Ya van tres noches de barricadas, de agresiones, de incendios, tres noches de batalla campal que hacen de la ciudad de Barcelona un lugar gris, nada que ver con la "revolució dels somriures".
Sale el sol y hay calles cortadas, trozos de asfalto que ya no están porqué ardieron anoche. El servicio de limpieza de la ciudad trabaja a destajo para que todo vuelva a la normalidad lo más pronto posible. Pero eso va a ser muy difícil. No solo hay desperfectos en el mobiliario urbanístico, los vecinos salen a la calle buscando su coche o su moto, y gritan: "Joder, ¿qué coño han hecho". Les han quemado la moto o el coche, o al menos no están dónde ellos los habían dejado. Seguramente sean parte de las cenizas que estén recogiendo con la escoba un poco más hacia delante.
Todo esto se mezcla con el ritmo frenético, asiduo y diario de la ciudad. La gente va a trabajar, coge el autobús y los niños van a la escuela, hay una aparente calma. Las cafeterías y restaurantes, que anoche eran lugar de refugio para muchos ciudadanos asustados, vuelven a abrir sus puertas para servir cafés o un plato de pasta.
Algunos de los que anoche iban con la cara tapada repartiendo rollos de papel higiénico y lo que no lo son, seguramente hoy no vayan al instituto o a la universidad porqué estarán durmiendo tras sembrar el caos.
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