Pedro Sánchez presidirá este miércoles una mesa de negociación con la Generalitat en la que por fin estará presente ERC, representada por Pere Aragonés. Un mes y medio después de lo acordado en el pacto de investidura de abrirá la mesa de negociación entre Gobierno y Generalitat de la que debe salir una solución al "conflicto político" para "ser votada" por los catalanes. El retraso en la convocatoria es tan responsabilidad del Gobierno como, sobre todo, del presidente de la Generalitat, Quim Torra.
Su partido no tiene ningún interés en una mesa de negociación obra de Esquerra, que naturaliza las relaciones con el Gobierno en vez de mantenerse en la confrontación, como querría Carles Puigdemont. Pero tampoco se puede permitir el coste de aparecer como el responsable de una nueva ruptura. Por eso Torra ha prorrogado la convocatoria todo lo que ha podido, y seguirá poniendo trabas al proceso, ahora con la figura del mediador -o la pretensión de incorporar a la mesa a la ANC y la CUP- y a partir del miércoles insistiendo en arrancar el compromiso de un referéndum de independencia imposible.
El miércoles Torra insistirá en amnistía y referéndum y ERC le secundará, por lo menos de entrada. Será el Gobierno el que tenga que reconducir el debate para evitar que el diálogo salte por los aires en el primer intento. En eso está ya Pedro Sánchez, que el jueves advertía desde Bruselas, manual del buen negociador en mano, que lo sensato sería empezar por los puntos fáciles, aquellos en los que exista un mínimo consenso entre las partes.
Y Carmen Calvo propuso el menú al día siguiente: empezar por un diagnóstico de la situación. Un punto de partida que remite inevitablemente a la responsabilidad del PP y los Gobiernos de Mariano Rajoy, un terreno en el que tanto el PSOE y Podemos como los partidos independentistas se encuentran cómodos. Aunque Pedro Sánchez se verá en la tesitura de justificar su apoyo a la aplicación del artículo 155, porque Quim Torra se lo recriminará en privado como hace habitualmente en público tanto él como el resto de los dirigentes de JxCat.
Mal calendario para el PSOE
La propuesta de empezar con un "diagnóstico" de la situación en Cataluña y el análisis de "cómo hemos llegado hasta aquí" es la mejor baza del Gobierno para mantener viva la mesa de negociación por lo menos en los próximos meses. Pedro Sánchez necesita la puesta en marcha de la mesa de negociación para conseguir el apoyo de Esquerra a los presupuestos generales. Pero es consciente de que su principal interlocutor, Torra, tiene fecha de caducidad. La mesa, por tanto, debe llegar a las próximas elecciones catalanas, pero sin entrar en el debate de fondo, porque será a partir de las elecciones cuando se siente ante el Gobierno un interlocutor validado por las urnas.
El calendario a corto plazo no es menos complejo. La reunión sucederá a tres días de la celebración del macro mitin organizado para mayor gloria de Carles Puigdemont en Perpiñán. Un mitin que vuelve a ejemplificar las tensiones entre Esquerra y JxCat por los esfuerzos de los junteros por excluir a los republicanos de la convocatoria, oficialmente abanderada por el Consell de la Republica. En el acto, sin embargo, solo tomarán la palabra los integrantes de la candidatura de JxCat en las últimas europeas: Puigdemont, Toni Comin y Clara Ponsatí.
Comisión Bilateral
El día anterior se producirá otro movimiento clave en los preparativos del encuentro: El conseller de Relaciones Institucionales, Alfred Bosch, presentará en la reunión del Govern de este martes el orden del día para la reunión de la Comisión Bilateral Estado-Generalitat. Este es el espacio al que Torra quiere derivar todas las cuestiones estrictamente competenciales que han distanciado a los diversos ejecutivos de Barcelona y Madrid en los últimos años, para evitar que las cuestiones más prosaicas sirvan al Gobierno para edulcorar el debate en la mesa de negociación, como Pedro Sánchez intentó en la reunión con Torra en el Palau presentando su documento de 44 puntos.
Quim Torra quiere centrar el debate en el reconocimiento del derecho de autodeterminación y la celebración de un referéndum. Un menú al que ha añadido ya formalmente la exigencia de un mediador. Aunque en esta exigencia el presidente catalán estará probablemente muy solo. Sus socios de ERC ya han dejado claro que no es prioritario para ellos, tampoco para el PDeCat, aunque los ex convergentes no lo expresen tan abiertamente.
La mesa de negociación también constará la soledad política del presidente de la Generalitat, sin aliados en su Govern más allá de su propio gabinete. Torra no tiene poder sobre los consellers ni los grupos parlamentarios que garantizan la estabilidad del ejecutivo catalán más allá del "botón electoral". Por eso todos los actores interesados en que la mesa de negociación avance reconocen que no lo hará hasta después de las elecciones autonómicas, con un nuevo inquilino en el Palau de la Generalitat y un nuevo reparto del poder en el Parlament.
Por eso también le cuesta tanto decidir quienes deben integrar la delegación catalana, hasta el punto de haber intentado que integrar a la ANC, Òmnium y la CUP. Un intento de buscar apoyos fuera del Govern diluyendo el peso de los partidos y apelando a su condición de activista al margen de los partidos. Pero ni siquiera las entidades le apoyaron en el envite, recordando que no podían tener lugar en esa mesa porque nadie les ha votado para ello.
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