El vuelo de Íñigo Errejón llega con retraso al aeropuerto de Jerez. Es viernes 31 de octubre y el avión de Madrid llega cargado de políticos que desembarcan en Andalucía para abrir la campaña electoral. Fernando Grande-Marlaska, ministro del Interior; Miguel Arias Cañete (PP), Miguel Ángel Gutiérrez (Cs) y Juan Antonio Delgado (Podemos) le acompañan en un trayecto en el que se ha quedado dormido.
En Sevilla le esperan un centenar de personas en un pequeño recinto de la isla de la Cartuja asediado por los jóvenes que entran en un auditorio aledaño a un concierto de Operación Triunfo y riadas de zombis y payasos diabólicos que se dirigen al parque de atracciones Isla Mágica, que celebra la fiesta de Halloween.
"Al ver tanta gente joven en la puerta me he ido al concierto", explica José Antonio, un estudiante de 18 años de Ciencias Políticas que llega despistado. "Ya he ido a mítines de Pedro Sánchez, que también está en Sevilla, y hoy quería escuchar a Errejón", puntualiza su compañera Luisa, que considera que el líder socialista lanza "un mensaje muy sentimental del socialismo antiguo" frente a Más País, que a su juicio sí recoge "otras inquietudes de la izquierda más nuevas de cara al futuro".
Entre una docena de cámaras y ex políticos repescados de IU, de Podemos y de Adelante Andalucía, se encuentra el catedrático Javier Pérez Royo, mentor de la candidata por Sevilla, Esperanza Gómez, que no duda en ayudar a ambas campañas: la de Errejón y la de Pablo Iglesias. "La división me parece un disparate", insiste, mientras reconoce los problemas de Más País para "hacerse visible" en una campaña monopolizada por el conflicto catalán.
Precisamente la crisis en Cataluña no es uno de los fuertes de Errejón. En el mitin sólo se refiere a ella para criticar que se utilice de forma electoralista. Ya luego, en conversación con El Independiente, el candidato se resiste a decir sin ambages que los líderes del procès condenados no son presos políticos. "Creo que hay gente presa por haber hecho política que se ha podido saltar la ley en algunas cosas", responde.
P.- ¿Hay presos políticos en España, sí o no?
R.- Si por presos políticos se entiende que España es Turquía, no. Porque España no es una dictadura. España tiene una democracia muy mejorable, pero no es una dictadura. Ahora, hay gente cuya actividad política, que tiene el respaldo de dos millones de catalanes, les ha llevado a prisión. Y por tanto no es como si cazas a uno saltándose un semáforo, es como si la mitad de Sevilla empieza a saltarse semáforos.
P.- No les ha llevado a la cárcel su actividad política, sino saltarse las leyes. ¿Por qué esa resistencia a reconocerlo?
R.- El problema no lo tenemos con Junqueras, sino con que representan a casi la mitad de los catalanes. Y, por tanto, tenemos que reconquistar las ganas de la mitad de los catalanes de seguir en España. Ahora bien, mi padre fue preso político durante la dictadura de Franco y esto no es lo mismo, evidentemente. Creo que el independentismo se ha metido en un callejón sin salida hace tiempo, que ha prometido una cosa que no puede lograr y que nadie sabe cómo decírselo a los suyos.
P.- ¿Qué hay de cierto en esa leyenda de que usted tiene posiciones muy cercanas al soberanismo? ¿Procede de su etapa viviendo en Cataluña y de que su candidato en Barcelona sea próximo a la CUP?
R.- Yo viví una temporada por cuestiones personales en Girona mientras hacía la tesis doctoral, que es donde aprendí catalán y le cogí mucho cariño a Cataluña, a su lengua y a su cultura, pero trabajaba en la tesis y tenía una vida monacal. En mi proyecto de España está Cataluña, pero sé que eso no va a ser el resultado de una imposición, sino que está Cataluña porque quiere estarlo. Trabajo políticamente para que haya una mayoría sólida, estable y duradera de catalanes y catalanas que, reconociendo su singuralidad nacional, quieran estar en España. Y el candidato en Barcelona ya ha explicado por activa y por pasiva que no fue de la CUP, si lo fuera no lo escondería. Es incompatible ser de la CUP y estar en Más País porque cuando yo digo Más País me refiero a España.
P.- Pero usted comparte con Podemos toda esa visión sobre Cataluña que según Pedro Sánchez es incompatible con entrar en el Gobierno.
R.- Lo de Pedro Sánchez es una excusa porque no acepta que sólo tiene 123 diputados.
El presidente del Gobierno es la principal diana de sus críticas junto a las "tres derechas" en los mítines y entrevistas, que esquivan con habilidad la confrontación con Podemos. En dos tarjetas pequeñas dentro de un cuaderno rojo resume las ideas-fuerza que en los actos explica con brío: la irresponsabilidad de la repetición de elecciones, la necesidad de romper con el bloqueo, la defensa de las clases trabajadoras, el ecologismo y el feminismo. Como Errejón se marea en los coches, aprovecha las intervenciones de sus teloneros para terminar de perfilar su discurso.
P.- Pedro Sánchez ha dicho que le gustaría conversar con usted y que le parecen muy interesantes sus posiciones políticas.
R.- Me gustaría conocerle, sólo nos hemos cruzado en el Congreso como dos diputados. Y más allá de mi interés personal, es que el 11 de noviembre nos vamos a tener que poner de acuerdo todos. Y mi experiencia personal me dice que cuando te conoces cuesta menos ponerse de acuerdo.
P.- ¿Qué le diría?
R.- Lo personal me lo guardo, me interesaría charlar sin un índice, que la conversación fluya. Yo conozco un poco más a Pablo Casado, con el que tengo inmensas diferencias ideológicas, pero que me cae bien. O sea, que tengo una buena relación y me parece un tipo agradable. Un día me dijo: 'Íñigo, me presento a las primarias del partido, a ver si me das unos consejos'. Y yo le dije, 'pues como te dé consejo yo...' Y él respondió que en el PP eran nuevos en eso de las primarias... Pues eso, es una charla sin orden del día. Ahora bien, en lo político me gustaría decirle a Sánchez que no dude, que no titubee, porque del otro lado nunca titubean.
P.- ¿Y a Albert Rivera lo conoce?
R.- Muy poco. Pero siempre que me he cruzado con él lo he notado como tenso, como si siempre hubiera una cámara delante.
P.- Y ya que estamos, ¿a Santiago Abascal?
R.- No, pero conozco a Rocío Monasterio de la Asamblea de Madrid. A partir del 'buenos días' empiezo a estar en desacuerdo con todo lo que dice. Pero sin embargo es una persona que se prepara las cosas y con formación, y eso yo lo respeto. En el resto, todo en las antípodas.
P. -Usted se presenta para candidato a presidente del Gobierno. ¿Se ve como tal más adelante?
R.- Ahora no parece que vaya a ser así. Me presento para ser útil, lo fundamental es que quien encabece el Gobierno se ponga a trabajar para la gente que más lo necesita. Yo quiero transformar mi país y contribuir como mejor pueda. Ahora la mejor posibilidad es hacer que la gente que estaba harta y que se iba a quedar en casa vaya a votar y eso propicie un Gobierno progresista. ¿Qué va a pasar en el futuro? Hombre, para todo el mundo ser el presidente de su país sería un honor. Pero no está entre mis objetivos, no irrumpimos para eso. Pero si quieres a tu país y quieres hacerlo más justo siempre sería un honor.
Al finalizar sus actos, a Errejón se le ve con menos paciencia que a otros candidatos a la hora de hacerse selfies con los admiradores. Ese agotamiento proviene de su vida cotidiana desde hace cinco años, donde no puede dar un paso por la calle sin ser objeto de abrazos, insultos, fotos y vídeos de móviles de seguidores y detractores. "Me pasa todo el rato: en la calle, en la estación de tren, cuando vas a comer a algún bar, antes de entrar en un acto", explica, antes de relatar su última experiencia en Ikea comprando un sofá con su madre mientras le grababan sin ningún disimulo sentándose en distintos modelos.
P.- ¿Y toda esa gente sabe ya que usted no está en Podemos?
R.- Pues algunos no, la verdad. En Madrid me pasaba. Por ejemplo, una señora se paró, me comió a besos y me dijo: "Jo, Errejón, qué pena que no te pueda votar, pero es que me encanta Carmena". Le tuve que explicar que Manuela y yo íbamos juntos, ella a la Alcaldía y yo a la Asamblea, y la mujer se llevó una alegría. Con tantas candidaturas no hay que dar por hecho que los electores relacionen a candidatos con candidaturas, por eso lo de poner mi cara en la papeleta. Es verdad que cuando entro en un bar la gente suele decir: Mira, mira, el de las gafas de Podemos. Y es curioso porque ya no llevo tanto las gafas, pero me acompañan, voy sin gafas pero soy el de las gafas. Creo que en Madrid habríamos tenido mejor resultado si la gente hubiera asociado mejor el candidato con la candidatura. A nosotros nos va la mitad de la campaña en eso.
P.- En su equipo dicen que usted está harto del psicodrama con Podemos y con Pablo Iglesias.
R.- Sí, y yo creo que él también. Hoy le he escuchado unas declaraciones y creo que lo está llevando de forma muy razonable. Es lo que tenemos que hacer, llevarlo de forma respetuosa, intentando no mezclar. Es verdad que había mucho cariño, pero las diferencias políticas terminaron por imponerse. Pero esa no es la causa de las cosas que han pasado. Si yo hubiera estado en Podemos cuando este verano fracasaron las negociaciones y nos llevaron a elecciones lo habría pasado mal, como hay mucha gente que lo ha pasado mal porque le hubiera gustado decir otra cosa y ha tenido que decir que todo estaba bien y que ha pasado lo que tenía que pasar. Nosotros estuvimos la mitad del camino de acuerdo y lo hicimos bien: demostrar que este país era injusto, que la gente sencilla se tenía que organizar y juntarse para cambiar las cosas. Esa parte la hicimos bien, pero cuando tocó demostrar que teníamos la responsabilidad y el pragmatismo como para empezar a hacerlo... Aitor Esteban, el portavoz del PNV, dijo una frase maravillosa durante la investidura fallida de julio: "El cielo se conquista nube a nube". Pues yo creo que fue eso. Hicimos la mitad del camino y luego tocaba hacerlo nube a nube, y ahí nuestras posiciones políticas empezaron a separarse, y no pasa nada. Es legítimo, es normal y se mantiene el respeto.
P.- ¿Y cuándo toque colaborar?
R.- Pues igual, porque lo que tenemos por delante es más grande y porque puede llegar a un punto en que la gente diga: Mira, chavales, yo no sé cómo te llevas tú de bien o mal. Yo todos los días trato con gente en mi familia o en mi curro con la que a veces me llevo bien, a veces mal y a veces regular, y saco cosas adelante. Si todo el mundo aplica ese pragmatismo, lo mínimo que se le puede pedir a los dirigentes políticos es que hagan lo mismo. Te tienes que entender con la comunidad de vecinos, con el del taller, con el de la empresa a la que llamas para una reclamación...
P.- ¿De qué se arrepiente en política?
R.- De haber dudado a veces.
P.- ¿De haber dudado de qué?
R.- Yo vengo del mundo de la universidad, de la reflexión, y por tanto estaba acostumbrado -y eso tardas en quitártelo- a tomar decisiones de forma más pausada, más lenta y más reflexiva. Eso en general es bueno, pero en política creo que hay que fiarse más de lo que te dice olfato. Y yo nací sin olfato, es una enfermedad hereditaria que se llama anosmia, pero en política sí lo tengo. Y en política tienes que estar cómodo con tus ideas, porque se nota. Una parte de ponerle ganas cuando te subes al escenario en lo que cuentas está en creértelo. Hay gente que le da igual, que está en un partido y dice lo que toca hoy y si mañana toca todo lo contrario pues dice todo lo contrario. Pero si tienes criterio propio... Yo soy muy transparente, se me nota en la cara todo y eso me juega muy malas pasadas. Hay alguna muy famosa [su gesto cuando Iglesias habló del pasado de cal viva del PSOE], pero me pasa muchas. En entrevistas, mítines, ruedas de prensa... se me nota para mal pero también para bien. Y cuando me lo creo, honestamente, eso no está pagado. Hacer aquello con lo que estás de acuerdo y que te crees hace que puedas tirar adelante. Estás cansado pero piensas que es lo correcto.
P.- ¿Y no puede citar un caso en concreto? ¿Su mayor error en política?
R.- (Guarda silencio, hunde la cabeza entre las manos y se lo piensa unos segundos antes de reflexionar en voz alta) No quiero perjudicar a nadie, estamos en campaña electoral. No quiero perjudicar a nadie. Estoy convencido de mis ideas y es normal que uno, a veces, tenga que matizarlas porque está en una formación política. Pero estoy convencido de las mías que, por cierto, son con las que comenzamos en política hace cinco años y que yo nunca he abandonado, me he mantenido siempre en la misma línea, y eso a veces... Yo creo que a veces tenía que haber hablado más claro.
P.- ¿Haber hablado más claro dentro del partido o fuera?
R.- (Sonríe) Haber hablado más claro. Porque muchas veces me enrollo mucho, le tengo mucho cariño a la palabra, a los matices, a la precisión, eso tiene una cosa buena y una mala: que a veces, por decir las cosas de forma compleja... a veces hay que ser un poco más tosco y hablar más claro. Porque hoy en España se lleva mucho el ruido y llega el momento de llamar al pan pan y al vino vino. Cuando el olfato te dice que lo tienes que hacer, el corazón te dice que lo tienes que hacer y la cabeza te dice que lo tienes que hacer...
P.- ¿Está queriendo decir que ha postpuesto mucho algunas decisiones?
R.- Y que hay cosas que las debería haber explicado antes, de forma más clara. También eso se aprende cuando te toca estar en el número 1, cuando te toca ser el candidato en Madrid. Y luego hay una cuestión muy humana. A nosotros nos tocó hacer una tarea muy importante siendo muy jóvenes. Yo voy a hacer 36 años en diciembre. Tuvimos retos históricos cuando éramos unos chavales y nunca antes habíamos hecho nada parecido. Pero todo el mundo acierta a posteriori: en política, en la vida, en el amor. Eso no sirve. Lo que hay que hacer es agudizar el ingenio y el olfato para la próxima.
P.- Ya van madurado.
R.- Sí, son ya seis años en política. Y hay algo en madurar en política que no siempre es hermosa: que aguantas más. Aguantas mucho más. Se ha puesto de moda ahora esto de los gurús y de tenerlo todo contemplado y calculado, pero en política hay una parte de inteligencia, hay mucha parte de suerte, y hay mucha parte de persistencia. Luego la historia habla de grandes hombres -porque se obvia a las mujeres- que toman grandes decisiones, pero hay mucho de suerte, una parte de aciertos, de inteligencia y de arrojo, y mucho de aguantar y aguantar. Y hay cosas que antes me dolían muchísimo, y que me dejaban sin dormir una noche, y que ya no me pasan.
P.- ¿Cómo qué?
R.- Como la primera vez que ves publicado tu nombre relacionado con cosas que tú sientes que no son justas y que son mentira... hostias, eso nadie sabe lo que es hasta que le pasa. De hecho, mucha gente te dice que no es nada, pero cuando le pasa a él entra en pánico, se agobia...
P.- Se refiere al contrato de investigación de la Universidad de Málaga.
R.- El periódico El País luego ha girado mucho, pero entonces escribió un editorial que decía que Errejón debe explicarse, que siempre lo recordaré. Y fue portada de dos diarios durante muchos días. Y yo pensaba: por una parte no es verdad y por la otra es una sobredimensión de las cosas. Ya saldrá a la luz... y efectivamente el que recaudó dinero para denunciarme de Ausbanc acabó en la cárcel y la Universidad aclaró la situación, pero tienes que tener temple de saber que si tienes la razón de tu parte esas cosas pasan. O la primera vez que tienes una discusión fuerte o que tienes que hacer una llamada desagradable para decirle a alguien que no estás de acuerdo, o que en esto no vamos a ir juntos. Esto ahora lo hago, no es plato de buen gusto, te puede doler la tripa, pero lo hago.
P.- ¿Usted ha trabajado fuera de la política?
R.- He trabajado mucho tiempo en la Universidad pública y estoy muy orgulloso. Últimamente se ha puesto de moda esto de que parece que la valía profesional de alguien se explica si ha trabajado en lo privado. He trabajado en un restaurante, de mensajero para una empresa de exportación de medicamentos, en un archivo, de reponedor en la campaña de Navidad de Leroy Merlín... pero quiero dar la otra batalla. Me parece vergonzoso que alguien intente colar que la valía profesional sólo se demuestre en lo privado. ¿A un investigador del cáncer o una maestra de niños les vamos a decir que no tienen valía porque no han trabajado en lo privado? Podemos hacerlo al revés y preguntarle a la gente si alguna vez se ha ocupado de la cosa común y ha trabajado en algo que no sea sólo de mejorar cuentas de resultados, sino también relacionado con los servicios públicos que son necesarios. Al desarrollo de España se contribuye desde lo público y desde lo privado.
P.- ¿Quién es la persona que más le ha influido? Se habla mucho de su padre.
R.- Mi padre, sí.
P.- Supongo que él tuvo un papel relevante cuando decidió dar el paso con Más País.
R.-No siempre estamos de acuerdo, de hecho discutimos mucho. Pero le escucho mucho. ¿Lo de Más País? Mucha gente me lo venía diciendo y yo no estaba de acuerdo. Cuando se precipitó el bloqueo pregunté a mucha gente, gente de la que me fío, con criterio. Tomé muchos cafés, tomé cervezas, me di paseos... escuché, escuché y escuché y abrimos ese proceso. Toda la gente lo vio muy claro y decidí que tenía que asumir esa responsabilidad.
P.- He leído que se va a casar.
R.- Es muy sorprendente, porque les decimos que no y aún así lo publican. Si me casara estaría orgulloso y no lo haría en secreto. ¿Estamos locos? Pero mis padres convivieron mucho tiempo, tuvieron hijos y fueron muy felices sin casarse.
P- ¿Cómo se ve en el futuro?
R.- No sé, siendo útil. Me gusta lo que hago y creo que tengo mucho que aportar. Y cuando lo que hago está en consonancia con mis ideas me apasiona. O sea, siento pasión por esto. Tiene momentos duros, tiene momentos cansados y otros estresantes, pero yo no podría estar en esto si no sintiera pasión.
P.- Pablo Iglesias dice que a usted le aburre la política autonómica y que por eso dio el paso.
R.- La política autonómica tiene una cosa maravillosa, que es que las decisiones que se toman tienen un efecto inmediato sobre la gente. Por ejemplo una medida sobre un hospital concreto, eso afecta directamente a la vida cotidiana de mucha gente. Siendo alcalde debe de ser brutal, eso siempre me lo ha dicho Rita Maestre, que estaba al lado de Manuela Carmena. Yo soy bastante empollón y estudié mucho para la campaña de Madrid sobre la Administración pública, el estado de las autonomías y cómo el grueso del estado del bienestar lo llevan las comunidades. Me ha servido mucho, me ordenó mucho la cabeza. Conocer el estado español es conocer el estado de las autonomías. Creo que Vox carga contra el estado de las autonomías porque no sabe lo que es. Pero nunca entendí que las derechas se pusieran de acuerdo en Madrid y los que tenían que hacerlo en España no fueran capaces.
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