"Si continúan con la cerrazón de no hacer un Gobierno con nosotros proporcional a los votos conseguidos, temo que usted no será presidente de España nunca", advirtió Pablo Iglesias al candidato socialista durante su investidura fallida en julio. "Si tengo que renunciar a mis principios y no ser útil a mi país, está en lo cierto señor Iglesias, yo no seré presidente. Si me obliga a elegir entre ser presidente y mis convicciones, elijo mis convicciones y defender a España. Hace falta un Gobierno coherente y cohesionado y no dos Gobiernos", respondió Pedro Sánchez, que aseguraba que no sería presidente "a cualquier precio".
Cuatro meses después, Sánchez ha pagado el precio. Su afán por seguir en la Moncloa ha llevado al candidato socialista a desdecirse de todos los argumentos que ha ofrecido en contra de una coalición con Unidas Podemos y, especialmente, de la entrada de Iglesias en su Ejecutivo, un veto que ha levantado.
Fuentes socialistas explican que ese precio fue la vicepresidencia del Gobierno para Iglesias, una cesión que desbloqueó las negociaciones y precipitó un acuerdo que Sánchez quería exhibir en menos de 48 horas para frenar cualquier presión u oferta del PP para negociar una abstención. La vicepresidencia para Irene Montero también fue la principal exigencia de Podemos al PSOE para sentarse a negociar la investidura fallida en julio, según desveló entonces la vicepresidenta Carmen Calvo. Si no la garantizaba en público, Echenique no se sentaría con ella a negociar. La pareja dirigente ha hecho de su entrada en el Consejo de Ministros la principal condición para apoyar a un Gobierno socialista.
Sánchez renuncia al centro
El presidente en funciones tenía dos caminos: reeditar el Gobierno Frankenstein, rechazada este verano, o negociar con PP y Cs un acuerdo entre bloques. En esa disyuntiva, Sánchez ha renunciado a la "centralidad", que el pasado domingo le dio la espalda en las elecciones con 760.159 votantes menos, para escorarse a la izquierda, por donde pretenderá crecer a costa de Unidas Podemos, a la que espera fagocitar electoralmente con su posición subalterna en el Gobierno.
El presidente en funciones apostó por la repetición electoral con la aspiración de crecer por el centro político y consolidarse como primera fuerza para poder gobernar en solitario. Pero el PSOE no ha logrado sacar tajada de la debacle de Ciudadanos. Sólo el 4,4% del electorado de Albert Rivera ha apoyado a Sánchez. Además, un 17% de los votantes socialistas han optado por la abstención, a la que se ha sumado un 19,5% del electorado de Podemos (533.227). Conscientes de esa pérdida, Sánchez e Iglesias han consumado una unión de intereses. La entrada de Iglesias en el Ejecutivo impide de facto cualquier entendimiento del PSOE con el centro-derecha en el Congreso, alimenta el discurso de Vox y polariza y crispa la vida parlamentaria.
Pablo Iglesias envió el domingo dos mensajes a Pedro Sánchez tras conocer los resultados electorales para abrir las negociaciones que no tuvieron respuesta. El presidente en funciones había redoblado su apuesta para intentar formar un Gobierno en solitario con la repetición de elecciones y había fracasado. Tanto fue así, que en su primera comparecencia en Ferraz el 10-N, Sánchez abrió las puertas a una coalición con Unidas Podemos. «Mi empeño es que esta vez sí, sí o sí vamos a formar un Gobierno progresista, por eso vamos a desbloquear la situación política en este país», anunció, rectificándose a sí mismo, y dando esperanzas a Iglesias.
El lunes por la mañana, Sánchez responde por mensaje a Iglesias y encomienda a su jefe de gabinete, Iván Redondo -fuertemente cuestionado en el PSOE por el fracaso de la repetición electoral- que tome las riendas de la negociación en sustitución de Carmen Calvo, que mantiene un soterrado pulso con Redondo por el poder en la Moncloa. El presidente en funciones acude a la Ejecutiva del PSOE donde anuncia un Gobierno lo antes posible, mientras Redondo se pone en contacto con el jefe de gabinete de Iglesias, Pablo Gentili, con el que había construido una buena relación durante las horas que pasaban juntos mientras sus líderes conversaban en sus reuniones en Moncloa para negociar la pasada investidura. Redondo y Gentili cierran una cita discreta entre sus jefes en la residencia del presidente esa misma tarde, sobre las 16 horas.
En tiempo récord, apenas una hora, Sánchez acepta la exigencia de Iglesias y le cede una vicepresidencia. El resto del acuerdo programático queda en manos de las portavoces parlamentarias, Adriana Lastra (PSOE) e Irene Montero (Podemos), que trabajaron en varios borradores hasta cerrar un documento que sustente la voluntad de ambos partidos por compartir el Gobierno. La entrada de Iglesias en el Ejecutivo taponaba otras exigencias, suavizaba la postura de Podemos e implicaba al partido en la viabilidad y estabilidad del Gobierno, al otorgar a Iglesias parcelas de poder.
Además, el acuerdo con Podemos resta presión de la izquierda al PSOE y deja la investidura en manos de los independentistas, que podrían acabar negándose -como este martes ha insinuado ERC- dejando a Iglesias sin otra opción que apoyar un Gobierno en solitario de Sánchez. Si ERC bloqueara el acuerdo, obligando al PSOE a negociar una abstención del PP o a ir a terceras elecciones, Sánchez ya no pagaría el precio de no haber intentado formar un Gobierno con el suficiente ahínco, como le ocurrió el 10-N
De momento, la suma de PSOE y Podemos sólo llega a 155 de los 350 escaños del Congreso. En principio la apoyarían los siete diputados del PNV y los tres de Más País-Compromís, junto a algunos regionalistas como el Bloque Nacionalista Galego, el Partido Regionalista de Cantabria y el escaño de Teruel Existe, alcanzando los 168 diputados. Para lograr la investidura harían falta 176 diputados a favor en primer votación o más síes que noes en la segunda, que se podrían conseguir con la abstención de los trece diputados de Esquerra Republicana de Cataluña y los cinco de EH-Bildu.
De ser así, Sánchez configuraría antes de fin de año un Gobierno de coalición, el primero de la historia democrática de España, en el que tendría que prescindir de perfiles independientes y técnicos para abrir hueco a los dirigentes de Podemos. Pablo Iglesias siempre ha apostado por su entrada en el Consejo de Ministros junto a la de perfiles como el de Yolanda Díez (Trabajo) y Alberto Garzón, ambos de IU; el ex Jemad José Julio Rodríguez (Defensa), Pablo Echenique (Sanidad), Victoria Rosell (Justicia), Juan López de Uralde (Medio Ambiente), Héctor Illueca o Gloria Elizo. La portavoz parlamentaria, Irene Montero, podría quedarse al frente del grupo parlamentario y asumir el liderazgo del partido ante la retirada de la Secretaría General que tanto ansía Iglesias.
Además de crear nuevas carteras, la entrada de los dirigentes de Podemos afectaría a socialistas como José Guirao (Cultura), Pedro Duque (Ciencia), Margarita Robles (Defensa), Magdalena Valerio (Trabajo), Teresa Ribera (Transición Ecológica), Dolores Delgado (Justicia), Isabel Celáa (Educación) y hasta de la vicepresidenta Carmen Calvo, que podría perder ese cargo en beneficio de la doble presidencia, económica y social, que ocuparían Iglesias y Nadia Calviño.
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