Si hace año y medio a Pablo Casado le hubieran dicho que iba a ser presidente nacional del PP y a Santiago Abascal que tendría 52 escaños en el Congreso de los Diputados se hubieran reído, y mucho, de los augures. Pero la política española se ha convertido en el arte de la sorpresa, también de lo imprevisible, y ambos dirigentes políticos están ahora en primerísima línea como líderes, nada menos, del segundo y tercer partido del país y en lucha por la hegemonía del centro-derecha.
A ambos les unen muchas cosas, para empezar, un pasado común en las filas del PP, que el líder de Vox abandonó, y dos padrinos políticos, José María Aznar y Esperanza Aguirre, que ayudaron a aupar a uno, Casado, y que cobijaron al otro, Abascal, cuando se vio políticamente preterido.
Su relación es buena, cordial, de hecho, la más civilizada del conjunto de relaciones entre ambos partidos, donde hay una guerra abierta entre el secretario general del PP, Teodoro García Egea, y su homólogo en Vox, Javier Ortega Smith, ecuación a la que hay que añadir al portavoz en el Congreso, Iván Espinosa de los Monteros. De hecho, García Egea, negoció la composición de la Mesa del Congreso con el vicesecretario de la presidencia de Vox, Enrique Cabanas, mano derecha de Abascal, aunque eso no sirvió para abrir la puerta a un acuerdo y ambos partidos acabaron tarifando frente a los focos.
En cambio, a Casado y Abascal les unen los tiempos duros de los años de plomo, en los que ETA puso en la diana a los dirigentes del socialismo y del PP vasco, que tuvieron que enterrar a muchos de los suyos. Abascal era el que recibía a los compañeros de partido de otros territorios que ayudaban en las jornadas electorales vascas como interventores y apoderados, rellenaban las candidaturas o reforzaban los equipos de campaña.
Ambos son producto de la cantera popular de Nuevas Generaciones
Los más implicados en la tarea eran los miembros de Nuevas Generaciones, sobre todo los del distrito madrileño de Salamanca, al que pertenece Casado, y éste, además, presidió la organización juvenil de Madrid durante ocho años, entre 2005 y 2013. Con anterioridad, Abascal también representó a los jóvenes populares vascos entre 2000 y 2005. Son producto, ambos, de la cantera popular. Entonces "Santi era una persona muy querida en ese entorno, noblote, directo, muy vasco", dice de él el que fuera un compañero de partido que también dirigió una organización territorial de NN.GG. Y un antiguo dirigente popular apostilla que "fue uno de los nuestros, muy toro bravo, pero de los nuestros. Encontrarás poca gente que no le tuviera simpatía dentro del PP".
En todo caso, fueron en muy buena medida sus malas relaciones con determinados compañeros de partido las que le hicieron salir del País Vasco camino de Madrid. Abascal chocó con el presidente del PP de este territorio, Alfonso Alonso, y con dos de las personas más relacionadas con éste, Javier Maroto, actual portavoz del Grupo Popular en el Senado, e Iñaki Oyarzábal, presidente de los populares alaveses. Y acabó en una institución, la Comunidad de Madrid, que daba cobijo a más vascos populares que intentaban huir del aliento de ETA en la nuca.
Comparten padrinos políticos: Esperanza Aguirre y José María Aznar
Fue el caso de la ex alcaldesa de Lizarza Regina Otaola, que llegó a ser nombrada directora-gerente de la Agencia de la Comunidad de Madrid para la Reeducación y Reinserción del Menor Infractor, mientras que Abascal acabaría al frente de la Fundación para el Mecenazgo y Patrocinicio Social, en definitiva, en uno de los "chiringuitos" que ahora tanto denuncia el partido del que es líder. En este contexto, cabe reseñar otro parecido razonable entre los líderes de PP y de Vox, su "sangilismo", esto es, su alineamiento en torno a la figura de María San Gil, ex presidenta de los populares vascos que abandonó el partido en mitad de un enfrentamiento a cara de perro con Rajoy en 2008 por lo que consideró entreguismo a los nacionalistas.
Otra vez Esperanza Aguirre, en lucha cainita con la dirección nacional popular, desplegó una alfombra roja para San Gil, de la que llegó a decir que era su militante favorita del PP "por su ejemplar defensa de los principios y valores del partido". Casado, recogió ese guante e intentó recuperarla para las listas del 28-A, incluso para la candidatura de Madrid. No pudo ser, pero ella también se resistió a los cantos de sirena de Vox, a fin de cuentas nunca rompió el carné popular.
Abascal y Casado "conectan bien desde el principio". También es complicado llevarse mal con el líder del PP, accesible y agradable, y ambos tendrían ocasión de ir concidiendo en otros dos escenarios, esto es, en la Comunidad de Madrid y en FAES. Aguirre es un eje vertebrador entre ambos. Comparten la necesidad del "rearme ideológico" del PP ante la laxitud del "marianismo", aunque Abascal ya ha dado el salto, primero a través de la creación de la fundación Denaes, acrónimo de Defensa de la Nación Española y, más tarde, de Vox.
"Conectan bien desde el principio", no así sus entornos
Sin embargo, una persona cercana en sus tiempos a Aguirre explica que Abascal se relacionó poco con los miembros del gobierno regional ni tampoco con los del PP de Madrid, "al menos yo no le vi por ahí más que en algún acto muy concreto". Y la actividad de Casado en calidad de presidente de las Nuevas Generaciones madrileñas "nada tenía que ver con la de Abascal".
Pero si hay otro entorno donde Casado y Abascal pudieron estrechar sus relaciones fue en FAES. José María Aznar también amparó a Abascal en la medida en que éste cuestionaba a Rajoy y los suyos. "Es un chico lleno de cualidades", decía de él antes de verlo como una amenaza electoral y retarle a que le dijera mirándole, a los ojos, eso de la "derechita cobarde". Por su parte, Casado llegó a sacrificar en 2009 su escaño autonómico en Madrid para fichar de asistente personal de Aznar por recomendación de la entonces todopoderosa baronesa popular.
No faltan en el PP los que culpan a Aguirre y Aznar de haber "promocionado a Abascal por pura venganza" sin advertir que el hoy líder de Vox alcanzaría su mayoría de edad política con 52 escaños en el Congreso de los Diputados en clara disputa con su otro apadrinado. Y es que comparten los mismos orígenes y mismos padrinos políticos, pero hoy están enfrentados en la lucha por la hegemonía del centro-derecha, batalla que, al menos por el momento, gana Casado.
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