La carta de Pedro Sánchez a los militantes del PSOE pidiéndoles el voto favorable al preacuerdo firmado con Unidas Podemos en la votación que tendrá lugar el próximo día 23 de noviembre constituye una prueba irrefutable de la falta de consistencia del argumentario del presidente del gobierno.
El secretario general del PSOE elude su responsabilidad como protagonista principal del bloqueo que nos ha llevado a repetir elecciones generales en seis meses. Tuvo en su mano evitarlo pactando con Unidas Podemos, pero se negó a ello con múltiples argumentos, como, por ejemplo, que no podía entrar en el gobierno alguien que defendía que en España hay presos políticos. Pues bien, ahora lo tendrá sentado a su lado como vicepresidente, si es que el acuerdo alcanzado logra los apoyos suficientes, cosa que está por ver.
Afirma el secretario general del PSOE que, a diferencia de lo que ocurrió el pasado verano, ahora ha sido posible “cuando una y otra parte nos hemos convencido plenamente”. Pero ¿cuál ha sido el catalizador de ese convencimiento, que parecía insuperable hasta el mismo día de las elecciones del 10-N? “El auge de la ultraderecha, fortalecida por unas derechas que se acobardan ante sus mensajes de odio”. Es decir, que el acuerdo con Unidas Podemos es una especie de muro defensivo frente al populismo de Vox que ha subido hasta alcanzar los 52 escaños.
Olvida el presidente del gobierno que, si no se hubieran repetido las elecciones, Vox seguiría con sus 24 escaños y con tendencia a la baja, como se demostró en las elecciones autonómicas, municipales y europeas del 26 de mayo, en las que el partido de Santiago Abascal perdió cuatro puntos respecto a los resultados del 28 de abril.
El presidente quería que los españoles votaran en caliente, con Cataluña incendiada y Franco en helicóptero, pero los que más se calentaron fueron los votantes de Vox
Se olvida el presidente del gobierno que su obsesión tras el 28-A no era formar un gobierno sino dejar pudrirse la situación para aumentar su ventaja en unos nuevos comicios. Se vio forzado a negociar con UP cuando Pablo Iglesias le sorprendió dando un paso atrás, cuando la condición indispensable para la coalición era que él no estuviera en el gobierno, y tampoco lo intentó en serio con Ciudadanos. Bien es cierto que Albert Rivera tampoco puso de su parte -y también por razones electorales- y muy caro lo ha pagado.
Confunde el presidente las consecuencias con las causas. Las causas del auge de Vox hay que buscarlas en la situación incendiaria que se generó en Cataluña tras la sentencia del Tribunal Supremo y en la exhumación de Franco, que movilizó a un votante que, de otra forma, se hubiera quedado en la abstención. Es decir, el auge de Vox es, en parte, consecuencia de una planificación electoral (Sánchez sabía que las elecciones se producirían después de la sentencia del Supremo y planeó la exhumación para que se llevara a cabo en precampaña) que buscaba, por un lado, demostrar que el gobierno iba a ser duro con el independentismo en Cataluña y, al mismo tiempo, podía dar gusto al votante de izquierdas al ver a Franco saliendo en helicóptero del Valle de los Caídos rumbo hacia El Pardo.
Sánchez quería que los españoles votáramos en caliente y lo que consiguió fue que quien más se calentó fue el populismo de derecha, hundiendo a Ciudadanos, un partido que en la anterior legislatura contaba con 57 escaños.
Al igual que el documento del acuerdo con UP, esta carta tendremos que archivarla como una muestra clara de la incoherencia y el oportunismo del líder del PSOE. En sus dos folios no aparece la palabra Cataluña. Es decir, lo que constituyó el eje fundamental de su campaña electoral, ahora no merece ni un sólo párrafo.
No es extraño que esto suceda. Ahora toca enterrar las promesas de modificar el Código Penal para introducir el delito de convocatoria de referéndums ilegales para confortar a los independentistas de ERC cuyo apoyo -aunque sea mediante la abstención- se hace imprescindible para la investidura.
En Cataluña, donde antes sólo había un problema de convivencia entre catalanes, según dijo Sánchez en su mitin de cierre de campaña en Barcelona, ahora ya hay un “problema político”, como admitió el pasado jueves en rueda de prensa. Eso es lo que piensa Oriol Junqueras y lo que opina también Pablo Iglesias, el que será vicepresidente si Sánchez logra los apoyos necesarios.
Mientras que en la carta se acusa a la derecha de estar “contaminada” por “los postulados extremistas y los métodos de insulto e intimidación” de la extrema derecha, al mismo tiempo se cuestiona la calidad democrática de cualquier gobierno que no sea socialista. “Un gobierno conservador puede permitirse el lujo de gestionar de espaldas a los ciudadanos y sostenerse con el apoyo de los poderes establecidos”. ¿Cabe mayor muestra de sectarismo en alguien que pretende “acabar con el odio”?
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