El germen nació en la calle Núñez de Balboa, en el madrileño barrio de Salamanca, pero las protestas ciudadanas se han multiplicado a lo largo y ancho de la geografía nacional. Alcorcón, Sevilla o Valladolid se han convertido en algunos de los nuevos puntos calientes de las manifestaciones que claman por la dimisión del Ejecutivo de coalición. Las caceroladas y sus derivadas, como las imágenes de intentos de escraches a las puertas de los domicilios de José Luis Ábalos o Pablo Iglesias, han copado esta vez la bronca política en el Congreso y han sido utilizadas como punta de lanza para los ataques mutuos entre Gobierno y oposición.
En este punto, uno de los enfrentamientos más agrios que se vivieron en la jornada de ayer vino a cuenta de Adriana Lastra que, sin mirar a la bancada de los de Santiago Abascal, vino a preguntar a Pablo Casado si se haría responsable de un posible rebrote en Madrid por culpa de las caceroladas. En Génova ven de venir la nueva estrategia del PSOE, la de "pretender culpabilizar al PP" de un repunte futuro en las cifras de contagiados y fallecidos frente a su "negligencia", y niegan seguir el camino que les vincule directamente con las manifestaciones.
"Es lógico que se proteste, pero no animamos a que se haga", defienden fuentes del partido, donde tratan de dejar claro que "el PP no es Vox", y que lo que prima ahora es potenciar la moderación frente los postulados de Santiago Abascal, donde sí instigan abiertamente a seguir con las protestas como arma arrojadiza contra el Gobierno. "La revuelta de los balcones y las cacerolas es imparable por mucho que lo intenten evitar", sostenía desde su tribuna el presidente de Vox. A diferencia de Génova, los de Abascal prefieren canalizar el enfado de la ciudadanía en la calle, haciendo un firme llamamiento a que las caceroladas suenen "más que nunca" como preámbulo a la que preparan los ultraconservadores para este mismo sábado.
Optan en el PP por un perfil más institucional, el de hacer la guerra al Gobierno pero "en el Congreso y en el Senado", y priorizando en su estrategia la crisis económica que está por venir, para la que los populares ya han comenzado a cubrirse las espaldas con un ambicioso plan alternativo con la vista puesta ya en unos futuros comicios, convencidos de que la "bofetada" económica terminará por romper los mimbres del Gobierno de coalición.
"El asalto de los cielos siempre acaba en corralitos y miseria, ya sea en Venezuela, Bolivia, Grecia o aquí", defendía Pablo Casado en la Cámara Baja. Durante su tiempo en la tribuna, prefirió focalizar este miércoles las infinitas colas en busca de alimento en los barrios menos pudientes de Madrid o los problemas de los vecinos de Tetuán o Vallecas como arenga contra Sánchez, encumbrando la problemática económica como una de las mayores amenazas con las que desafiar al Gobierno, por encima de las protestas originadas en Núñez de Balboa. "Su problema no son las protestas, su problema es la ruina política que está provocando. (...) Su problema está en Aluche y en las colas kilométricas para pedir comida. El mejor escudo social es el empleo", sostenía.
Aunque no las alienten, sí apuntan que "entendemos la indignación de la calle" ante un Gobierno cuya gestión "ha impedido salvar vidas y millones de empleos", y no renunciarán al mensaje de que "los ciudadanos tienen derecho a protestar en condiciones de seguridad", conscientes de que muchos de los que salen a la calle a protestar cada día a las 21:00 horas de la noche pertenecen a su bolsa de votantes.
Ciudadanos anónimos sin políticos detrás
En el PP cierran filas además con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, de la que niegan que "haya alentado nada" ni que, como sostuvo el ministro de Transportes, José Luis Ábalos, en una entrevista el pasado lunes, sea la instigadora política de las protestas ciudadanos con el objeto de "derrocar al Gobierno".
De hecho, no hay políticos, ni si quiera de Vox, detrás de las manifestaciones cuyos promotores se organizan bajo el nombre de 'Resitencia Democrática'. Fuentes de la Guardia Civil confirman que las pesquisas apuntan a que no hay un mando político detrás de las protestas contra Sánchez, al menos de momento.
Defienden que se trata de grupos de gente anónima que se organizan en torno a un objetivo común, y que no existe "dirección política, ni organigrama, ni jerarquía" que instigue las decisiones y los pasos a seguir dentro de este movimiento ciudadano por lo que, en contra de lo defendido por el Gobierno, Vox no está detrás de las protestas.
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