Hubo un tiempo de paz en los que la ausencia de altercados y pintadas fue algo extraño por desconocido. Fue breve, apenas duró lo que se prolongó el desconcierto del cambio y la necesidad de reubicación. La Universidad siempre ha sido el frente más activo, el que se ha explotado para movilizar a los jóvenes, el que ha engordado al calor de los discursos de los veteranos y el que ha asegurado la pervivencia de los movimientos independentistas.
Esta semana en la Universidad del País Vasco (UPV) los veteranos han regresado y algunos jóvenes, los que sólo lo han vivido en historias y relatos contados, han vuelto a escuchar con atención, a aplaudir con devoción y a admirar con idolatría. La conferencia del expreso de ETA, José Ramón López de Abetxuko, en la facultad de letras del centro público alavés, a escasos 300 metros del monolito que recordaba el lugar donde la banda a la que perteneció asesinó al ex consejero de Educación, Fernando Buesa y su escolta, Jorge Díez, ha irrumpido como un déjà vu.
Aquel Día Internacional de los Derechos Humanos, la del asesino de los comandantes Jesús Velasco y Eugenio Lázaro, en 1980, fue sólo una de ellas. Durante toda la semana, una decena de actos similares en apoyo a los presos de ETA han salpicado los tres campus universitarios públicos. El centro académico primó la libertad de expresión sobre el derecho de las víctimas a no sentirse humilladas, tal y como denunciaron públicamente en una concentración ante el aulario alavés de la Universidad vasca.
Las aulas son tierra fértil para captar adeptos, la izquierda abertzale más radical siempre ha sabido sembrar bien en ellas. De sus facultades, de sus foros estudiantiles, han salido muchos de los que integraron las estructuras políticas y militares de ETA durante décadas. Ahora, un año y medio después de su disolución, el control abertzale de las juventudes universitarias se libra en una batalla entre el sector oficial de Otegi y el crítico y más ortodoxo que comenzó a liderar desde la cárcel el preso de ETA, Iñaki Bilbao.
'Ortodoxos' y 'sector oficial'
Cuando la banda anunció el cese de su “actividad armada” y años después formalizó su desaparición, se instaló el desconcierto. En ese periodo, el debate ya no fue lucha armada sí o no, sino cómo gestionar el tiempo post ETA, el “legado de su lucha” y, sobre todo, la situación de sus presos encarcelados. Ahí se fraguó la fractura entre los críticos con Otegi por su ‘integración institucional’ tildada poco más que como una ‘traición’ a la memoria de los ‘caídos’ en la lucha, según defienden los postulados de ATA.
El nuevo ciclo trajo consigo la división y con ella la pugna por el discurso, los simpatizantes y el control del ámbito sindical, social, educativo y universitario. El nacimiento de Sortu en 2011, con una condena de la violencia al menos en sus estatutos, se presentó como un nuevo tiempo. A partir de ahí, todo se revistió con un renovado discurso oficial, imagen amable y estructura institucionalizada. Aquella izquierda abertzale que había aplaudido y fomentado la violencia etarra incluyó en su lavado de cara a sus juventudes. A la ilegalizada Segi le sucedió Ernai.
Eran los mismos jóvenes que siempre habían controlado el principal sindicato estudiantil de la UPV: Ikasle Abertzaleak. Pero el tablero social y político había cambiado. Los críticos que desde la cárcel acusaban a Otegi y los suyos de plegarse al Estado, de falta de reconocimiento de la trayectoria de “lucha” o de haberse ‘vendido’ al sistema no estaban dispuestos a desmontar todo aquello. En sus manifestaciones y escritos aseguran que no aspiran a un retorno de la lucha armada pero sí a mantener el pulso con el sistema y a luchar por la amnistía de los casi 250 presos de ETA que aún están en la cárcel de los que acusa a Sortu de haberse olvidado de ellos.
El movimiento ATA anunció que daría la batalla en Euskadi y Navarra y lo ha hecho en los últimos años con un crecimiento moderado pero progresivo. Y de nuevo, la semilla se ha sembrado entre los jóvenes y en particular en la Universidad del País Vasco. El discurso más combativo siempre ha tenido mayor entrada en la juventud y ATA lo proclama tanto que ha logrado ganarse la simpatía de Ikasle Abertzaleak, que ya no secunda los postulados de Otegi, de Sortu, sino de quienes mueven los hilos de la ‘ortodoxia’. Esta ruptura, que ha llevado a Sortu a crear su propia organización estudiantil, Euskal Ikasleen Erakundea, ha llegado a enfrentar a ambos sectores por la titularidad de una sede en Bilbao.
La 'conversión' de Sortu
A los críticos no les gusta la ‘conversión’ de Sortu que incluye el distanciamiento de los actos de violencia callejera que en otro tiempo defendía. Tiempo atrás, la izquierda abertzale convirtió los campus universitarios en focos de tensionamiento permanente, de movilizaciones, protestas y acciones de violencia callejera. Pero tras el desarme de ETA, todo se frenó, la violencia desapareció y la normalidad, al menos parcial, se asentó. Hasta que la nueva corriente comenzó a organizarse, a controlar las esperas universitarias y a promover una recuperación de las movilizaciones en favor de los derechos de los jóvenes, de la sociedad y los ‘obreros’ y en defensa de la amnistía de los presos.
Cuando el pasado lunes López de Abetxuko llegó para impartir su charla sobre los presos de ETA enfermos, el campus de la UPV estaba abarrotado de pancartas. En todas ellas había referencias a los presos de ETA, a sus derechos y a su situación. Muchas llevan días colocadas sin que nadie las retire. En el interior del aulario, Ernai, las juventudes de Sortu, firmaban grandes pintadas en el interior del edificio en favor de la independencia. Tampoco nadie las cubrió.
Pero el control del sindicato con mayor peso ya no lo tienen ellos. Eso supone que las llamadas a la desaparición de la violencia callejera que la izquierda abertzale intenta imponer no tiene seguimiento. No lo tiene desde hace tiempo. Los altercados en los campus vascos regresaron hace cerca de tres años. Desde finales de 2016 los episodios con incidentes en la UPV han sido reiterados. En realidad, comenzaron el mismo día de las elecciones que auparon a la actual rectora del centro docente, Nekane Balluerka. El lema de “Borroka da bide bakarra” (La lucha es el único camino) regresó al campus junto a las capuchas, los lanzamientos de piedras y los enfrentamientos con la Ertzaintza que parecían olvidados. Lo sucedido el 24 de noviembre de 2016 algunos medios lo calificaron de ‘batallas campal’: 3 heridos.
Cuatro meses más tarde, un nuevo altercado, con destrozos en el decanato y despachos de la Facultad de Periodismo, con pintadas de dianas incluidas, demostraba que algo había cambiado, que el pasado parecía querer revivir. Al día siguiente, la Policía vasca accedió al campus de Leioa (Vizcaya) y localizó en los locales de las organizaciones juveniles propaganda, ropa oscura y un ordenador que se llevó para analizar.
Estructuras paralelas
También han reaparecido las pancartas, incluso algunas con el anagrama de ETA, como la que se colocó en el edificio de la Facultad de Ciencias de la Información, con el lema “Todos debemos dar un poco para que unos pocos no lo tengan que dar todo”. Incluso las palizas. El 30 de noviembre del año pasado un grupo de encapuchados agredió en el campus alavés, al grito de “¡español de mierda!”, a un joven a la salida de la reunión de la organización que había creado, la Agrupación Estudiantil en Defensa de España. Requirió se ingresado en un hospital. A todo ello se han sumado ataques puntuales a distintas instalaciones de la UPV, con especial intensidad en Vitoria.
El pulso entre ATA y Otegi en el ámbito universitario por captar la simpatía de las nuevas generaciones posteta es evidente. El sector crítico con Sortu ha llamada en reiteradas ocasiones a “autoorganizarse” y así lo está haciendo conformando su propia estructura política –Herritarren Batasuna-, sindical –Langile Autodefentsa Sarea-, estudiantil –Ikasle Abertzaleak- y feminista. Por su parte, EH Bildu no ha descuidado el frente universitario. El secretario general de la coalición ha frecuentado la celebración de actos políticos en los distintos campus de la UPV en las dos últimas convocatorias electorales. Pero lo ha hecho con aceptación pero sin abarrotar salas, como en tiempos pretéritos.
El pulso de la imagen también se deja sentir en la Universidad. Los carteles de unos y otros, las convocatorias de un sector y el otro se entrelazan en una suerte de pulso por la visibilidad.
Hoy la UPV ya no tiene el control sobre la formación de los presos de ETA. Las polémicas en torno al presunto trato de favor de los reclusos de la banda que se matriculaban en el centro vasco hicieron que el Gobierno cambiara la ley para impedir la matriculación de reclusos de la banda. Actualmente, los presos encarcelados en centros de nuestro país y que quieran cursar estudios deben hacerlo a través de la Universidad a Distancia (UNED).
En 2003 el Gobierno del PP cambió la Ley Penitenciaria para que todos los presos que quisieran matricularse en una universidad lo hicieran a través de la UNED. La UPV mantuvo el protocolo que entonces tenía en vigor, aprobado en 2004, y que fue llevado a los tribunales por el Ejecutivo, en este caso del PSOE. El Supremo lo anuló inicialmente, pese a que finalmente el Tribunal Constitucional sí lo respaldó. Sin embargo, éste sólo se puede aplicar a presos encarcelados fuera de España. Hasta que el Gobierno español no acuerde un nuevo protocolo, de acuerdo al marco legal vigente, con la UPV ésta no podrá matricular a presos encarcelados en nuestro país.
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