Pedro Sánchez avanza firme en la senda para aprobar unos Presupuestos vitales para su Gobierno. Sólo con unas cuentas nuevas tendrá viabilidad su Ejecutivo de coalición con Unidas Podemos y toda la maquinaria del Gobierno y del PSOE están sometidas a ese objetivo. Para lograr el apoyo de Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) y del PNV a los Presupuestos, el Ejecutivo tiene que cumplir las exigencias de los independentistas de negociar con la Generalitat "el futuro político de Cataluña". Sánchez es consciente de lo delicado de esta apuesta y quiere neutralizar el ruido interno en el PSOE. Ante las quejas de barones como Emiliano García-Page (Castilla-La Mancha) y Javier Lambán (Aragón), el líder del PSOE ha optado por neutralizar una corriente crítica que dificulte esa negociación a través de un pacto con su mayor enemiga política: Susana Díaz.

La secretaria general del PSOE andaluz basó su campaña contra Sánchez en las primarias socialistas en la defensa de la unidad de España y de la igualdad de los españoles. Como presidenta de la Junta de Andalucía entonces aseguraba que no permitiría una discriminación que perjudicara los intereses de la comunidad. Sus tesis fueron respaldadas por voces históricas del socialismo como Felipe González y Alfonso Guerra y por buena parte de dirigentes de otros partidos, que veían en ella un referente moral del "socialismo histórico", al que apelaban personalidades como Mariano Rajoy para evitar el "Gobierno Frankenstein" (en terminología de Alfredo Pérez Rubalcaba).

Más débil que nunca después de perder el Gobierno andaluz y sufrir una rebelión interna en el PSOE de Sevilla, Díaz ha optado por entablar un entente cordiale con Sánchez que le dé la oportunidad de volver a presentarse como candidata en las elecciones andaluzas dentro de tres años. Sánchez ha considerado que esa paz momentánea neutraliza una poderosa voz contra el independentismo catalán y las cesiones del Gobierno ante ERC. Sin Díaz, los reproches de los barones serán aislados y no una corriente crítica interna consistente. A cambio de esa tranquilidad interna, Sánchez no ha dudado en 'traicionar' a los sanchistas andaluces y dejar que sea Díaz quien elija a la próxima delegada del Gobierno en Andalucía, que este martes nombrará el Consejo de Ministros.

Se trata de la senadora del PSOE por Granada Sandra García, que fue delegada del Gobierno de la Junta de Andalucía en la provincia bajo la presidencia de Susana Díaz. Su perfil, desconocido en la comunidad, le garantiza a la dirigente sevillana que Sánchez no nombre a un peso pesado del sanchismo que le reste protagonismo en la comunidad. Eso le ocurrió con el nombramiento de Alfonso Rodríguez Gómez de Celis (histórico enemigo de Díaz en Sevilla) como delegado del Gobierno cuando Sánchez llegó a la Presidencia a través de una moción de censura en junio de 2018. Gómez de Celis, hoy vicepresidente primero del Congreso, miembro de la Ejecutiva federal y uno de los primeros sanchistas en la comunidad, se convertía en la referencia del PSOE en Andalucía frente a la entonces todopoderosa presidenta de la Junta. Ahora, con un perfil político bajo, la delegada del Gobierno no le hará sombra y ella será la voz fuerte del PSOE en Andalucía.

Sánchez y Díaz ganan con este acuerdo, que es difícil de entender entre los seguidores de ambos. El presidente del Gobierno y la lideresa andaluza han estrechado lazos, hablan a menudo, se intercambian mensajes amistosos y hasta se dan consejos políticos. Susana Díaz presume de esa nueva sintonía con el secretario general del PSOE, ante el que ha cedido en cuestiones como reconocer que ella estaba equivocada a la hora de defender la abstención del PSOE en la investidura de Mariano Rajoy en 2016. «Me equivoqué yo y acertó Pedro Sánchez», aseguró en el Parlamento andaluz el pasado 28 de enero, en una intervención pactada con el presidente del Gobierno.

Era la primera vez que la dirigente andaluza, que lideró entonces la rebelión de los barones contra Pedro Sánchez, admite el ‘error’ de la estrategia adoptada por la Gestora del PSOE que ella dirigía en la sombra. «Me equivoqué cuando defendí un Gobierno en España tan de derechas como el suyo», aseguró. Esa enmienda a la totalidad del perfil político nacional que impulsó en contraste con el de Sánchez -proclive al Gobierno Frankenstein que ahora ha materalizado- coincidía con una pequeña rebelión de socialistas susanistas en la provincia de Sevilla críticos con su forma personalista de ejercer el liderazgo en el partido.

"Necesitamos un nuevo proyecto adaptado a las nuevas necesidades y requerimientos de la sociedad. No nos vale ya la autocomplacencia, la contemplación en nosotros mismos, el culpar ‘a los otros'». «Hemos cometido errores, hemos de identificarlos y corregirlos de raíz. Solo será posible con un modelo organizativo basado en la participación, la apertura, el respeto a la pluralidad y el esfuerzo común por el proyecto». «Necesitamos liderazgos cooperativos que entiendan la organización como una herramienta al servicio de la ciudadanía en base a una cultura de fraternidad y lealtad que reconozca la experiencia, el mérito y la capacidad, como valor vehicular del éxito de la organización», aseguran los críticos en un manifiesto.

Ese conato de rebelión en su agrupación, su casa, el PSOE de Sevilla, la maquinaria más poderosa electoral del partido, empujó a Díaz a profundizar en su alianza con Pedro Sánchez para mantenerse como lideresa del partido en la comunidad hasta que se acerquen las elecciones autonómicas, cuando se decidirá el nombre del candidato socialista. Díaz ha iniciado una nueva estrategia para ganar protagonismo en la oposición y afianzarse dentro del partido con el objetivo de que las encuestas avalen su nombramiento como candidata para intentar recuperar el Gobierno de la Junta, que ella heredó de José Antonio Griñán y que perdió en diciembre del año pasado tras 37 años de gobierno ininterrumpido. Los sondeos que se publicarán con motivo del Día de Andalucía, el 28-F no la favorecen como candidata electoral.

El reconocimiento de Susana Díaz como líder del PSOE andaluz que supone este nombramiento consensuado contrasta con la imposición de una nueva delegada del Gobierno en Aragón sin pactar con Javier Lambán. Además, la elegida es Pilar Alegría, que fue portavoz de la candidatura de Susana Díaz en las primarias. En este sentido, el mensaje enviado a Lambán tras sus críticas al Gobierno es doble: no decide los nombramientos del Ejecutivo en su comunidad mientras Díaz aumenta su influencia.

Está previsto que el Consejo de Ministros de este martes nombre a los nuevos delegados del Gobierno en Andalucía, Aragón, Baleares (Aina Calvo); Madrid (José Manuel Franco, secretario general del partido en la Comunidad); Castilla y León (el diputado Javier Izquierdo); Comunidad Valenciana (Sagunt Gloria); Cantabria (Ainoa Quiñones); Canarias (Anselmo Pestana); Murcia (José Vélez) y País Vasco (Denis Itxaso). Con todos ellos, el Gobierno pretende dar mayor perfil político a sus delegaciones territoriales.