Albert Rivera aún no había comunicado su dimisión cuando las primeras voces críticas que el ex presidente de Ciudadanos había conseguido aplacar temporalmente ayudado por su búnker particular resurgieron apoyándose en el argumento del batacazo electoral para exigir cambios radicales en el proyecto, tanto a nivel estructural como a nivel estratégico.
La disidencia se dejaba notar especialmente a nivel territorial, donde agrupaciones de militantes y concejales -especialmente en Murcia, Andalucía, Madrid o Comunidad Valenciana- aprovechaban la mala coyuntura del partido para dar un puñetazo sobre la mesa y demandar una renovación completa de la cúpula y profundos cambios en los estatutos para, entre otras demandas, dejar atrás el modelo presidencialista y dar más voz a las bases.
Más prudentes pero no menos polémicas han sido las declaraciones de estos días de dirigentes como Francisco Igea, Juan Marín o Ignacio Prendes. Fuentes del partido cercanos a este sector coincidían en el argumento de la renovación para dar más voz al "descontento general por toda España por cómo ha gestionado el equipo de Albert y Villegas el tramo final", y en la necesidad de atraer "savia nueva" -incluso de dimitidos como Toni Roldán o Francisco de la Torre- para reconducir una estrategia errática que ha llevado al partido a debatirse entre la vida y la muerte. "Debemos hacer un mayor esfuerzo para recuperar el centro político y ser capaces de llegar a acuerdos de consenso por el interés del país",señalaba ante los medios el vicepresidente andaluz.
La propia Inés Arrimadas, única candidata a presidir el partido con la confianza de críticos y acríticos, reconoció este jueves su intención de acometer "cambios estructurales" para dar paso a "una nueva etapa". Y como si de fichas de dominó se tratase, las declaraciones de la portavoz desataban instantáneamente un efecto cadena que ha dado respuesta en cuestión de horas las demandas de limpieza orgánica, sin esperar a que fuese la líder jerezana quien apartase a los potenciales responsables de la debacle electoral.
El primer adiós que anticipaba la evaporación del denominado 'búnker' de Rivera, el clan catalán que rodeaba al ex presidente de Ciudadanos, con los que edificó la formación y por los que pasaban todas las decisiones estratégicas del partido, venía de parte del secretario general del partido y presidente del Comité de Campaña, José Manuel Villegas.
El eterno número dos de Albert Rivera será el encargado de pilotar y armar una sucesión ordenada en torno a Inés Arrimadas tras la renuncia del ex presidente de Ciudadanos a hacerlo -fuentes del partido dan por descontado que tendrá un puesto destacado en la gestora que tomará las riendas del partido hasta el congreso extraordinario, emplazado al mes de marzo- pero después, se apartará de la dirección. Aunque no ha precisado si abandonará completamente la política tras la conformación de la nueva Ejecutiva, sí baraja volver a la empresa privada dentro de unos meses. "Hay que reflexionar y a ver qué se hace", apuntaba en Telemadrid.
A renglón seguido y a través de una carta pública, otro de los colaboradores más acérrimos de Albert Rivera, estratega y responsable directo de la última campaña naranja, allanaba el camino a la renovación que promete emprender Arrimadas y anunciaba su salida de la formación. Fernando de Páramo, como hicieran Albert Rivera, su director de Comunicación, Daniel Bardavío, y Juan Carlos Girauta antes que él, comunicaba su abandono de la política y su salida del Congreso de los Diputados.
La "coherencia" se ha impuesto en el futuro de José Manuel Villegas. Abogado de formación de 51 años de edad, ha pasado 13 de su vida como mano derecha de Albert Rivera. Fue uno de los que edificaron Ciudadanos desde su origen catalán y de los que arriesgó con el salto a la política nacional en 2015. Siempre ha formado parte de la dirección de la que ahora se aparta, ocupando cargos como el de jefe de Gabinete o secretario de Organización del partido.
Por su parte, el periodista Fernando de Páramo cumplirá 32 años fuera de la política. Pese a no estar desde los cimientos de la formación, consiguió un puesto destacado en el búnker catalán al conseguir un escaño en el Parlament en 2015 -un año después de entrar en la dirección- y, desde entonces, se convirtió en un habitual de la cúpula en la que ha estado al frente, como él mismo ha señalado en su carta de despedida, de "una docena de campañas electorales y cinco años intensos con aciertos y errores". Su salida de la cámara de representantes permite la entrada del número tres de la lista por Barcelona, José María Espejo.
Y en el entorno del partido tampoco descartan dimisiones en las próximas horas, pues de la cámara acorazada catalana aún resisten otras figuras clave que han jugado un papel importante en el descalabro naranja. Las figuras hacia las que se dirigen todas las miradas son las del secretario de Finanzas, Carlos Cuadrado; y el secretario de Organización, Fran Hervías.
Objetivo: evitar la desaparición
Inés Arrimadas es la única figura de la corriente 'riverista' que resiste las acometidas de los críticos y, pese a "ser responsable de la debacle, es la única que puede levantar el partido".
La tarea se estima, cuanto menos, intrincada. La jerezana hereda los restos de un partido que pudo tenerlo todo pero que erró en la estrategia de los últimos meses -en la que ella se mantuvo fiel a los pasos de Rivera- para frenar la abstención de sus votantes.
A los 10 diputados en el Congreso -tenían 57 hace apenas siete meses-, y un grupo parlamentario descabezado se suma la responsabilidad de tener que encarar un proyecto en el que ya no estarán los potenciales artífices del proyecto, que han llevado la batuta del partido durante más de una década.
Arrimadas quiere abrir una nueva etapa en Ciudadanos que "es necesaria", para lo que ha pedido "tiempo" para edificar un proyecto que deberá ser lo suficientemente sólido como para esquivar el abismo de la sangría de cargos y la tendencia a la desaparición que ha venido marcada por otros partidos declarados de centro, como UPyD.
El 'señor Lobo', en el foco
La desbandada del núcleo duro que ha precipitado a Ciudadanos al vacío pone en el punto de mira a otros responsables del descalabro. Pero los críticos ya piden especialmente la cabeza del secretario de Organización, Fran Hervías, apodado como 'señor Lobo'. De hecho, y aunque fuentes próximas a Juan Marín lo niegan, por las agrupaciones de afiliados de Andalucía corre el rumor de que Hervías habría supeditado su dimisión de la dirección a que Ciudadanos le garantizase una viceconsejería en la Junta de Andalucía. Marín ya descartó esa posibilidad: "Aquí no habrá un desembarco de cargos de Ciudadanos", afirmó.
Por el momento, la única reacción vinculada a la continuidad de Hervías ha sido una campaña orquestada desde la dirección en redes sociales en apoyo al dirigente naranja para acallar a voces críticas que exigen su dimisión.
Distintos cargos y afiliados naranjas se lanzaron desde el martes por la tarde a publicar mensajes en Twitter en apoyo al secretario de Organización. Hervías ha sido parte fundamental del núcleo duro de Rivera que, con la salida de Villegas, Páramo y Girauta, empieza a desdibujarse junto con el incierto futuro naranja.
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