Es casi un rito que ha marcado la política que contamina el fútbol. Sucede cada año desde hace más de una década cuando el Rey se dispone a presidir el desenlace de su Copa. Le ocurrió a Juan Carlos I durante años y le sucede a Felipe VI. El próximo 18 de abril volverá a pasar, cual ‘día de la marmota’; el altavoz futbolístico se convertirá una vez más en megáfono político. Territorial. Independentista. Antimonárquico. A la monarquía sólo le puede salvar un inesperado aliado, el 'corona'virus y una posible decisión de jugar a puerta cerrada que arruinaría la fiesta de decenas de miles se aficionados vascos y, de paso, la pitada al rey y al himno.
La clasificación en la noche de este jueves del Athletic Club para la final de la Copa del Rey que le enfrentará a la Real Sociedad en el estadio de La Cartuja de Sevilla supone un hito histórico. Un precedente similar hay que remontarlo a 1927, cuando el Real Unión de Irún se impuso al Arenas de Getxo en la final de esta competición que ambos disputaron en Zaragoza. Ahora, los dos principales equipos vascos, el Athletic y la Real, se disputarán por primera vez la copa real en una final. Esa es la mayor novedad, el resto, una suerte de ‘deja vu’: aficionados organizando la gran pitada al Rey y al himno y defensores y detractores debatiendo sobre los límites de la libertad de expresión y al respeto a la Corona y los símbolos.
Anoche algunos tuits parecían preparados para dispararse de inmediato. El tardío gol de Yuri Berchiche demoró -minuto 81- la conformación de la cita ideal que el mundo abertzale había soñado desde hacía semanas. El presidente del PNV, Andoni Ortuzar, aseguró que habría que cambiar el nombre del certamen y bautizarlo como “la ‘Copa del lehendakari” si los dos equipos se clasificaban para la final. Recordaba que si se pitaba, aunque no era de su agrado, el Rey debería asimilarlo, “va en el sueldo”, y reflexionarlo: “Por algo será”.
Arnaldo Otegi tampoco perdió ocasión para ponerse la bufanda, el miércoles la de la Real, el jueves la del Athletic, para llamar a los aficionados vascos a “que nos oigan” los ‘españoles’: “Final vasca en Sevilla”. Comentario a través de las redes que acompañó de una foto histórica del fútbol vasco en la que se ve a los capitanes del Athletic, José Angel Iribar, y de la Real, Inaxio Kortabarria, portando la tarde del 5 de diciembre de 1976 la ikurriña, aún sin legalizar. Tampoco perdió la oportunidad de recordar a Iñigo Cabacas, el aficionado del Athletic muerto tras un pelotazo de goma en un enfrentamiento con la Ertzaintza.
En el PNV imprimieron su particular mensaje identitario al acontecimiento futbolístico que en más ocasiones ha ganado un equipo vasco. El partido de Ortuzar extrajo la frase más singular del himno del Athletic para subrayarlo “porque naciste del pueblo, te ama el pueblo”: “Otra final, pero no cualquier final, una final vasca”. Y en otro mensaje en las redes el Partido Nacionalista Vasco también recurrió a la mítica imagen de Kortabarria e Iribar en Atocha saliendo al campo portando la ikurriña. El presidente de la formación, Andoni Ortuzar, aseguró: “Por encima de todas las zarzas, por debajo de todas las nieblas, nos vamos a Sevilla. El futbol vasco, en la cima”.
"No respeta el Estado plurinacional"
A Urkullu el fútbol no le ha apasionado de modo especial. Pero desde que ocupa el primer plano de la política vasca ha tenido que posicionarse sobre los conflictos ‘futbolisticopolíticos’. Lo ha hecho preguntado por sus preferencias ante los partidos de la selección española, siempre con respuestas ambiguas, y ante las reiteradas consultas sobre el respeto al himno y al Rey en las nueve de las once últimas finales de Copa celebradas en nuestro país desde 2009. Ayer optó por la prudencia: “Será una final que mostrará la fuerza del fútbol vasco”.
Pero a nadie se oculta que la ‘Copa del lehendakari’ que Ortuzar ansía en su Euskadi independiente no sería en ningún caso una copa monárquica sino republicana. Urkullu lo ha asegurado en varias ocasiones, su fórmula es la república, “no creo que la monarquía sea en esta Europa occidental el modelo más representativo”, ha asegurado, “la Corona no respeta el principio de Estado plurinacional”.
En el País Vasco el fútbol es una pasión que atraviesa sensibilidades políticas de izquierda a derecha. El rechazo a la monarquía también. Es mayoritario entre los nacionalistas, frecuente entre los socialistas y casi monocolor entre partidos como Podemos o EH Bildu. Por el momento, el respeto a la institución se limita a siglas como las del PP, Cs y Vox, minoritarias en Euskadi. Las encuestas lo reflejan de modo reiterado. El ‘Deustobarómetro’ concluyó en una reciente encuesta que la monarquía ocupaba el puesto de cola entre las instituciones más valoradas por los vascos. Lo hacía por detrás de la Iglesia y el Gobierno central.
Las pitadas al Rey y al Himno se han convertido en hábitos instalados en los comienzos de las últimas copas del Rey. Lo han hecho por la presencia de equipos catalanes o vascos. Desde 2009, salvo en dos ediciones, siempre ha habido un equipo catalán o vasco disputando la final de la Copa del Rey en la mayor parte de ellos el Barcelona y el Athletic Club pero en este periodo también el Alavés alcanzó una final, en 1987. En cuatro ocasiones lo han hecho equipos vascos y catalanes enfrentándose entre sí. La de dentro de un mes y medio será la primera que disputarán dos equipos vascos.
Finales que en muchos casos se han celebrado bajo la tensión política por el procés, que ha marcado el clima social en Cataluña y que los sectores más soberanistas ha sabido exprimir como altavoz. Ahora, la nueva final que se augura entre pitidos al Rey y al himno de España -con permiso del 'corona'virus- se celebrará en pleno clima postelectoral. El 5 de abril, sólo dos semanas antes de la final, los vascos, los aficionados del Athletic y de la Real, acudirán a elegir los 75 diputados del Parlamento vasco. Serán los que deberán aprobar el nuevo estatuto que debe fijar una nueva relación con España “de igual a igual”. Es al menos la aspiración de Bildu y el PNV y en el que el PSE puede convertirse en un aliado necesario. Será una Euskadi republicana, claro.
Sanción en 2015
Y como en cada final, de nuevo el debate se abrirá. Por el momento la Justicia lo ha dejado claro, silbar de modo personal como forma de expresión y rechazo no es un delito. Promover una pitada masiva y colectiva contra una institución o un símbolo, en cambio, puede suponer un delito de injurias a la Corona o de ultraje a España. Tras la final de 2015 la Fiscalía pidió 15 meses de cárcel a un activista independentista, Santiago Espot, por un presunto delito de injurias en la final de Copa de ese año. Finalmente fue condenado a una multa de 7.200 euros. Ni siquiera el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo ve delito en quemar la foto del jefe del Estado.
En junio de 2015 el Tribunal de Antiviolencia condenó a Athletic y Barcelona por la pitada al himno en la final. Al combinado blaugrana le sancionó con 6.000 euros tras escuchar las alegaciones del Club demostrando que había pedido a sus aficionados que se comportaran con respeto. Al Athletic la sanción que se le aplicó fue la más elevada, 18.000 euros, por no haber quedado acreditado que hiciera llamamientos al respeto.
En la vitrina del Athletic Club de Bilbao puede colgar el próximo 18 de abril su copa número 25. La anterior queda lejos en el tiempo, en 1983. La ha tocado con los dedos hasta en tres ocasiones en la última década pero el nuevo ‘Rey de Copas’ que le arrebató el título, el Barcelona, hace tiempo que ocupa ese lugar. En el caso de la Real su regreso a una final de Copa supone cerrar 32 años de ausencia en un momento así, pese a que la segunda de las dos Copas del Rey que posee es más reciente que la de su vecino bilbaíno, la logró en 1987.
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