Pedro Sánchez redobló la apuesta y perdió. El candidato socialista no ha conseguido ilusionar al votante progresista con su promesa de un “Gobierno fuerte” y estable que no dependiera de Unidas Podemos y los separatistas para gobernar. Siete meses después de su victoria en abril, la primera del PSOE en once años tras la última de Rodríguez Zapatero, los socialistas retroceden en resultados y asumen el castigo del electorado por no haber conformado un Gobierno con las dos posibilidades que tenía: reeditar la alianza Frankenstein o llegar a un entendimiento con Ciudadanos.
Sánchez arriesgó para demostrar que los españoles premiarían su decisión de “no ser presidente a cualquier precio” y por apostar por la gobernabilidad. La "mayoría cautelosa" a la que apelaba Moncloa le ha dado la espalda. El discurso sobre la necesidad de repetir elecciones para conseguir el desbloqueo y la estabilidad tenía una falla que ha propiciado el castigo a los socialistas y que ha liquidado la carrera política de Albert Rivera. Sánchez no movió un dedo para pactar con Cs, consciente de la impopularidad entre la izquierda de esa alianza, después de que los militantes le gritaran en Ferraz ‘con Rivera no’ y por la negativa del líder de Cs a dar marcha atrás en su estrategia de intentar superar al PP.
Sánchez rehusó ambas y optó por la repetición de elecciones, forzando un plebiscito sobre su Gobierno y sobre su figura. El presidente en funciones llamó a las urnas para que los españoles "hablaran más claro" y le dieran una "mayoría más amplia" que le permitiera gobernar en solitario. Esa decisión le convierte en responsable del resultado actual: el PSOE vuelve a ganar las elecciones (123 escaños), pero a costa de lanzar a Vox como tercera fuerza política (52) y del hundimiento de Ciudadanos (10), un partido que había funcionado como bisagra en el centro con acuerdos a la izquierda y a la derecha. Sus coaliciones con el PP en Madrid, Andalucía y Murcia también se resentirán tras estos resultados.
Con la repetición de elecciones, Sánchez ha engrosado el bloque de la derecha en el Congreso de los Diputados (tres diputados más) y en el Senado, donde el PSOE pierde la mayoría absoluta. También potencia una polarización que aumenta el bloqueo político. La subida de Vox y de los nacionalistas en la Cámara dificulta aún más la gobernabilidad de España. A partir de ahora, el presidente en funciones sólo tiene tres opciones: reeditar la alianza Frankenstein con Podemos, que reclama entrar en el Gobierno, y los independentistas; apostar por una gran coalición con el PP o ir a terceras elecciones.
Como logro y por segunda vez, el PSOE se puede congratular de haber impedido PP (88), Vox (52) y Cs (10) sumaran una mayoría absoluta, pero la derecha, y especialmente la ultraderecha, come terreno a la izquierda y achica el centro político. Sánchez también puede vender los resultados en los feudos tradicionales del PSOE.
En Andalucía, la comunidad más poblada, ha vuelto a ganar con 25 diputados y un 33,44 % de los votos, seguido del PP, que obtiene 15 diputados, y de Vox, que se sitúa como tercera fuerza doblando los escaños obtenidos en abril, mientras que Ciudadanos se desploma, pasando de 11 a solo 3 diputados. Con el 97 por ciento de los votos escrutados, Unidas Podemos retrocede de 9 a 6 diputados y Más País no obtiene representación.
En Cataluña el PSC ha resistido con los mismos 12 escaños, mientras que el bloque independentista ha crecido con la concurrencia por primera vez en unas elecciones generales de la CUP, que ha logrado dos escaños. Esquerra Republicana de Cataluña se mantiene como primera fuerza aunque pierde dos escaños, bajando hasta los 13 diputados. JxCat mejora un escaño para sumar 8 diputados dando al bloque independentista 23 de los 48 escaños que se reparten en Cataluña, uno más que hace seis meses.
En Comú Podem mantiene siete escaños, PP y Vox ganan uno cada uno, mientras Cs pierde tres, empatando los tres partidos de derecha a dos escaños. La caída de Cs es especialmente dramática en su comunidad de origen, donde el partido naranja queda por detrás de populares y Vox en número de votos. Los naranjas se quedan con un 5%, frente al 6% que obtienen el PP y Vox. Ciudadanos desaparece además de Tarragona, donde hace seis meses fue tercera fuerza.
La apuesta de repetir las elecciones era arriesgada, pero Pedro Sánchez, convertido en un superviviente de la política a base de jugadas osadas, estaba acostumbrado a rozar la temeridad. Las encuestas eran propicias y se sentía tocado por la fortuna en política, esa baraka que le había permitido escalar todas las cumbres: las primarias socialistas, la moción de censura, la primera victoria electoral del PSOE en once años… Los números y su perfil internacional como salvador de la socialdemocracia europea le animaban a jugársela una vez más. Y así lo hizo.
Seis meses y una intensa campaña electoral después, los augurios no parecían tan halagüeños, lo que generó nerviosismo en el PSOE y un frenesí de entrevistas y actos electorales del presidente en funciones. En las últimas semanas, los sondeos mostraban a un PSOE estancado que no conseguía combatir el enfado y hartazgo ciudadano con la ilusión de un «Gobierno fuerte» socialista.
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