Pablo Casado está dispuesto a abordar una refundación del PP, que pase incluso "por un cambio de siglas", para integrar a Ciudadanos, según han admitido fuentes del entorno del presidente nacional popular. El objetivo es reconstruir el espacio de centro-derecha con la formación naranja, aprovechando en muy buena medida su actual debilidad parlamentaria en el Congreso, aunque con una importante implantación territorial.
La que será con toda probabilidad sustituta de Albert Rivera al frente de Ciudadanos, Inés Arrimadas, conoce las intenciones de Casado, con quien mantiene una interlocución fluida y mucho más habitual de la que ambos reconocen. No obstante, la prioridad de Arrimadas es preparar el congreso de marzo, tratar de superar el shock de un partido que podría sentarse ahora en el Consejo de Ministros, con un vicepresidente y varias carteras, que conoció la gloria de los 57 diputados con los que acariciar el sueño de sorpasso al PP, para hundirse estrepitosamente el pasado 10 de noviembre en unos exiguos 10 escaños.
A cambio, la sucesora de Rivera sí está dispuesta a aceptar la propuesta del PP para ir de la mano en las elecciones gallegas y vascas que deben celebrarse este 2020. La idea es reproducir la fórmula de Navarra Suma que tan buenos resultados arrojó tanto en las dos elecciones generales como en las autonómicas y locales de mayo, pues fue la formación política más votada en su territorio. Sin embargo, no consiguieron hacerse con las riendas del gobierno foral por mor de un pacto de los socialistas navarros con Geroa Bai, Podemos e Izquierda-Ezkerra y el apoyo parlamentario de Bildu.
Vox, de momento, se queda fuera de los planes de Casado
La estrategia de Casado no incluye a Vox, al menos de momento y sobre todo teniendo en cuenta el deterioro de las relaciones entre ambas formaciones políticas tras la constitución del Parlamento y el enfrentamiento por la Mesa, donde el centro-derecha podría haber tenido un puesto más. En el PP auguran a Vox un futuro similar al de Ciudadanos, que incluso llegó a tener más escaños que Santiago Abascal en el Congreso. A medio plazo, dicen en Génova, quedará reducida a una fuerza política "de entre quince y veinte escaños", que lo mismo puede acabar integrada bajo las nuevas siglas del centro-derecha que como reducto de los sectores más derechistas y tradicionalistas de España.
En el primer partido de la oposición no faltan los que creen que Vox "es hijo de una situación en el PP" heredada del "marianismo", por lo tanto, "no consolidado" y reconducible "si sabemos hacer las cosas bien". De hecho, en el entorno más duro del partido afirman tajantes que Casado "salva al PP. Si no es por él, Vox nos hubiera sobrepasado. Recibió la peor herencia posible". Los exiguos 66 escaños de 28-A podrían haber sido aún menos "porque manejábamos unos sondeos terroríficos", aducen.
No obstante, la colaboración de populares y Ciudadanos en Navarra no resultó sencilla, al menos al principio. Rivera puso muchas trabas a que se visualizara ese frente común con el PP hasta el punto de forzar que la reedición del pacto se firmara por separado para no posar junto a Casado. También le acusan en Génova de boicotear actos de campaña conjuntos. Suavizó posteriormente su actitud tras los buenos resultados del 28-A, con el convencimiento de que sus 57 escaños demostraban que Navarra Suma no le había pasado factura.
Encontronazo en el País Vasco y en Cataluña
Pero aquella fue una propuesta que Rivera rechazó en otros territorios, hasta el punto de que cesó al secretario de Organización de su partido en el País Vasco, Javier Gómez, cuando tuvo conocimiento de que ultimaba un acuerdo preelectoral con el PP bajo la marca "Vascos suman". No le faltaron motivos a Rivera, pues la negociación se gestó sin su conocimiento, aunque ello no evitó varias dimisiones en la dirección territorial de Cs.
También los populares catalanes sondearon esta posibilidad que el secretario general de PP y el entonces vicesecretario de Organización, Teodoro García Egea y Javier Maroto, respectivamente, trasladaron al secretario general de Cs, José Manuel Villegas, receptivo en un principio a una propuesta que no fraguó.
Por eso, la lucha del Partido Popular para que Ciudadanos entrara en la Mesa del Congreso de los Diputados no era ni un capricho ni un gesto simbólico, sino la voluntad de ir tejiendo una alianza de futuro a la que todavía no ponen plazos en la planta séptima de Génova, pero que creen poco menos que producto de un decantamiento natural.
Casado siempre se ha mirado en el espejo de José María Aznar, aunque el anterior proceso de refundación del centro-derecha lo inició Manuel Fraga en 1989, cuando Alianza Popular se convierte en el PP y absorbe al Partido Liberal, de José Antonio Segurado, al Partido Demócrata Popular, de Óscar Alzaga y otros restos de la UCD. Posteriormente iría fusionando más formaciones políticas de índole regional como Unión Valenciana o Centristas de Galicia. Sólo así consiguió aglutinar la suficiente "masa crítica" con la que ganar las elecciones generales de 1996 tras catorce años de gobierno ininterrumpido del socialista Felipe González.
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