La dirección de Podemos en Andalucía ha abierto un debate sobre su continuidad a raíz del pacto de Gobierno con el PSOE, que siempre ha rechazado. Los anticapitalistas andaluces se sienten realmente incómodos con la entrada de su partido en el Ejecutivo y valoran la posibilidad de no presentar candidatura en la Asamblea Andaluza que se convocará en febrero para renovar la dirección.
El equipo de Teresa Rodríguez se ha mantenido fiel al espíritu original del partido que luchaba contra el bipartidismo y que consideraba que el PSOE era igual que el PP. Bajo esa premisa, Podemos Andalucía ha sido muy crítico con la gestión socialista tanto de Pedro Sánchez como de Susana Díaz, con la que no quería pactar para gobernar en coalición, como sí ha hecho Pablo Iglesias.
El hecho de tener que respaldar la directriz nacional de apoyar ese Gobierno de coalición, a pesar de sus contradicciones, de las escasas competencias de los ministros de Podemos y de las experiencias previas de gobiernos de coalición con el PSOE, ha generado un malestar en la dirección andaluza que amenaza su continuidad.
La posibilidad de que Rodríguez abandone la Ejecutiva ha abierto un debate entre las distintas familias de Podemos en Andalucía. El sector oficialista leal a Pablo Iglesias puede encontrarse con una gran oportunidad de recuperar el control de un territorio electoralmente clave, que hasta ahora se le ha resistido. También existen dudas sobre el grupo de diputados en el Parlamento andaluz que deberán someterse a la disciplina de la nueva dirección o abandonar sus escaños.
El cambio en la dirección andaluza coincidirá con la convocatoria del tercer congreso estatal de Podemos, Vistalegre 3, que blindará a Pablo Iglesias al frente del partido, dificultando procesos como el que tenía previsto Rodríguez para convertir a la federación andaluza -constituida en Adelante Andalucía en su coalición con IU- en un sujeto político propio a modo del resto de confluencias de Podemos como la gallega o la catalana.
Los planes de Iglesias para Podemos pasan por culminar la fusión orgánica con IU, en una consolidación de Unidas Podemos a nivel federal que puede complicar esa unidad de acción andaluza para una estructura de partido confederada.
Rechazo a la coalición de Gobierno
Los anticapitalistas siempre han abogado por intentar lograr una posición hegemónica en la izquierda política y por huir de ser una fuerza subalterna al PSOE. «El PSOE es un partido de régimen, a pesar de un sector de su militancia, su historia y de sus señas de identidad». «Es el partido de duras reformas laborales, el partido de las privatizaciones, de las reconversiones industriales, del rescate a la banca, de la supresión de los impuestos a los ricos, del desahucio exprés, de la constitucionalización del austericidio», explicaba Rodríguez en un documento político para el debate de la Asamblea Andaluza, publicado a finales de noviembre y titulado Ser Luna Llena.
«La ministra Nadia Calviño es más clara que Sánchez: no tocar el marco laboral y económico, para poder hacer alguna pequeña concesión, siempre que el contexto fiscal sea favorable, algo que está por ver ya que se acercan nuevos nubarrones de recesión en el horizonte», señala el texto, para advertir de que al PSOE sólo se le puede controlar «con un competidor fuerte en el plano político, con la mano tendida, pero sin mimetizarse y con un proyecto fuera de los consensos neoliberales y de régimen».
En el documento, Rodríguez hace un recorrido por esa experiencia inicial de Podemos frente al PSOE, para recordar que «un día eso cambió». «Cambió primero en pequeño, la experiencia de gobierno de coalición de Castilla La Mancha estaba llamada a ser la experiencia piloto, acabó devorándonos, haciéndonos desaparecer y reforzando al PSOE, que ganó con mayoría absoluta, y a Vox, que hoy es la tercera fuerza con un 22% de los votos».
Efectivamente, Podemos-IU-Equo Castilla-La Mancha se quedó fuera del parlamento autonómico en las elecciones del 26 de mayo del año pasado, después de que sus dos diputados, José García Molina y David Llorente, entraran en el Gobierno de Emiliano García-Page, que rentabilizó esa alianza recuperando la mayoría absoluta perdida en 2015. La dirección castellanomanchega del partido dimitió en bloque después de que su líder, García Molina, pasara de ser vicepresidente autonómico al paro.
«En los gobiernos en minoría con el PSOE hay cierta tendencia a regalarles tus logros de buena gestión (véase Castilla La Mancha) y asumir como propias sus contradicciones, sabedores además de que nuestra base social es más crítica y más exigente que la suya. Sobre este último escenario, a las andaluzas no se nos olvida como Diego Valderas", dirigente de IU que fue vicepresidente de José Antonio Griñán (PSOE) en la Junta, "tuvo que anunciar en rueda de prensa los peores recortes sociales de la historia de Andalucía», recuerdan los anticapitalistas, que insisten en que la única forma de gobierno es hacerlo en solitario, siguiendo el ejemplo de José Manuel González ‘Kichi’ en Cádiz, que en mayo renovó su mandato.
«Gobernar crea vínculos de adhesión y lealtad con los socios que impiden cualquier tipo de crítica a la gestión del otro partido en el seno del gobierno», avisa Rodríguez, que alerta de que las alianzas de PSOE y Podemos alimentan a Vox, como se ha demostrado en las elecciones de noviembre, tras las negociaciones entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, cuando se ha convertido en tercera fuerza política con 52 diputados.
«Abandonar la oposición de izquierdas al Gobierno y dejar el discurso de la impugnación a Vox es peligroso. Éste es un riesgo que puede llegar a ser muy real en un contexto en el que no hay ninguna garantía de que el nuevo Gobierno de coalición pueda emprender un rumbo antineoliberal y democratizador, capaz de responder al malestar social que siguen provocando la agravación de las desigualdades sociales y de todo tipo que se extienden en nuestra sociedad», explica el documento.
Rodríguez recuerda también casos europeos como coaliciones con socialistas en Francia e Italia para recordar que todas ellas se han saldado con la «caída en picado o desaparición del socio minoritario y crecimiento de la extrema derecha como alternativa de impugnación».
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