Al alcanzar la cima todo comenzó a desvanecerse. Aquel abrazo en el Kursaal de San Sebastián el 28 de abril de 2001, a dos semanas de las elecciones autonómicas, sellaba una alianza entre el PP y el PSE vasco. El filósofo Fernando Savater ejercía de maestro de ceremonias del acto de la plataforma ¡Basta ya! Certificó el abrazo de los líderes del constitucionalismo en Euskadi, de Mayor Oreja como candidato de los populares y Nicolás Redondo Terreros de los socialistas. Ambos se comprometieron para unir fuerzas para derrocar a Ibarretxe y hacer frente común contra ETA y por la libertad en Euskadi.
Nunca hasta entonces un abrazo entre derecha e izquierda fue tan bien acogido… y tan infructuoso. Las urnas del 13 de mayo de 2001 sumaron 579.000 votos a la alianza PP+PSE y otorgó 32 asientos, aún lejos de la mayoría absoluta. El cambio no fue posible. Aquella noche electoral en la sede del PP al menos se festejó el que sería su mejor resultado en la historia de los populares vascos, 326.000 votos y 19 asientos. En las Casas del Pueblo de los socialistas se consolaron comprobando cómo una parte importante de los vascos imitaban el abrazo del Kursal y les apoyaban: 253.000 votos y 13 parlamentarios.
Los primeros, los populares presididos por Iturgaiz, habían tocado techo, los segundos, los socialistas, aún no. Cuatro años después mejoraron sus datos, 274.000 votos, y aún más en 2009, el año en el que lograron su mayor respaldo en el País Vasco; 318.000 votos.
Han pasado dos décadas desde aquella escena que no logró derrocar al PNV de Ibarretxe y que terminó con la dimisión de Redondo Terreros siete meses más tardes. Mayor Oreja aguantó la legislatura en la Cámara vasca pero la abandonó camino de Europa en 2004.
De 579.000 a 198.000
Es una obviedad afirmar que la Euskadi de 2001 poco se parece a la actual. El electorado tampoco es el mismo. Los resultados de este domingo lo confirman sin lugar a duda, el País Vasco ha evolucionado y las recetas de hace dos décadas ya no tienen aceptación en el País Vasco postCovid. Sin duda, la desaparición de ETA es el factor determinante del cambio. También el deseo de la sociedad vasca de pasar página explicaría la ausencia del pasado violento como argumento relevante en esta campaña.
El 12-J ha asestado un duro golpe de realidad al llamado ‘constitucionalismo’. En Euskadi la defensa de la Constitución que sólo enarbolan como argumento electoral PP y PSE ha perdido dos de cada tres adeptos. La mayor parte de los 579.000 votantes ‘constitucionalistas’ hoy han desaparecido de las filas populares y socialistas hasta reducirse a 198.000.
La Constitución de 1978 nunca ha sido un argumento en las propuestas del nacionalismo. Basta recordar que el PNV propugnó la abstención en el referéndum que debía ratificarla y que en Euskadi sólo logró 479.000 síes -y 163.000 noes- frente a los 859.000 votantes que optaron por la abstención. La participación rondó un porcentaje similar al que ayer registró el 12-J, 54% entonces, casi 53% ayer.
¿Dónde están los 381.000 votantes vascos que un día introdujeron la papeleta del PSE o el PP en la urna en unas elecciones autonómicas como las celebradas ayer? En estos años además del desgaste meramente demográfico que afecta a un electorado de más edad, como es el de ambos partidos, y el insuficiente recambio generacional que obtienen, se ha sumado la capacidad del PNV para absorber cada vez un mayor espectro ideológico, suscitar simpatías a un lado y otro y defender un pragmatismo ideológico que moviliza en ambas sensibilidades. La perdida del constitucionalismo electoral se explica también en que muchos votos otrora socialistas recalan hoy en las filas de una ‘renacida’ EH Bildu y de una decadente Elkarrekin Podemos.
Adaptarse a la nueva realidad
Hubo que esperar a 2009 y a la ilegalización de HB para un nuevo abrazo efectivo para tumbar al PNV. En aquellos comicios se impuso el PNV de Ibarretxe pero Patxi López y Antonio Basagoiti sumaron fuerzas para enviar por primera vez a la oposición a la formación nacionalista. Para entonces, la pérdida de apoyos de los populares empezaba a agudizarse. No pararía hasta ayer. El PP de Basagoiti acumulaba ya menos de la mitad de votos que en tiempos de la presidencia de Iturgaiz.
Cuando Patxi López prometió el cargo de lehendakari ante el Arbol de Gernika faltaba un año para que ETA dejara de matar, dos para que la banda anunciara el cese de su actividad criminal y apenas una década para que escenificara su disolución. Era momento de comenzar a prepararse para el nuevo tiempo que se activó el 20 de octubre de 2011.
En estos últimos años la presencia del discurso sustentado en principios como la defensa de la libertad, la lucha contra el relato en torno a la violencia de ETA o la resolución de sus crímenes pendientes han ido perdiendo peso como propaganda electoral en las filas socialistas. Lo ha hecho en especial en esta singular campaña electoral postCovid. Ni siquiera los ataques a sedes de partidos que precedieron a su inicio -incluido el ataque a la casa de la candidata del PSE, Idoia Mendia- o los graves altercados en contra de los mítines de Vox, han tenido presencia relevante en los argumentarios electorales de la mayoría de formaciones. Tan sólo el PP, con su candidato Iturgaiz, ha recurrido a ello de modo reiterado. Un argumentario que algunas candidaturas han tildado de ‘retorno al pasado’ para subrayar el desfase temporal del candidato del PP tras 15 años fuera de la política vasca.
El ya expresidente del PP vasco, Alfonso Alonso defendió la necesidad de renovar el discurso del partido para actualizarlo al nuevo tiempo que vive la sociedad vasca. La defensa de la foralidad y de las cuestiones sociales y un acercamiento a posiciones de centralidad se vieron truncadas con la irrupción de Casado en el proceso de renovación del PP vasco. Alonso lo intentó durante sus cinco años al frente del partido en Euskadi, si bien con malos resultados . No logró frenar la sangría de votos que heredó Arantza Quiroga y esta a su vez de Basagoiti.
En el caso del PSE, el debilitamiento es igual de acentuado pero al menos lo hace con altas cuotas de poder institucional de las que el ‘constitucionalismo’ de derechas carece. Gracias a sus alianzas con el PNV, los socialistas están presentes no sólo en el Gobierno vasco sino en los Ejecutivos de las tres diputaciones forales y los ayuntamientos de las tres capitales vascas. Un poder significativo si se tiene en cuenta que los votos cosechados ayer representan casi una tercer parte de los que obtenía el ‘constitucionalismo de izquierdas’ en 2009.
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