El 12-J no sólo sirvió para despejar una incógnita territorial, sino para que la política nacional se sometiera al examen de las primeras elecciones después de una pandemia que ha tambaleado también el tablero político. Y en el caso concreto de Ciudadanos, la primera cita con las urnas no ha dejado un buen sabor de boca a Inés Arrimadas, bajo cuyo liderazgo la formación ha virado definitivamente al centro y ha dejado muy atrás la era en que pactar con Sánchez era una línea inquebrantable.
En Galicia, Ciudadanos se había marcado un objetivo realista: lograr la marca del 10-N -cuando se consumó el peor capítulo de la historia de los liberales tras perder 47 escaños en el Congreso- en las autonómicas gallegas y mantener los 23.620 votos que obtuvieron en la provincia de Pontevedra que, según los cálculos de la dirección, hubiesen garantizado la entrada de Beatriz Pino en el Parlamento. Pero se quedaron lejos, muy lejos.
A efectos prácticos, en Galicia hubo más votos nulos -12.558- que papeletas con la marca de Ciudadanos -9.719-. Fuentes del partido reconocen que "los resultados son malos" y justifican la debacle en que el gallego "siempre ha sido un escenario complicado" por la implantación de Feijóo, cuyo voto aglutina "muchas de nuestras políticas de centralidad", lo que se traduce en que la presencia de los naranjas pase "inadvertida".
Pero la otra lectura es que los naranjas no han conseguido frenar la caída libre en la que se encuentran desde los comicios del pasado mes de noviembre y que los electores no terminan de comprar la estrategia del pacto con el PSOE que ahora profesan los de Arrimadas, ya que el resultado de este domingo dista mucho de los 48.103 votos que sumó en 2016 una candidata desconocida. Y en Pontevedra, la provincia con más adeptos naranjas, Ciudadanos ha perdido en cuestión de meses a casi 20.000 votantes, si los comparamos con los resultados más recientes, los del pasado mes de noviembre.
Oficialmente, el partido ha evitado hacer autocrítica con el escudo de haber conseguido el hito de entrar en el Parlamento vasco gracias a su coalición con el PP que, por otra parte, tampoco ha dado buenos resultados. El candidato que presentaba la entente de centroderecha en Euskadi, Carlos Iturgaiz, perdió cuatro escaños respecto a lo conseguido por el PP en solitario en 2016. O lo que es lo mismo: hace cuatro años, Alfonso Alonso atrajo a más de 107.000 electores por los 60.299 que ha logrado este domingo con Ciudadanos.
Crece el temor por lo que pueda pasar en Cataluña
La formación ha pasado de puntillas por la derrota en ambos territorios con la mirada ya puesta en Cataluña, donde "se trabajará muy duro", afirman fuentes de la Ejecutiva, para taponar la sangría de votos que viene encadenando Ciudadanos, mientras los temores van en aumento. "La situación es muy complicada porque venimos de varios batacazos electorales y las expectativas en Cataluña son demasiado altas", añaden.
En efecto, en la dirección naranja son conscientes de que una debacle similar a la que han venido registrando en los últimos meses dejaría una herida mortal para el partido. Cataluña es el feudo por excelencia de Ciudadanos, el territorio en que el constitucionalismo, de la mano de Inés Arrimadas, venció al arraigado independentismo catalán en diciembre de 2017. Es el principal partido del Parlament, con 37 escaños, y la pérdida de buena parte de este pastel implicaría un duro golpe difícil de justificar.
Los resultados en País Vasco han demostrado que la estrategia de elegir entre constitucionalismo y no constitucionalismo no refuerza al centroderecha, pero se seguirá adelante con la negociación de otra alianza PP+Cs en las catalanas. Al menos esa es la intención de Ciudadanos, que trabaja con la hoja de ruta de "reeditar un gran acuerdo constitucionalista" ante un independentismo "cada vez más fragmentado" para aumentar sus posibilidades.
Y en el partido advierten ya los primeros obstáculos en la negociación, primero con el PP, que "no lo va a poner fácil" porque sospechan que "se van a venir arriba" y se aferrarán a la tendencia electoral a la baja de Ciudadanos en los últimos meses para intentar imponer su criterio. "Pero es Ciudadanos quien debe tener la sartén por el mango", advierten. Según confirmó Edmundo Bal en una entrevista con El Independiente, el partido naranja también ofrecerá esta alianza al PSC pese a lo utópico de la propuesta y a sabiendas de que la petición puede llegar a incomodar a los populares.
Con todo y de puertas para adentro se asume ya que se quedarán lejos de reeditar el triunfo sin precedentes de Inés Arrimadas en 2017. Y ya se marcan un objetivo: "al menos no bajar de los 20 escaños".
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