ciudadanos.
Para mantener su perfil de izquierdas, el PSOE también ha recuperado en septiembre la memoria histórica y la ley de eutanasia como principales iniciativas en su agenda social/parlamentaria, que también avanzará en materia feminista. Ambas se complementarán con la ofensiva que realice el Gobierno tras el fallo del Tribunal Supremo el próximo día 24 sobre la exhumación de los restos del dictador Francisco Franco. La conexión con el marco emocional del republicanismo español se avivará a partir de la decisión judicial.
Sin temor a sus rivales
A tenor de sus respuestas el miércoles al resto de líderes políticos durante la sesión de control en el Congreso, Sánchez se siente bastante más capacitado para ganarse la confianza del votante que Pablo Casado (PP), al que le dio consejos sobre cómo ejercer su liderazgo . "Yo también he sido un líder joven de mi partido", le recordó en tono displicente, antes de darle varios consejos. Más duro fue con Albert Rivera, al que directamente le acusó de aburrir con las líneas estratégicas de su discurso: Cataluña, Venezuela y ETA. "Innoven un poco", le recomendó.
Todos los sondeos apuntan a que los socialistas aumentarían el número de escaños el 10 de noviembre. Los internos del PSOE señalan incluso la horquilla de los 150 escaños, presagio que ya avalan dos recientes encuestas -de El Mundo y de El Español- que apuntan a que PSOE y Unidas Podemos lograrían incluso la mayoría absoluta en caso de repetirse comicios y no necesitarían una segunda votación de investidura -donde prima la mayoría simple- para sacar adelante otra hipotética investidura previo acuerdo entre ambas formaciones.
En cualquier caso, en Ferraz confían en que sea cual sea el resultado, el resto de partidos políticos se verá obligado a pactar o a abstenerse en la elección de Sánchez como presidente como ocurrió en octubre de 2016, tras las segundas elecciones de junio, cuando el PSOE decretó una abstención para evitar unos terceros comicios, después de defenestrar al líder socialista, que se negaba a facilitar la investidura de Mariano Rajoy, por lo que dimitió como diputado.
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