Una de las claves es el tiempo. El que transcurre entre epidemia y epidemia y el que se prolonga la dispersión de cada una de ellas. En el primer caso, lo es para saber preparar las políticas y medios de prevención, en el segundo para planificar la actuación para erradicarla en el menor plazo posible. Rafael Bengoa (Caracas, 1951) conoce bien lo que es la toma de decisiones en la batalla contra una epidemia o una pandemia. Además de los 14 años que estuvo en la OMS, y en la que le tocó abordar la crisis de otro virus, el SARS, cuando fue consejero de Sanidad en Euskadi (2009-2012) tuvo que preparar el sistema y la sociedad ante el H1N1. Asegura que ante el coronavirus, "se están haciendo las cosas bien, con rigor científico" y niega que se esté actuando tarde, "a toro pasado todo el mundo lo puede decir, es muy fácil" .
Para Bengoa ahora es esencial saber organizarse y adaptarse a la evolución del Covid-19. Su temor es que la expansión del virus no se logre mitigar en un mes. Mayor tiempo de propagación supondría tener que retrasar listas de espera de "cosas importantes" y eso generaría un problema mucho mayor: "Hay que ir pensando ya en el 'plan de contingencia 2' por si la epidemia se prolonga hasta verano". Defiende que se contemplen medidas extremas como el confinamiento "porque cuando no tienes vacuna ni medicación sólo te queda reducir las interacciones personales": "Tendremos que parecernos a los chinos". Quienes le preocupan son sin embargo los estadounidenses, un país que conoce bien, no en vano fue asesor sanitario del Gobierno de Barack Obama: "En Estados Unidos 27 millones de personas no tienen cobertura sanitaria. Francamente, creo que les va a costar mucho controla la epidemia".
Un abordaje de la crisis sanitaria en la que subraya que existen tres frentes de abordaje; el político, el sanitario y el social: "A la población hay que explicarle que tiene que hacer su parte, que toda esa energía que utilizamos para manifestarnos en la calle por muchas causas ahora hay que emplearla dentro de nuestrsa casas quedándonos dentro".
En su opinión el sistema español de sanidad está bien preparado y podrá soportar la tensión a la que ahora está sometido. Pero lo hará durante un tiempo, si se alarga mucho surgirán los problemas. Asegura que él sigue apostando por el modelo que como responsable sanitario siempre ha defendido: el seguimiento a distancia de los enfermos crónicos, el principal generador de demanda sanitaria. "En una situación así nos permitiría conocer quiénes son, dónde viven, qué medicamentos toman, etc. y estar conectados con ellos digitalmente. Eso nos permitiría no tener que esperar a verles en urgencias y no saturarlas".
Bengoa llama a la población a concienciarse en que las epidemias, la aparición de nuevos virus será algo periódico, similar a las crisis económicas o incluso con mayor frecuencia que éstas: "A la población hay que contarle que cada tres o cuatro años habrá una epidemia de este tipo y prepararla para que la siguiente no le pille por sorpresa sino más preparada". Y concluye llamando a aprender de toda esta experiencia y no caer en el error que Albert Camus cita en 'La Peste': "El ser humano se defiende olvidando".
Pregunta.- Con los precedentes de China, Corea del Sur e Italia, y viendo la reacción política, sanitaria y social. ¿Lo estamos haciendo bien?
Respuesta.- Creo que sí. No lo digo para tranquilizar y reducir ese pánico que existe en este momento sino porque lo creo. Yo estuve en el equipo de la OMS cuando se expandió el SARS y me tocó gestionar la situación del H1M1, donde también se generó cierto pánico. En 2005, tras el SARS, se hicieron muchas reuniones y análisis en la OMS para decidir cómo se debía actuar ante estas epidemias y pandemias. El Gobierno español ha seguido las etapas que hay que ir quemando ante una situación así: la contención, el retraso y mitigación. Son las recomendadas por los expertos y se están siguiendo correctamente.
P.- Quienes aseguran que vamos tarde, que las decisiones se han adoptado a destiempo, ¿tienen razón?
R.- No. A ‘toro pasado’ todo el mundo lo puede decir, es fácil. El problema está cuando todas las opciones están abiertas y debes tomar las decisiones. En este tipo de epidemias es muy difícil hacer proyecciones. Lo importante es tener un proceso que fije etapas y actuaciones. Con las epidemias del SARS, el ébola, el H1N1 y otros virus hemos aprendido mucho y sabemos qué hacer en cada momento. Creo que se están haciendo las cosas con rigor científico.
P.- El Estado de alarma prevé medidas duras: confinamiento, -como ya se plantea en Cataluña-, limitación de desplazamientos, cierre servicios, etc. ¿Tenemos que ir preparándonos para que se adopten? ¿Habría que empezar ya a confinar ciudades o aún es pronto?
La energía que empleamos para manifestarnos por muchas causas ahora la tenemos que dedicar a quedarnos en casa"
R.- Es pronto, pero no hay que descartar nada. En zonas como Euskadi, Madrid o La Rioja se ha pasado ya de la fase de contención a otra de diseminación comunitaria. A partir de ahí debes aplicar intervenciones con más músculo sobre una ciudad o una región. Cuando aún no tienes vacuna ni medicación sólo te queda reducir las interacciones interpersonales y eso se hace con este tipo de medidas. Puede que en algún momento, quizá sólo por zonas, tengamos que parecernos a los chinos en el modo de frenar al virus.
P.- Nosotros no somos ni China ni Corea del Sur. Aplicar sus soluciones a sociedades y culturas radicalmente distintas, ¿reportaría los mismos resultados? ¿Cómo se debería adaptar ese plan de actuación a España?
R.- Eso es muy importante. Somos otra cultura, de libertad, de democracia abierta y de transparencia. Por ahora se está comunicando el riesgo a la población española, diciéndole qué parte le toca jugar a las autoridades, quá a los profesionales y qué parte le corresponde a la sociedad civil. En sociedades abiertas como la nuestra ese movimiento cívico es mucho más importante que en las sociedades autoritarias. Ahora toda esa energía que existe en nuestra sociedad para movilizarse y manifestarse en la calle en defensa de distintas causas deberíamos saber emplearla para 'manifestarnos' en favor de las medidas de prevención y quedarse dentro de casa es una de ellas. Toca llevar toda ese energía al interior de nuestras casas.
P.- ¿Cómo logramos que un estado de alarma no decaiga en un ‘estado de alarmismo’?
R.- Hay que invertir más tiempo entre epidemias a explicar a la población cómo actuar, no sólo cuando la tenemos encima. Si hubiéramos seguido las recomendaciones de la OMS de 2005 que planteaban a los gobiernos que fueran transparentes, rápidos informando sobre el riesgo que existe y reclamando su ayuda para que cumpla el papel que debe jugar en estas crisis. Eso hay que trabajarlo entre epidemias. A la población hay que contarle que cada tres o cuatro años habrá una epidemia de este tipo y que quizá la siguiente sea más mortal. El ébola tenía una mortalidad de casi el 50%, pero el coronavirus es muy contagiosa y transmisible. Me da la impresión de que hay que aprovechar esta epidemia para que la siguiente no nos pille de sorpresa. Esa sorpresa es la que genera esa sensación de inseguridad que se puede combatir con formación.
P.- Por tanto, ¿tenemos que interiorizar que los virus van a ser cíclicos, como las crisis económicas?
R.- Sí, incluso diría que más frecuentes que las crisis económicas. Nosotros somos animales, el virus no ve que está saltando de animal a humano, sino a otro animal. Al Covid-19 esta especie, la nuestra, le atrae y comprueba que puede diseminarse muchísimo. Va a seguir yendo a por nosotros. En epidemiología se dice que el brote es opcional pero lo que no es opcional, y podemos prepararnos, es la reacción a ese brote, a esa epidemia. No tenemos por qué seguir pensando que un virus es una sorpresa inesperada. La idea es que vamos a tener esto más a menudo que las crisis económicas y además saber que los virus desencadenan crisis económicas.
P.- El daño colateral, el rastro social en forma de problemas de ansiedad, psiquiátricos, depresiones o de otro tipo que una situación como la que atravesamos puede dejar, ¿cuál será?
Hay que aprovechar esta pandemia para que la próxima no nos pille por sorpresa. Tenemos que aprender"
R.- Tenemos que pensar que habrá un rastro negativo y otro positivo. El negativo es que habrá más gente asustada ante el impacto de gérmenes y virus. El lado positivo es que el país estará más limpio. Se está limpiando todas las superficies, manos y eso es positivo. También la concienciación que hay detrás de todo ello y la preparación social que supondrá.
P.- ¿Echa de menos algo en el abordaje de la pandemia?
R.- Sí, que no hayamos hecho en toda España un completo tratamiento y seguimiento de los enfermos crónicos. Son enfermos pluripatológicos y personas vulnerables. Al virus H1N1 le gustaba más la gente joven, pero al Covirad-19 las personas mayores. Si hubiéramos seguido con más energía y todo el país tuviera clasificado a sus enfermos crónicos sabríamos quiénes son, dónde viven o cuántos medicamentos toman y en una ciudad media podríamos estar conectados con ellos digitalmente. Eso permitiría preguntarles periódicamente cómo están sin esperar a que nos apareciesen en urgencias. Aquel modelo no se acabó. Yo sigo defendiéndolo, lo estamos aplicando en Irlanda y en Inglaterra. Ese control de enfermos crónicos sería muy útil para afrontar estas epidemias.
P.- El sistema sanitario español está saturado y soportando una tensión creciente. ¿Es un problema de recursos, de modelo o simplemente algo inevitable ante el impacto de una pandemia así?
R.- Tenemos un modelo mejor que muchos países. La gente tendrá acceso a la vacuna y a la medicación cuando salga. En otros países, como EE.UU., donde 27 millones de personas no tienen cobertura sanitaria francamente creo que les va a costar mucho más controlar la epidemia. Nuestro sistema sanitario está bastante estructurado como para resistir durante un mes esta pandemia. Más que la tensión inmediata que vive ahora, lo que más me preocupa es qué sucederá si la epidemia dura mucho. Si tiene que estar el sistema tensionado mucho más tiempo habrá que retrasar no sólo las listas de espera no importantes sino también algunas importantes y ahí sí que habrá que pensar mucho qué hacer. Es lo que debemos hacer este mes, mientras se va espesando la epidemia, preparar el plan de ‘contingencia 2’: qué hacer si la epidemia se prolonga hasta el verano.
P.- Tanto el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, como el lehendakari, Iñigo Urkullu, aseguran que “lo peor está por venir”. ¿Qué es ‘lo peor’, a qué nos tenemos que preparar?
R.- Tenemos que saber que habrá más infectados. El 80% lo pasarán de modo leve en casa, el 14% tendrá consecuencias clínicas no muy graves y un 6% va a tener una situación grave. Quizá también se refieran a la economía, a una crisis. Diría que hay dos ‘peores’, el de la salud y el económico. Todo dependerá del tiempo que se prolongue. Sospecho que como otros coronavirus han cedido al calor y la luz ultravioleta, en este también lo haga y veamos en abril o mayo un descenso. Lo pasaremos mal dos o tres meses.
El sistema aguantará bien un mes. Si la epidemia dura mucho quizá se deban retrasar lista de espera importantes"
P.- Tres meses para tenerlo controlado…
R.- Creo que sí, pero en Epidemiología, igual que en Medicina, no se hacen proyecciones, es complicado. Sí podemos estimar por la forma que toma la curva epidemiológica y a la velocidad a la que va, cuál puede ser el comportamiento tipo de la epidemia.
P.- Se dice que el 11-S marcó un antes y un después en las relaciones entre oriente y occidente. ¿El coronavirus será un antes y un después en la batalla contras las crisis epidemiológicas?
R.- Tampoco cambió tanto después del 11-S. Parecía que iba a cambiar el capitalismo, que se iban a contrarrestar los movimientos yihadistas radicales, etc. Luego hemos seguido con una vida bastante parecida. El ser humano hace lo que dijo Albert Camus en ‘La Peste’, “se defiende olvidando”.
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