"Tu problema es que tienes un ego estratosférico", le espetó Mariano Rajoy a José Manuel García-Margallo el día que le comunicó que no iba a repetir como titular de Exteriores tras conseguir la investidura en 2016. Para entonces empezaba a estar tocada de muerte una relación de amistad que acabó saltando por los aires con el proceso de primarias del PP. Y es que a partir de su entrada en el Gobierno y, en muy buena medida, como producto de las luchas intestinas en el seno del Consejo de Ministros, "Rajoy comenzó a mirarme con cierto recelo; yo me sentí defraudado".
Es el propio ex ministro, hoy eurodiputado, el que narra ésta y otras escenas de su actividad pública en su último libro, titulado Memorias heterodoxas. De un político de extremo centro (Edit. Penísula). Que ajuste cuentas con la ex vicepresidenta y "bestia negra", Soraya Sáenz de Santamaría, no resulta del todo novedoso, pero sí que hable del deterioro de su relación con Rajoy al que le unía una estrechísima amistad desde los tiempos de oposición a Felipe González.
Corría verano de 1991. Un Margallo recién separado de su primera esposa invitó a un compañero soltero de escaño a pasar unos días con él "en mi modesto barco de diez metros de eslora (...) a partir de entonces pasamos muchos veranos y periodos vacacionales juntos", a los que acabarían sumándose Elvira Fernández, Viri, y la segunda mujer de Margallo, Maribel Barreiro. Se hicieron íntimos amigos.
La intervención de Margallo en el debate catalán comienza a generarle los primeros problemas
Pero eso no bastó para impedir que la llegada al gobierno a finales de 2011 deteriorara dicha relación. En calidad de ministro de Asuntos Exteriores, Margallo se convierte en uno de los ministros más activos contra el desafío independentista catalán. Asume que su cargo no le hacía "responsable directo" de "solucionar el tema de Cataluña", pero "cada vez que me aconsejaban callar yo recordaba que un ministro está siempre al servicio de España". En definitiva, se sentía "obligado a hacerlo".
Pero "no todos los miembros del Gobierno lo entendieron así y algunos convencieron a Rajoy de que yo estaba embarcado en una campaña de promoción personal para ascender a más altos destinos". Su "heterodoxia" le traería "algunas malas consecuencias", la primera "fue un doloroso, aunque inevitable, alejamiento de mi amigo Mariano Rajoy".
Con la repetición electoral de junio de 2016 ese alejamiento se hace aún más profundo. Por la endiablada aritmética parlamentaria, que hacía poco menos que imposible la investidura de Rajoy, comienza a circular el rumor en los cenáculos madrileños de que el candidato popular debe ser sustituido por otro de su partido para facilitar la gobernabilidad. Se habla mucho de Ana Pastor, de Luis de Guindos y hasta del director del CNI, Félix Sanz. Pero "mis amigos", escrito así, en cursiva, "aprovecharon la ocasión para decirle a Rajoy que yo también me estaba postulando como posible sucesor". "Circularon la noticia por algunos confidenciales y el presidente me llamó indignado. Me llevé un enorme disgusto", confiesa Margallo.
Margallo y Rajoy llevan sin hablar desde las primarias populares en julio de 2018
Tras atribuir su salida del Gobierno a la influencia de Sáenz de Santamaría, que, según su versión, fue quitando de en medio a todos los ministros próximos a Rajoy para que no dificultaran su objetivo de ser la sucesora, la relación entre los dos se encona aún más con la celebración del proceso de primarias en 2018, destinado a elegir al nuevo líder del PP una vez desalojados del poder por la moción de censura que gana Pedro Sánchez.
Margallo se presenta a esas primarias populares aún consciente de sus nulas posibilidades. Escribe entonces un artículo en El Mundo rogando que no se interpretara como un movimiento contra el ex presidente. Después de leerlo, Rajoy se pone en contacto con él en una conversación cordial. "Creí que esta llamada ponía fin a nuestros desencuentros, pero me equivoqué", admite el ex ministro de Exteriores. Hay otro detalle en esos días que le lleva a acariciar la idea de la reconciliación. Tras la primera ronda, en la que cae derrotado al cosechar el magro respaldo de 680 militantes, recibe una llamada de su todavía jefe de filas. ¿Un gesto de reconciliación?, "me volví a equivocar", lamenta.
Pero la ruptura definitiva se produce tras apoyar a Pablo Casado en segunda vuelta. Arguyó entonces Margallo que "era absurdo pretender que las mismas personas que habían fracasado en su intento de enderezar la situación fuesen las idóneas para invertirla" y que Casado era el único que podía llevar a cabo la necesaria renovación. Rajoy, que había abandonado su comprometida neutralidad, le telefoneó "muy crítico con mi actitud" y él le invitó a que reflexionara sobre el hecho de que cinco de los seis candidatos que se habían presentado a la primera ronda apostaban por Casado y no por Santamaría. "Fue la última vez que hablé con Rajoy".
El ex ministro explica bajo el título "Los diez negritos" la purga en el Consejo de Ministros
Por lo demás, Margallo resucita sus fantasmas para acusar a la ex vicepresidenta de orquestar una operación a largo plazo con la que despejar su camino hacia la sucesión de Rajoy, lo que dividió al Consejo de Ministros en dos bloques aparentemente irreconciliables, esto es, los "sorayos" o "sorayistas" y el G-8, muy crítico con su creciente poder. En todo caso el ex titular de Exteriores salva a Fátima Báñez y a Álvaro Nadal, muy próximos a su "bestia negra".
Bajo el subtítulo Los diez negritos narra como llevó al límite al que fue ministro de Justicia Alberto Ruiz-Gallardón, orquestando, entre otras maniobras "una campaña de agitación mediática sobre la lentitud de la justicia"; como tumbaba, en la comisión de subsecretarios, "proyecto tras proyecto" que presentaba Miguel Arias Cañete. Después fue José Manuel Soria por contradecirla respecto a las licencias de televisiones privadas, más tarde otro íntimo de Rajoy, Jorge Fernández Díaz, "que todavía no acaba de entender por qué le pasó lo que le pasó", para acabar en su persona, con quien mantuvo fuertes discrepancias respecto a la reforma constitucional y Cataluña. Tampoco Íñigo Méndez de Vigo, Jorge Moragas y Federico Trillo son del agrado de Margallo y no lo oculta.
Muy al contrario de Rajoy, que decidió no ajustar cuentas en su reciente libro Una España mejor, el ex ministro de Exteriores no deja títere con cabeza.
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