El reloj había comenzado a descontar tiempo dos días atrás. El saldo de vida era de apenas 48 horas y se agotó aquella tarde del 12 de julio. Lo hizo con el peor de los presagios, el que la mayoría no quería ver cumplido, las autoridades temían que lo haría y contra el que la sociedad vasca clamó como nunca. En un descampado de Lasarte, en el corazón de Guipúzcoa, dos hombres encontraron el cuerpo malherido de Miguel Angel Blanco. Los dos tiros que ETA le había disparado terminaron cruelmente con su vida horas después y, de algún modo, también con la de la propia banda. A partir de entonces, cuando la muerte de ‘Míguel’ se confirmó al día siguiente, nada volvió a ser como antes.
Aquel 12-J nadie pudo votar. Los ultimátums no se someten a votación, se imponen. La banda lo había puesto sobre la mesa del Gobierno de Aznar; la vida de Miguel Ángel Blanco a cambio del acercamiento de los presos de ETA a cárceles del País Vasco. Los intentos desesperados por intentar que el entorno de la banda mediara para hacer recapacitar a ETA no funcionaron. Tampoco las marchas multitudinarias ni las vigilias reclamando clemencia.
Este domingo, más de dos décadas después, el 12-J se escribirá de otro modo. Lo hará con un relato mucho más democrático. 1,8 millones de vascos acudirán a las urnas para elegir libremente a los 75 parlamentarios que conformarán el Parlamento Vasco que designará al próximo lehendakari. Decenas de miles de ellos nacieron después de aquellos días y en el mejor de los casos sólo han conocido por los libros, por sus familias o por inquietud personal lo que sucedió. La mayoría, ni siquiera eso. En 2017 una encuesta en la Universidad de Deusto reveló que el 47% de los universitarios vascos desconocía quién era Miguel Ángel Blanco.
Que la cita con las urnas coincida con un aniversario como éste ha sido puro azar, una elección sobrevenida por una pandemia que ya obligó a suspender la primera opción, el 5-A. Los calendarios tienen estas cosas, episodios dispares y contradictorios entremezclándose ante los ojos de las nuevas generaciones.
"Fueron días imborrables"
La mayor parte de los que el domingo acudan a emitir su voto recordarán bien aquellas 72 horas entre el 10 y 13 de julio de 1997. Comparar la Euskadi de entonces y la de 2020 es hacer un ejercicio de diferencias. Hoy ETA ha desaparecido, se disolvió el 4 de mayo de 2018. La sociedad que vivió con angustia aquella década tan dolorosa, que reaccionó atacando por primera vez sedes de HB tras la muerte de aquel joven concejal de Ermua, quiere hoy mirar hacia un futuro en convivencia plena que no termina de asentarse. En el País Vasco de este siglo los cargos públicos ya no llevan escolta.
Pero otras muchas cosas no han cambiado del todo. Los episodios de violencia callejera han vuelto a reaparecer, los ataques a sedes de partidos también. Muchos de los que entonces guardaron silencio siguen haciéndolo. Otros han dado pasos hacia una condena, siempre medida.
Entonces la violencia condicionaba las campañas electorales. En ocasiones del modo más cruel. En la Euskadi que este domingo acudirá a las urnas lo acaecido en esos años ya no determinará muchos votos. El pasado y su impacto aún por cicatrizar cada vez moviliza en menor medida. Argumentos como ETA, las víctimas, la violencia, incluso las torturas, la ‘guerra sucia’ o la presencia de la Guardia Civil en el País Vasco, otrora foco de decenas de mítines, no son hoy una cuestión preferente de campaña.
Durante esta semana del 12-Jla fundación que lleva el nombre de Miguel Angel Blanco volverá a celebrar multitud de actos por todo el país para recordar lo sucedido. Y esta vez, quien peor lo pasará será, sin duda, su hermana Mari Mar. Este 2020 se ha llevado en apenas dos semanas a su padre, Miguel Blanco, y a su madre, Consuelo Garrido. A él la enfermedad, a ella el virus. Ahora recae sobre ella gran parte del peso por mantener viva la memoria de su hermano, de su familia y de lo que su asesinato representó.
La Fundación Miguel Angel Blanco se ha propuesto este año que los jóvenes que no conocieron a Miguel Angel ni las circunstancias en las que fue asesinado, lo descubran. “Por edad, muchos de vosotros no vivisteis aquellos días de julio de 1997 que cambiaron la percepción social del terrorismo…”, reza la carta que dirige a los jóvenes. En ella les relata quién era Miguel Angel, la movilización que generó su secuestro y la indignación posterior por su asesinato, “fueron días imborrables”.
"A lo mejor escucháis que..."
La Fundación recuerda que, aunque ETA ha desaparecido, siguen pendientes de resolver cientos de sus asesinatos y la reprobación de los mismos por parte de sus “herederos políticos”, o la construcción de un relato “que no legitime ningún tipo de terrorismo”: “A lo mejor escucháis que el terrorismo no fue para tanto o que ETA tuvo justificación, o que no es necesario condenar los crímenes terroristas, que lo importante es el futuro. Condenar a ETA, sus crímenes y su ideología totalitaria, es muy importante por calidad democrática”, se apunta en la misiva.
El aniversario del secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco se produce además en un momento de gran tensión entre el Gobierno y las asociaciones de víctimas por el acercamiento de presos de ETA que ha autorizado el Ejecutivo. Fue precisamente ésta una de las condiciones que la banda puso para liberar a Miguel Ángel Blanco. Ayer, la mayor asociación de víctimas, la AVT, denunció que el Gobierno había “cedido” a la pretensión de ETA de “derogar de facto la política dispersión”. Lo afirmó tras conocer que Interior autorizara la progresión de grado y acercamiento a cárceles de Euskadi de tres presos de ETA, en algunos casos con condenas por delitos de sangre. “Asistimos con asombro, indignación, tristeza y estupor”, asegura la AVT, cómo se va cumpliendo el propósito de “vaciar las cárceles”.
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