"Yo vine aquí -a la política- para hacer lo que siempre hice como abogado, que es resolver problemas y no crearlos. A trabajar, a arremangarme, a aportar soluciones". Apenas ha pasado un año desde que Edmundo Bal Francés (Huelva, 1967) pisase por primera vez el Congreso como diputado por Ciudadanos. A la formación liberal llegó cuando Albert Rivera aún capitaneaba las filas naranjas, donde se estrenó como uno de los fichajes estrella del entonces líder para reforzar su equipo de cara a las generales del 28 de abril de 2019, cuando Ciudadanos aún gozaba de una salud de roble, traducida en nada menos que 57 escaños.
Como el coronel Diego Pérez de los Cobos, la actual voz e imagen del 'nuevo' Ciudadanos engrosó también la lista de los purgados por el Gobierno de Pedro Sánchez. A sus 52 años, y después de toda una vida dedicada al servicio público desde la Abogacía del Estado, fue destituido en noviembre de 2018 por el ya habitual argumento de "pérdida de confianza", según el Ejecutivo. En el marco del juicio por el 1-O, Bal defendió acusar por rebelión a los líderes del procés, y no por sedición, como quería el Gobierno. Su decisión de negarse a firmar, como jefe de Penal de la Abogacía del Estado, un escrito que se presentó ante el Tribunal Supremo en que se habían suprimido todas las alusiones a la violencia durante los hechos acaecidos durante el golpe secesionista de 2017 terminó costándole su carrera.
"Me pidieron que mintiera, y me negué. No soy un héroe, sólo cumplía con mis obligaciones trabajando para el país", defendió Edmundo Bal durante su puesta de largo en marzo de 2019, acompañado por Albert Rivera en un acto en Majadahonda, cuando el ex abogado del estado se postulaba como número cuatro de la lista naranja por Madrid para el 28-A.
Durante su etapa como abogado del Estado, vivió en primera línea los casos penales más importantes de la historia judicial española, como la trama Gürtel, el caso que haría caer a Mariano Rajoy. Como destacan algunos de sus actuales compañeros de partido, nunca le tembló el pulso en su carrera como jurista, ni cuando los apellidos que tenía enfrente eran Messi, Botín, Ronaldo o Junqueras. "En su momento fue capaz de anteponer sus valores y convicciones a una brillante carrera profesional", destaca un dirigente de la formación liberal.
El batacazo electoral del 10-N le dejó fuera del Congreso de los Diputados temporalmente, ya que accedería al escaño tras la renuncia de Albert Rivera a su acta en la Cámara Baja. Desde entonces y a pesar de la debacle que situaría a Ciudadanos en los 10 escaños, el jurista fue ganando peso hasta firmar un meteórico ascenso, tanto en la formación como en la política española. Ahora es la mano derecha de Inés Arrimadas, y a pesar de su corta experiencia como político, la actual presidenta de Ciudadanos decidió integrarle en el núcleo duro -pasó a formar parte del Comité Permanente, integrado por siete personas de la máxima confianza de la líder- y le eligió a él como voz autorizada mientras la dirigente disfruta de su permiso por maternidad.
Bal ha tomado las riendas de la formación liberal en un momento absolutamente clave, hasta convertirse en la imagen de un giro radical en la estrategia de Ciudadanos que ha disipado casi por completo parte del legado de Albert Rivera, quien en sus últimos meses mantuvo un férreo cordón sanitario a Sánchez y un enfrentamiento diario con el Ejecutivo de coalición.
La última manifestación de ese viraje llegaba este mismo viernes. Pese a que el conflicto con el PSOE ha marcado buena parte de su carrera, casi dos años después de su cese Edmundo Bal volvía a Moncloa para sellar, fotografía mediante, la mano tendida al Ejecutivo en pro del "bien común" y de la "política útil". Arrimadas ya se había desmarcado de la política de su predecesor, pero ha sido Edmundo Bal quien ha escenificado la ruptura definitiva de la foto de Colón.
Al ser preguntados, dirigentes y amigos subrayan "rockero" como una de las principales aptitudes que definen al actual portavoz adjunto de Ciudadanos. La segunda, igual "la pasión con la que defiende sus ideales", señala otro diputado de la formación naranja. Y la tercera, "su capacidad oratoria y argumentativa". Y es que semana tras semana ha sido el responsable de defender desde la tribuna del Congreso, pero también en múltiples entrevistas y comparecencias, las razones que han llevado a Ciudadanos a dar oxígeno Sánchez, a pesar de los múltiples escándalos del Ejecutivo especialmente en las últimas semanas.
Bal ha construido un discurso en el que hace continuo equilibrio entre defender abiertamente pactos con Sánchez y mantener líneas de interlocución continuas y, al mismo tiempo, criticar las injerencias políticas del Ejecutivo, censurar la labor del Gobierno en la crisis y pedir la dimisión de ministros. Y ha defendido la senda de la cooperación a pesar de los pactos paralelos de Sánchez con nacionalistas vascos y catalanes, que Moncloa llegó incluso a ocultar a Ciudadanos. Todo ello enmarcado en la "responsabilidad" con los españoles y en la acérrima defensa del argumentario actual de la formación: "No somos los socios del Gobierno".
Uno de los discursos que más recuerdan en la cúpula de Ciudadanos fue el que Bal pronunció el pasado 3 de junio, cuando desde la tribuna hizo un llamamiento a la unidad política tras otra bronca jornada en el Congreso de los Diputados, en que la crispación política está en máximos. "¿Cuántos muertos necesitan para que nos pongamos todos de acuerdo? ¿Qué más tiene que pasar en España para que no sigamos con estos discursos?", pronunciaba, dirigiéndose tanto a la bancada socialista como a la de los populares. "Fue muy emocionante", recuerda un dirigente de la formación liberal, que narra cómo el chat de la Ejecutiva del partido "se llenó de felicitaciones".
La estrategia centrista que ahora defiende el partido se llevó por delante, sin embargo, a destacados cargos del partido. Primero renunció a su carné de militante Juan Carlos Girauta, al que siguió Carina Mejías y, en último lugar, el diputado Marcos de Quinto quien dio portazo definitivo al partido por la deriva actual de la formación y su apoyo sin fisuras a las últimas prórrogas del estado de alarma, pero no a su ex compañero de filas. "Nos llamaban Zipi y Zape", recuerda el empresario.
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