No se les ha invitado, ni a Santiago Abascal, ni a Arnaldo Otegi. El presidente del Gobierno en funciones ha impuesto el veto a ambos dirigentes, a ambos partidos, Vox y EH Bildu. Ninguno será escuchado en la ronda de contactos abierta por el PSOE para procurarse los apoyos necesarios que hagan realidad el Gobierno escenificado el martes junto a Pablo Iglesias sólo 37 horas después del cierre de las urnas. El apoyo de Vox era una obviedad que jamás lo obtendría, el de la izquierda abertzale, no tanto. Ahora, Sánchez ha optado por levantar un muro con la coalición que lidera Otegi y que no sólo no vetó hace apenas unos meses, sino que su partido corteja de modo normalizado en Euskadi.
Lo hará la próxima semana, cuando el Gobierno de coalición en el que se integra el PSE junto al PNV se verá con EH Bildu para negociar los presupuestos de Iñigo Urkullu para 2020. La reunión para negociar las cuentas no se ha cuestionado. Todo apunta que a un año de las elecciones autonómicas, EH Bildu se desmarque de cualquier opción de apoyar las cuentas. Tampoco lo hizo el año pasado, pese a que Bildu fue la opción que más adelante llegó en la negociación.
Los socialistas no sólo han buscado el apoyo de Bildu en el País Vasco, también lo han hecho en Madrid. Y no hace ni ocho meses. El propio Ejecutivo que aún preside Sánchez lo hizo. Antes, EH Bildu fue uno de los partidos que facilitó que prosperara la moción de censura que desbancó del poder a Rajoy y aupó a Sánchez. En abril pasado, el Gobierno, con la Cámara Baja disuelta y la convocatoria del 28-A a sólo unos días de celebrarse, se aferró sin dudarlo a Bildu. Lo hizo en el seno de la Comisión Permanente, donde el respaldo de la izquierda abertzale fue determinante para sacar adelante los seis decretos sociales del Ejecutivo.
La suma de PP, UPN y Ciudadanos en contra de su aprobación empataba con los apoyos que hasta entonces tenía garantizados el Gobierno para sacar adelante los decretos con los que mejorar los subsidio de desempleo para mayores de 52 años, ampliar el permiso de paternidad o actualizar las normas para el alquiler de viviendas, entre otras medidas. Los 32 votos favorables que sumaban PSOE, Podemos, PdeCat, Compromís y PNV necesitan el desempate del voto de Bildu. En aquella ocasión fue la propia portavoz de la coalición abertzale, Marian Beitialarrangoitia, la que desveló que el Gobierno y el PSOE habían llamado en repetidas ocasiones a Bildu y a ella personalmente para ganarse su apoyo. Entonces no hubo veto. tampoco Otegi impuso tumbar las aspiraciones del Ejecutivo. Lo justificó en que se trataba de medidas para "mejorar la vida de la gente".
Del 'gratis' al 'punto nº9'
Sucedió en otra España, en otra Cámara Baja y en otro escenario político. El propio Otegi lo está recordando estos días de forma reiterada. El tablero anterior al 28-A o incluso el posterior al de aquella cita electoral no se parece mucho al que ha dejado el 10-N. Tampoco el precio de su posible apoyo será el mismo. Si en abril estaba dispuesto a un respaldo a Sánchez "gratis" y por "responsabilidad" con tal de parar y desbancar a "la derecha", ahora la factura va en otro camino: libertad para los presos políticos y garantías para el ejercicio del derecho de autodeterminación.
El escaño ganado ayer por el PP en Euskadi, en detrimento del PNV, ha alterado los equilibrios. Las combinaciones de apoyos y rechazos que estos días se hacen se han complicado desde ayer un poco más. Y si ya entonces desdeñar cualquier voto favorable o abstención era un suicidio, hacerlo ahora puede ser vital. Bildu ya ha advertido que no caerán en la 'cantinela' de que mejor ellos que abrir la puerta una alternativa "mucho peor, el clásico 'virgencita, virgencita que me quede como estos, ya no caeremos en la trampa", dijo Otegi.
El dirigente de Bildu ha preguntado a Iglesias si avala el veto impuesto por Sánchez, "una discriminación absurda", ha señalado. Otegi no oculta su sorpresa por el apoyo que la formación de Iglesias ha dado al punto número 9 del principio de acuerdo de Gobierno suscrito entre Podemos y el PSOE. Fijar la Constitución como límite imposible de reabasar para dar una solución al conflicto territorial en Cataluña y Euskadi o calificar lo que está sucediendo como un "problema de convivencia y no político" es una línea roja que deberá modificarse para que Bildu se plantee un apoyo o abstención a la alianza Sánchez-Iglesias.
El secretario general de Bildu asegura que la puerta "está cerrada" y que abrirla hacia un entendimiento sólo dependerá "de ellos". También empieza a amenazar con no sumarse a la posición que npuedan finalmente adoptar las formaciones independentistas catalanas. Su aspiración pasa por lograr un entendimiento para fijar una posición común pero no es algo que esté garantizado, "cada uno tiene su propia estrategia".
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