Desde que se consumase la investidura de Pedro Sánchez, aupado al poder en concurso del nacionalismo catalán y vasco, y el Ejecutivo de coalición echase a andar, los cuarteles generales de los principales partidos de la cámara comenzaron a trabajar al máximo rendimiento para fraguar sus particulares estrategias de oposición. En este contexto, la batalla que antaño libraron Pablo Casado y Albert Rivera por el liderazgo de la oposición sigue patente meses después aunque, claro está, con un actor diferente: Santiago Abascal.
De una relación cuidada -a ambos líderes les une un pasado común en las filas del PP- se ha pasado a un ambiente de guerra fría entre los dos partidos conservadores que, con Ciudadanos fuera de juego, compiten por el mismo electorado y buscan diferenciarse el uno del otro en cada debate, en cada votación y en cada comparecencia pública. A esa atmósfera de calma tensa que se respira en los pasillos del Congreso se ha llegado después de un contexto de ataques a bocajarro que los equipos de Casado y Abascal protagonizaron en las semanas previas a las generales del 28-A: por aquel entonces comenzó la pugna por ver quién llevaba consigo la etiqueta de la "derechita cobarde".
Uno de los protagonistas que avivó entonces la polémica fue el ex presidente del Gobierno, José María Aznar: entonces, aseveró que, mirándole a la cara, nadie en Vox se atrevería a colocarle semejante etiqueta. Y hoy, el ex presidente popular vuelve a estar en el centro de la contienda que mantienen con los de Abascal.
En un acto en el que ayer coincidieron Casado y Aznar, el ex líder del Ejecutivo español se deshizo en elogios hacia el actual jefe de la oposición, y añadía un consejo: ignorar a sus homólogos de Vox, "como si no existiesen". "Pablo tiene que confrontar el Gobierno como si Vox no existiera, ,y confrontar a Vox como si el Gobierno no existiera". Sin medias tintas.
El comentario, lejos de caer como -otro- jarro de agua fría en el tejado de los de Abascal, ha sido recibido más bien como maná, pues no hace sino alimentar la estrategia que defienden desde que irrumpieron como tercera fuerza política en el Congreso y acentuar la maniobra que les llevó a registrar más de cuatro millones de papeletas en las urnas: entonar un discurso "diferente" y "valiente", demostrar que PP y Ciudadanos "hablan igual" y que Vox es la única formación en el panorama nacional que discurre en solitario "alejado del "consenso progre de lo políticamente correcto", tal y como enfatizaba la portavoz de la Asamblea de Madrid, Rocío Monasterio, en una entrevista para El Independiente.
"Parece que están trabajando en un complot para que Vox siga sumando. Cuanto más nos ignoren, cuanto más nos insulten, cuanto más nos etiqueten, antes llegaremos a los 100 escaños. Nos están regalando votos", defienden fuentes de la cúpula de Vox, convencidos de continuar por la senda de la oposición "sin tener que adaptarnos a otros partidos políticos", y concentrados en convencer de que el PP ya forma parte de la alianza del "tricentrito" -junto a PSOE y Ciudadanos-. "Llama mucho la atención que -Casado-fije su acción política en Vox y no en la coalición de extrema izquierda y sus socios separatistas", destacan.
El agravio de la Mesa de la Diputación Permanente
Abascal quiere discurrir por la vía de la oposición acompañado "cuando sea necesario", pero nunca condicionado. Y llevarán esa estrategia "hasta el final". La formación lo ha venido dejando patente en las últimas semanas, conscientes de que su fuerza parlamentaria -52 diputados- es suficiente para impulsar sus propias comisiones o "acceder al Tribunal Constitucional. Es una gran diferencia cualitativa y una oportunidad maravillosa", señalaba Macarena Olona, secretaria general del grupo parlamentario, a este medio.
A golpear a la oposición desde la calle -táctica a la que se niegan desde PP y Ciudadanos, que acusan a los de Abascal de "generar crispación"- se ha sumado, sin ir más lejos, la independencia que han mostrado respecto a la comisión de investigación del 'caso Ábalos'. Fuentes del entorno de Inés Arrimadas afirman que en ningún momento el partido de Abascal se ha puesto en contacto con ellos o con el PP para levantar esa propuesta de manera conjunta. Vox también ha pedido la "comparecencia inmediata" e incluso la dimisión del titular de Transportes, aunque de forma autónoma.
La exclusión de la Mesa ha avivado la brecha abierta con el PP, al que Vox acusa de alinearse con el 'consenso progre'
Y, tras la cruzada por la composición de la Mesa del Congreso ha llegado el turno de la batalla por la Mesa de la Diputación Permanente, que ha avivado de nuevo esa brecha ya casi irreconciliable con el PP y que ha vuelto a alimentar ese discurso de la diferenciación. El órgano que gobierna la Cámara durante los períodos inhábiles cuenta con cinco integrantes. A la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, se le ha sumado Alfonso Rodríguez Gómez de Celis (PSOE) y Ana Pastor (PP) en las vicepresidencias; y Adolfo Suárez Illana (PP) y Javier Sánchez (Podemos) en las secretarías. El candidato de Vox, Ignacio Gil Lázaro -vicepresidente cuarto de la Mesa del Congreso- se ha quedado fuera.
Y su portavoz parlamentario, Iván Espinosa de los Monteros, no ha desaprovechado la oportunidad para volver a inscribir al PP dentro del 'consenso progre' arrinconando, de nuevo, a la tercera fuerza política. "Una vez más han conseguido ponerse de acuerdo y dejarnos fuera. Pero eso solo refuerza nuestro compromiso por hacer escuchar nuestras ideas y convicciones", defendía en la mañana del martes. "Esto no había pasado en el resto de legislaturas", agregaba, al tiempo que repetía que "en solitario" levantarían diversas iniciativas, como las referidas a "congelar el número de comisiones y reducir el gasto de todos los españoles".
Su homóloga del PP, Cayetana Álvarez de Toledo, no ha desaprovechado la oportunidad de censurar las palabras del portavoz de Vox y de desmentir que su grupo haya negociado con ningún otro grupo para alcanzar un determinado número de votos. Y ha censurado su estrategia: "victimismos, no", apostillaba.
La batalla cultural, la otra punta de la lanza
Y Vox trata posicionarse en el otro extremo del PP también desde el punto de vista cultural. La controvertida polémica del pin parental fue tan solo el primer exponente con el que Abascal ya ha llegado a poner en un aprieto a los de Casado y a sus socios preferentes allí donde gobiernan, llegando incluso a poner tierra de por medio y ahondar en las contradicciones de las filas populares: mientras el propio Casado o García-Egea hacían suya la medida, acusando a Vox de plagiar su propuesta, Isabel Díaz Ayuso se negaba a implantarlo en la Comunidad de Madrid.
Es en el terreno de la educación, aunque también de la memoria histórica, de la violencia de género o de la -no- defensa de los colectivos LGTBI donde Vox está encontrando su mina a explotar para despuntar entre el electorado conservador y una máquina de robar papeletas de la bolsa de los populares. "La renuncia del PP a esta batalla cultural es lo que a nosotros nos ha traído hasta aquí. Si el PP no estuviera en el consenso progre, yo estaría en mi casa y en mi oficina, y Vox no existiría", defendía Espinosa de los Monteros en una entrevista para El Mundo.
También su esposa y compañera de partido, Rocío Monasterio, ha denunciado ha achacado en múltiples ocasiones al PP lo que en Vox consideran "adoctrinamiento en los centros educativos en ideología de género". "Fue el PP el que aprobó en Madrid una serie de normas que atentan contra la libertad de los padres, garantizada en el artículo 27 de la Constitución (...) Supone imponer un adoctrinamiento que, por cierto, viene de la izquierda y a la que el PP se entregó", insistía la dirigente madrileña a este medio.
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