Siempre ha sido el centro de su particular ‘reino republicano’. En el imaginario de su aspiración soberanista, la vieja Navarra ha concentrado el mito de la lucha, el combate y la resistencia. Gustan recordar a los más jóvenes que fue ahí donde se libraron las batallas contra los reyes de Castilla por parte de los valientes ‘soldados’ del Reino de Navarra, de la vieja Euskal Herria. Desde entonces, su ansiada república vasca, “progresista, feminista y euskaldun”, repiten como un latiguillo aprendido, tiene capital asignada: Pamplona. No, los de Otegi no miran a Vitoria sino a Iruña, a la capital Navarra, el eje central de su proyecto de país.
Históricamente la izquierda abertzale no ha dejado de engordar el simbolismo de la hoy Comunidad Foral de Navarra en su proyecto independentista. Lo hace celebrando en ella sus eventos importantes, llevando a cabo en tierra foral las presentaciones fundacionales de sus marcas políticas o procurando que sea en ella donde tengan lugar sus ‘Aberri Egunas’, días de la patria.
En la Navarra del siglo XXI, ese mundo soberanista sigue librando una batalla contra ‘Castilla’, con el Estado, por una Euskal Herria de siete territorios; los tres de Euskadi –Vizcaya, Guipúzcoa y Álava, Navarra y los tres territorios del País Vasco francés –Zuberoa, Lapurdi y Baja Navarra-. Y desde hace una década lo hace con una fuerza inusitada. No la obtuvo cuando ETA estaba más activa. Tampoco cuando la presión de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado o las leyes más le acosaron. El éxito de quienes un día alentaron la violencia el terrorismo ha llegado en tiempo de paz. Nunca la izquierda abertzale había alcanzado el nivel de apoyo del pasado 10 de noviembre. La coalición que lidera Arnaldo Otegi tocó techo en Navarra: 56.387 votos y un escaño en la Cámara Baja.
Será la tercera ocasión en la que la izquierda abertzale tenga un asiento navarro en el Congreso. Y está vez lo exprimirá. En 1986 y 2011 -entonces como Amaiur- también logró un representante en Madrid, pero esta vez, su valor es doble al permitirle sumar las dos cifras mágicas para optar a grupo propio: 5 escaños -cuatro en Euskadi y uno en Navarra- y más de un 15% de votos en todas las provincias en las que se presentaba.
De 24.000 a 56.000 votos
La paz le ha sentado mejor que la violencia a la izquierda abertzale. La década de los 80 en Navarra fue complicada. Con una ETA asesinando sin piedad cada semana, con el silencio, cuando no el aplauso, del entorno radical, Herri Batasuna registró en las autonómicas de 1983 uno de sus peores resultados en Navarra: 28.000 votos. En los 90, un nuevo rebrote de la acción criminal de la banda terrorista volvió a pasarle factura y empeoró aún más sus resultados en las elecciones municipales y europeas de 1994, con apenas 24.000 votos.
Hoy Bildu tiene más del doble de apoyos. La década sin concurrencia electoral que supuso la ilegalización de Batasuna marcó un nuevo tiempo para ese mundo. Su regreso a la legalidad fue recibida con un amplio respaldo social en Navarra. En ese tiempo, las coaliciones que integraron a Aralar y el PNV, NaBai y Geroa Bai, le ‘guardaron’ hasta su vuelta gran parte de los votos. El ascenso desde 2011 ha sido constante, casi a la misma velocidad que adelgazaba el electorado nacionalista del PNV en Navarra. También su capacidad de influencia ha llegado a ser determinante como nunca antes.
En una tierra en la que la derecha y la izquierda constitucionalista se han repartido periódicamente el poder y el Gobierno de Navarra y sus principales instituciones, en el último lustro EH Bildu ha podido sumar a su currículum una experiencia de Gobierno en la Comunidad y en su capital, Pamplona. También una capacidad de influencia en ocasiones determinante y hasta hace poco inimaginable, como puso en evidencia su abstención clave para aupar al actual gobierno socialista de María Chivite.
La paz le ha sentado bien a Bildu. En 1983, los peores años de ETA, logró 24.000 votos, hoy la coalición supera los 56.000
La coalición de Arnaldo Otegi vive su ciclo dorado en Navarra. Lejos quedan los mensajes que ese mundo repetía como un mantra en contra de la presencia en el Congreso de los Diputados. En Navarra la izquierda abertzale ha logrado copar gran parte del suelo abertzale en detrimento del nacionalismo más moderado del PNV. El último mordisco lo ha dado este domingo, cuando logró arrebatar a Geroa Bai miles de votos. Ahora Bildu defiende la necesidad de batallar en la Cámara Baja y de hacerlo sin complejos. El revés que supuso quedarse a las puertas de un escaño el 28-A por un margen de poco más de 400 votos logró movilizar aún más a sus simpatizantes e incluso a los de Geroa Bai, que vieron en EH Bildu y su candidata, Bel Pozueta, la única vía con posibilidades para lograr el escaño en la repetición electoral.
Apoyo sin independentistas
La movilización social y la capacidad para ‘socializar’ causas ha sido siempre una de las herramientas más exitosas de la izquierda abertzale. Lo hizo en los años más oscuros de ETA liderando causas como la lucha contra la energía nuclear, la autovía de Leizarán o el Tren de Alta Velocidad. Fueron un modo de complementar ‘socialmente’ la acción ‘militar’ de ETA. En los últimos años su ‘causa’ ha sido el ‘caso Alsasua’. La agresión a dos guardias civiles y sus parejas en el municipio navarro y la posterior petición de penas por un posible delito de terrorismo fue instrumentalizada por la izquierda abertzale para movilizar en torno a ella a amplios sectores de la sociedad navarra y vasca. Durante tres años, pese a que también el nacionalismo más moderado del PNV y Geroa Bai han mostrado su rechazo al procedimiento judicial, ha sido Bildu la que ha logrado capitalizar las movilizaciones.
Lo hizo con la acusación y lo volvió a hacer con la condena. Los ochos jóvenes fueron condenados por la Audiencia Nacional y siete de ellos cumplen hoy severas penas de prisión. El siguiente paso para recoger los réditos de tal movilización social fue designar a la madre de uno de los condenados, Bel Pozueta, una psicóloga ajena a la actividad política, como su cabeza de cartel en las generales del 28-A y del 10-N. Y el plan funcionó, Pozueta ocupará finalmente un escaño en el Congreso.
Es el último éxito de Bildu. Antes obtuvo otros impensables años atrás, como la alcaldía de Pamplona en el periodo 2015-2019, integrar el cuatripartito de Gobierno de Navarra en el Ejecutivo de Uxue Barkos, o ser determinante en la designación del nuevo Gobierno de María Chivite. Y quizá en el nacional. Los cinco diputados de EH Bildu podrían llegar a ser determinantes en algunas de las combinaciones posibles para facilitar la investidura de pedro Sánchez. Por el momento, Arnaldo Otegi asegura que la puerta está cerrada y que sólo se abrirá si hay gestos y garantías en cuestiones como la libertad de “los presos políticos” o el ejercicio del derecho de decidir.
El sentimiento independentista en Navarra es, según el CIS, del 5%. El apoyo a Bildu alcanzó el 17% el 10-N
Un poder y una influencia que sin embargo no están logrando transformar la realidad social navarra. El norte es tierra fértil para Bildu, no así el sur. Lograr votantes es hoy más sencillo que tener adeptos a su causa territorial. Cada vez el voto es más emocional y más volátil, ‘prestado’. El contraste entre el sentir y el votar lo refleja el hecho de que el sentimiento independentista en Navarra no es hoy cuestión que movilice mucho voto. El pasado domingo el porcentaje de voto que logró Bildu fue del 17%. En julio el CIS revelaba que sólo el 5% de los navarros sueña con la independencia, frente al 28 de vascos que desean una Euskadi independiente. En la comunidad foral la inmensa mayoría, el 56% está satisfecho con el modelo autonómico actual. Quienes en la Comunidad foral reclaman más grado de autonomía representan poco más del 15%, diez puntos por debajo de lo que lo ansían en el País Vasco.
La vía común Euskadi-Navarra
Las dos grandes formaciones constitucionalistas, Navarra Suma -PP, UPN y Cs- y el PSOE suman el 54% del votante. Entre ellos y las marcas abertzales se sitúa Podemos, dispuesta a engrasar, completar y secundar causas y gobiernos nacionalistas en Navarra incluso en mayor medida de lo que lo hace en Euskadi. La formación de Iglesias no sólo ha formado parte del cuatripartito que gobernó hasta agosto Navarra sino que ha participado en movilizaciones lideradas por la izquierda abertzale como las impulsadas en torno al ‘caso Alsasua’.
La soñada Euskal Herria, un concepto cultural y lingüístico que agrupa a Euskadi, Navarra y el sur de Francia, Bildu quiere convertirlo en una realidad administrativa. Para ello ha establecido que el País Vasco, la Comunidad Foral e Iparralde marquen sus ritmos y estrategias, adecuadas a su realidad, para integrarse en un proyecto territorial común en el futuro. Es una nueva vuelta de tuerca a una aspiración que siempre ha estado sobre la mesa y que ha contado en reiteradas ocasiones con la complicidad del Partido Socialista. Ahora ambas formaciones han logrado colaborar de modo conjunto en Navarra, lo hicieron en la moción de censura que aupó a Sánchez y desde el domingo se sondean para volver a hacerlo, para apuntalar el primer gobierno de coalición en Moncloa.
El Partido Socialista planteó un órgano común Euskadi-Navarra en 2006 en Loyola y en 2007 al negociar con ETA
El Partido Socialista plasmó hasta en dos ocasiones su compromiso en fórmulas que pudieran ensamblar Euskadi y Navarra. Lo hizo incluso con una izquierda abertzale integrada en el organigrama de acción de ETA en el año 2006. En aquella ocasión, los ‘acuerdos de Loyola’ llegaron a reflejar por escrito un borrador de acuerdo para crear un órgano común Euskadi-Navarra con capacidad para reorganizar territorial e institucionalmente Euskadi y Navarra y crear instituciones conjuntas. Un acuerdo que debería ser ratificado en referéndum.
Aquellos ‘papeles de Loyola’ serían rescatados sólo un año después, en 2007 por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero en la negociación que el Ejecutivo socialista mantuvo con ETA entre 2005 y 2007. En ellas, como trascendió tras la incautación de documentación al ex jefe de ETA, Javier López Peña, alias ‘Thierry’, además de legalizar Batasuna, liberar a Iñaki de Juana Chaos, poner fin a la ‘doctrina Parot’ y dar salida a los problemas de financiación de ETA, se habría vuelto a ofrecer la creación de un órgano común entre Euskadi y Navarra.
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