Las maquinarias internas de los partidos para afrontar el desafío que suponen las urnas llevan tiempo trabajando ininterrumpidemente por la continua coyuntura electoral en la que permanece anquilosado el país. Tras dos elecciones generales y unas autonómicas, municipales y europeas en tan sólo ocho meses, los siguientes campos de batalla serán Galicia y País Vasco para el próximo 5 de abril, que prepararán el camino para la contienda final en Cataluña, donde aún no hay fecha para el adelanto electoral.
El pacto con aristas y flecos pendientes de PP y Ciudadanos será finalmente una realidad en Euskadi -sin Alfonso Alonso en la ecuación-, mientras que en Galicia la situación es radicalmente diferente para la nonata unificación del centroderecha: Ciudadanos pinchó un hueso con Alberto Núñez Feijóo, cuyo criterio se impuso no sólo al de Arrimadas, sino también al de Casado. Por ello, PP y Cs deberán afrontar la campaña electoral gallega por separado, siempre y cuando los liberales sigan en su línea de no aceptar diluir a algún dirigente en las listas del barón popular.
Que azules y naranjas "se peleen" por el fondo y la forma de sendas candidaturas a las autonómicas es muy bien recibido en Vox, donde presumen de no haber sido invitados a la suma del centroderecha. Ahondarán por tanto los de Abascal en la estrategia que vienen aplicando desde las últimas generales y que tan buen resultado les granjeó entonces: la de uno contra todos, la de demostrar que PP y Cs "hablan igual", la del ataque sin cuartel, la de la vía de la diferenciación frente a la "coalición de perdedores" que "no es de fiar".
Vox no dejará atrás el estandarte de luchar contra las autonomías y reprimir los movimientos independentistas, aún conscientes de que la defensa acérrima de este discurso no les pone más que palos en las ruedas en País Vasco y, en menor medida, en Galicia, por el fuerte carácter identitario de estas regiones y de cuyo comportamiento es reflejo el escaso apoyo cosechado en estos territorios, incluso cuando Abascal estaba en la cresta de la ola.
Será en el feudo de Feijóo -en País Vasco el constitucionalismo no le hace ni sombra al regionalismo- donde Vox más incidirá en los ataques a degüello frente a su potencial rival, y tratará de erigirse como "única alternativa" a la amenaza del nacionalismo. Y el nacionalismo, para Santiago Abascal, no lo encarna otro sino el actual presidente de la Xunta y candidato por el PP el 5-A, Alberto Núñez Feijóo.
"Y a los nacionalistas se les combate", dicen en Vox, que subrayan las declaraciones del portavoz de la formación en el Congreso, Iván Espinosa de los Monteros, que ponía en la misma tesitura al presidente de la Generalitat que al barón popular, una suerte de "Torra gallego" que "ha tomado el control de la educación y de los medios".
Si según diversas encuestas el discurso firme de Vox contra el procés y el soberanismo catalán les reafirmó como tercera fuerza política, de puertas para adentro los de Abascal están convencidos de mantener y tratar de convencer, en la medida de lo posible, de que Feijóo lleva un falso disfraz constitucionalista mientras abraza las "viejas tácticas del separatismo catalán" como vía para lograr la ansiada irrupción, por pequeña que sea, en el Parlamento gallego.
Abascal y Feijóo han intensificado estos días el cruce de reproches hasta que la tensión ha llegado a un punto álgido: sin morderse la lengua, el líder de Vox calificaba abiertamente al barón del PP como "Jordi Feijóo", comparando al gallego con el ex presidente catalán, Jordi Pujol.
Mientras, dirigentes de su núcleo duro como el eurodiputado Jorge Buxadé, respondieron a la reiterada negativa de Feijóo a pactar con Vox en caso de que un hipotético escaño de los ultraconservadores salvase al PP de perder una de sus joyas más preciadas porque "Vox está contra Galicia". "La identificación del presidente con al región es un paso decisivo para eliminar libertades después de las leyes lingüísticas", escribía Buxadé.
"Muto mis apellidos; ayer era Torra y hoy, Pujol", respondía irónico el líder del PP de Galicia. "Lamento que las declaraciones de una organización se basen en la falta de respeto y el desprecio a los adversarios políticos", aseveraba Feijóo.
Las encuestas pronostican que el candidato popular volverá a hacerse con la mayoría absoluta este 5 de abril, aunque sin el colchón que le permitía afrontar una campaña electoral tranquila: salvaría la mayoría absoluta al límite, y obtendría entre 38 y 39 escaños, según una reciente encuesta de NC Report para La Razón.
Sin embargo, pese a que Vox no conseguirá representación en el Parlamento gallego según los sondeos, una parte de los votos de Feijóo sí se los llevará Abascal, al menos los suficientes como para poner en jaque la mayoría necesaria para que el PP no pierda el poder en favor de socialistas y nacionalistas del BNG. Habida cuenta que un hipotético acuerdo entre Feijóo y Abascal tiene, a día de hoy, las puertas cerradas.
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