Durante años fue la bestia negra del nacionalismo catalán en el Parlament, responsable de acuñar expresiones como la "crosta de TV3" y de señalar los complejos de sus compañeros del "ala catalanista" del PSC ante el pujolismo. Desde la atalaya de su retiro, Joan Ferran sigue representando una de las voces más críticas del socialismo catalán, pese a su fidelidad sin fisuras a Miquel Iceta. Y se ha convertido además en puente primero con los Cs de Inés Arrimadas, y ahora con el nuevo proyecto de Manuel Valls.
Con estas credenciales firma Joan Ferran "El complot de los desnortados", un dietario de los dos años posteriores al fatídico octubre de 2017, con su referéndum y su declaración de independencia fake. Una visión tan subjetiva como honesta de dos años de prórroga del procés desde el punto de vista de un político que ya no está en primera línea pero conoce como pocos los caminos que nos trajeron hasta aquí.
Manuel Valls acompañará a Ferran en la presentación del libro en Madrid, tras haber protagonizado el estreno en Barcelona junto a Miquel Iceta. Una ocasión que sirvió para que el ex ministro francés confirmara sus nuevas aspiraciones políticas y el líder del PSC intentara captarlo para el proyecto socialista en Cataluña.
Ferran es duro con el independentismo: "Me deprime tanto simbolito amarillo en la pechera de gente mayor que no sabe de la misa la mitad" asegura tras concluir que "estamos peor" que en 2017 "mandados desde Waterloo". Pero también con su partido: "el PSC es un partido a la espera, con nula capacidad de marcar agenda", a pesar de formar parte del sanedrín que aconseja semanalmente a Miquel Iceta. A las cúpulas sindicales les critica haberse convertido en "gestoras desideologizadas en lo social y contaminadas en lo identitario" tras explicar que por primera vez decide no acudir a la manifestación del Primero de Mayo, entregada a la "fiebre amarilla".
El PSC es un partido a la espera, con nula capacidad de marcar la agenda" lamenta
Joan Ferran ha sido siempre un político inusualmente sincero. Lo demostró con su “Quadrienni dels Bàrbars”, un primer dietario, en más de una ocasión despiadado, del gobierno tripartito de los “suyos” al frente de la Generalitat. Desde esa honestidad expresa su preocupación por la deriva secesionista, la incapacidad de “matar a césar” Puigdemont por parte del independentismo y de construir una alianza solvente por parte del constitucionalismo.
Una sinceridad que le lleva a lamentar también el cambio de colores de algún compañero -desde Ferran Mascarell a Celestino Corbacho- elogiar las decisiones de más de un rival y disparar sin piedad contra viejos correligionarios con los que compartió siglas pero pocos ideales. Esa impudicia política es la que explica la frustración por la operación fallida de Manuel Valls y la deriva de Cs, que arrastra a Inés Arrimadas.
Se reencontrará también con el político combativo que no ha perdido la capacidad de indignarse, sobre todo ante los errores de su partido. Lo muestra con prosa airada al describir el capítulo del ingreso del PSC en el Diplocat por obra y gracia de su nueva incorporación al gobierno municipal de Barcelona. O con el desconcierto que no oculta al relatar la visita de Montilla, Poveda y Balmón a los presos.
Este libro es el relato, en definitiva, de ese ir viendo como pasan los meses sin que se deshaga el nudo -denso e insondable- en el que se ha convertido la política catalana sometida a los designios de Carles Puigdemont, ese “cesarillo” en su “corte del mejillón” a la espera de un Brutus que lo destrone.
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