Este domingo se celebrarán en España las primeras elecciones post-confinamiento tras haber superado lo peor de la crisis del coronavirus, al menos, hasta el momento. Una cita doble que, precisamente, hubo de aplazarse por la situación de excepcionalidad total en la que entró el país con los sucesivos decretos de estado de alarma. Los gobiernos de Euskadi y País Vasco decidieron no dejar pasar este mes de julio por entender que el verano daría un respiro epidemiológico, pero, también, porque el mandato de Íñigo Urkully y de Alberto Núñez Feijóo terminan constitucionalmente en septiembre, cuando se cumplen los cuatro años de legislatura.
Pero la crisis del Covid, aunque aminorada, ha decidido entrar en campaña. No sólo porque la oposición lo usa como arma arrojadiza contra los aspirantes a la reelección -mucho más contra Feijóo que contra Urkullu, todo hay que decirlo- sino porque los brotes se han recrudecido en ambos territorios, lo que ha obligado a abandonar esa "nueva normalidad" orweliana para regresar a confinamientos selectivos y medidas más propias de la Fase 2.
Casi 2.700.000 gallegos y 1.800.000 vascos están llamados a votar este 12-J en un ambiente de incertidumbre respecto al grado de abstención y del estado de opinión de una parte del electorado que puede querer pasar factura por la gestión de esta crisis. El precedente más inmediato lo tenemos en las recientes elecciones locales francesas, marcadas por un hundimiento de la participación, que a duras penas llegó al 40 por ciento, esto es, la peor jamás registrada desde el inicio de la V República, en 1958. Y aunque parece seguro que tanto Feijóo como Urkullu van a salir triunfadores de la contienda, en sus dos cuarteles generales apuestan por la prudencia, porque lo que está en juego no es sacar más votos que el adversario, sino que éstos permitan gobernar con holgura.
Casado necesita el triunfo de Feijóo aunque reabra el debate sobre su futuro en la política nacional
Los sondeos han dado ha Feijóo una cómoda mayoría absoluta, pero el confinamiento de la Mariña lucense y la campaña de la izquierda respecto a la inseguridad de acudir a votar puede servir a modo de elemento disuasorio para una parte de la población, sobre todo la de más edad, terreno abonado para el PP. En la Xunta critican lo que califican de campaña "antidemocrátrica" y "deslaltad" del bloque de la izquierda, que busca la desmovilización del electorado, ya de por sí bastante alta en Galicia. No se trata tanto de impedir el triunfo de Feijóo como de que no consiga su cuarta mayoría absoluta, lo que abriría la puerta a un gobierno tripartito o cuatripartito de la izquierda y el nacionalismo.
Eso a efectos gallegos, porque hay otro elemento colateral para el análisis con repercusiones en el primer partido de la oposición. Un triunfo incontestable del gallego devuelve a primera línea las especulaciones respecto a su futuro en la política nacional, tras haber dejado pasar el tren del congreso del PP de 2018.
Si hay una cosa que ha demostrado el periplo político de Pedro Sánchez es que esos trenes se pueden volver a retomar. Sin embargo, el presidente autonómico aseguró el pasado viernes en "Los desayunos" de TVE que su apuesta por Galicia es para los próximos cuatro años. Paradójicamente, Pablo Casado necesita mantener el Gobierno de Galicia, de un enorme simbolismo para los populares. Le interesa un triunfo de Feijóo aunque a la larga reabra el debate sobre el liderazgo del centro-derecha.
Quizá el único triunfo que pueda mostrar Sánchez es la continuidad de su alianza con el PNV
Pedro Sánchez, por su parte, sólo puede jugar a la carta del descalabro del presidente de la Xunta. Los socialistas gallegos han vuelto a cambiar de candidato en una tierra donde tienen poder local pero llevan doce años sin pisar el Palacio de Raxoi después de un accidentado bipartito con el BNG. Además, corren el riesgo de que un renacido Bloque les dé el sorpasso, tal y como han apuntado algunas encuestas, alimentados los nacionalistas por un Podemos a la baja que va encadenando crisis internas en esta Comunidad.
Quizá el único triunfo que pueda mostrar Sánchez este domingo es su alianza con el PNV para mantener a Urkullu en la Lendakaritza, una vez que parece descartada una alianza con EH-Bildu y Podemos, tal y como anhelan los morados. Incluso hace cuatro años, cuando cosecharon su peor resultado electoral al sacar los mismos 9 escaños que el PP, consiguieron ser determinantes para los nacionalistas vascos. PNV y PSE firmaban una coalición de Gobierno y ese será el mismo papel de actor secundario a interpretar la próxima legislatura.
A nadie se les escapa que esa alianza refuerza también la colaboración en Madrid de los seis diputados capitaneados por Aitor Esteban, aunque en las últimas semanas se han mostrado algo levantiscos al rechazar las conclusiones de las cuatro mesas de trabajo de la comisión por la reconstrucción social y económica de España. Son escaramuzas propias de un socio parlamentario en plena campaña electoral que volverá a la mesa de negociación a poner precio a su apoyo presupuestario para el próximo año.
La doble consulta de este domingo servirá para testar el estado de salud de Podemos
A efectos nacionales, la doble consulta de este domingo servirá también para testar el estado de salud de Podemos y si están siendo capaces de rentabilizar su presencia en el Gobierno central. Los ataques a la prensa con motivo del "caso Dina", la campaña contra las "cloacas" del Estado, el debate sobre la "utilidad" de la Monarquía o propuestas sin consensuar como la le regularizar a 600.000 inmigrantes en situación irregular, son demostración de la necesidad de volver a conectar con su electorado, de marcar perfil propio para no acabar desdibujados y engullidos por los socialistas. De momento, los sondeos de intención de voto no son nada halagüeños en Galicia y sólo algo mejores en el País Vasco.
Iglesias pasó de tener un perfil político y mediático muy bajo conforme se iban desvelando datos de la investigación en la Audiencia Nacional, a cambiar de estrategia en los dos aspectos. Ofreció su primera entrevista a RNE, donde propuso una comisión de investigación sobre las "cloacas", y compareció en rueda de prensa tras el Consejo de Ministros para defender la "normalización" del insulto. También ha incrementado su presencia en la campaña gallega y vasca, terrenos de confrontación en los que se crece y da lo mejor de sí mismo. Además, redes sociales como Facebook le han servido para lanzar algún misil contra la Monarquía.
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