La balanza del PP comienza a inclinarse inexorablemente hacia la moderación como piedra angular del nuevo curso político. Con los Presupuestos Generales del Estado por negociar, una moción de censura -presentada por Vox- por debatir, y una crisis económica como telón de fondo, Casado empezará septiembre con una estrategia política completamente renovada que le diferencie de Santiago Abascal "ensanchando el partido hacia el centro", como sostuvo el propio presidente en el Comité Ejecutivo Nacional del PP el pasado mes de julio, y apostando por un perfil gestor en lugar de la bronca y el ruido. Y en ese 'giro' táctico, Cayetana Álvarez de Toledo camina definitivamente por la cuerda floja. Ni siquiera Casado podría frenar ya su salida.
La presión sobre el jefe de filas populares en lo que respecta a la continuidad de la portavoz parlamentaria -apuesta personal del propio Casado- ha sido una constante en los últimos meses por parte de dirigentes de peso de la Ejecutiva popular y de distintos barones territoriales. Se ha pedido su cabeza no sólo por su marcado perfil conservador, sino por "ir por libre" en contra, en ocasiones, del criterio de la dirección. La histórica victoria de Alberto Núñez Feijóo el pasado 12-J, adalid de la moderación como hoja de ruta política, ha llevado a la dirección a preparar la salida de Cayetana al frente de la portavocía del Congreso, en una operación que no podría extenderse más allá del mes de agosto para minimizar el impacto político que podría tener para la formación.
El partido ya ha movido la primera ficha y ha cesado, sin comunicarlo públicamente, a Gabriel Elorriaga, el hasta ahora jefe de asesoría parlamentaria del PP y apuesta personal de Álvarez de Toledo, según confirman a El Independiente fuentes solventes de la dirección popular. La decisión se ha tomado a pesar de las advertencias de la portavoz parlamentaria que, según las mismas fuentes, llegó a sugerir que si se prescindía de Elorriaga, ella sería la siguiente.
El fulminante cese del que fuera subdirector del Gabinete de Presidencia de José María Aznar y patrono de FAES se enmarca en una estrategia de presión contra Cayetana Álvarez de Toledo para que sea ésta la que caiga por su propio pie y no Casado el que tenga que firmar el despido de su portavoz. "Si no se va, se le va a invitar a irse", comenta una fuente de la Ejecutiva nacional. Y "de este mes no pasa", prosigue.
Fuentes cercanas a la portavoz parlamentaria consultadas por este medio certifican que la noticia ha caído como un jarro de agua fría, y la enfrenta, de nuevo, a la dirección de Casado. "Ella considera que es una mala decisión y un error", sostienen en su entorno. El despido de Elorriaga -mantiene su acta como diputado, al que accedió tras la salida de Isabel García Tejerina- es la última bala guardada en la recámara de los críticos de Cayetana, un sector que cuenta con cada vez más peso dentro de Génova.
El último exponente de la soledad de la portavoz dentro de la formación se produjo en la campaña de las autonómicas vascas y gallegas: fue la única portavoz de los grandes partidos que no participó en los actos de su formación, ni en Galicia ni en País Vasco. Según confirmaron fuentes cercanas al presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo comunicó a Pablo Casado la incomodidad que le producía la presencia de la portavoz en la campaña de Galicia, después de que ambos protagonizasen semanas atrás un rifirrafe sobre la estrategia del partido.
Y aunque Génova trató de quitar hierro al asunto justificando que la portavoz había estado ocupada con asuntos en el Congreso de los Diputados, Álvarez de Toledo confesó unos días después de los comicios que no asistió a los actos del 12-J porque no fue invitada por su partido. "Me hubiera encantado participar porque soy política, y la movilización electoral y las campañas me gustan", reconocía el pasado 18 de julio en una entrevista para El Confidencial.
La "feminista amazónica" que eclipsa a Casado
Las salidas de tono de la diputada por Barcelona y su facilidad para la polémica han sido constantes desde incluso antes de la crisis sanitaria. El verso suelto de Cayetana Álvarez de Toledo ha dividido a la cúpula del PP prácticamente desde su fichaje por Pablo Casado para los comicios del 28-A, cuando apostó por ella en contra del criterio de algunos cuadros del partido.
Uno de los momentos de tensión más recordados dentro del partido vino a cuenta de la manifestación del 8-M de este año, tan sólo una semana antes de la declaración del estado de alarma por parte del Gobierno. En contra de la línea marcada por su partido, se desvinculó de la decisión de participar en la convocatoria feminista del 8 de marzo y se zafó del llamamiento a la unidad que había hecho la vicesecretaria de Política Social del PP, Cuca Gamarra, considerándose a sí misma "una feminista amazónica" excluida del "bloque monolítico llamado mujeres" y marcando, una vez más, la nota discordante en el partido.
Como portavoz parlamentaria, es habitual que su labor incluya eclipsar a buena parte de los dirigentes de su formación, pero el pasado 27 de mayo lo hizo hasta con el propio Pablo Casado. La polémica con Pablo Iglesias, al que acusó de ser "hijo de un terrorista" trajo cola durante días, y el discurso que pronunció la dirigente desde la tribuna supuso una nueva ruptura con la disciplina estratégica del PP. Ese día, los de Casado llevaban una estrategia definida, cohesionada, para arrinconar a Fernando Grande-Marlaska por la polémica con la Guardia Civil. Pero ella, sin consultar con nadie, "hizo saltar todo por los aires", afirmaron fuentes del partido, muy molestas con la enésima salida de tono de la diputada.
La portavoz del PP se ha quedado también sola en una de sus últimas peticiones, la que instaba a Sánchez a romper con Podemos y levantar un Gobierno de concentración entre el PSOE, PP y Ciudadanos, sin descartar la entrada de miembros de Vox.
En Génova han preferido ponerse de perfil con la iniciativa en la que ha insistido Cayetana Álvarez de Toledo en redes sociales, una propuesta que ya lanzó Ciudadanos en su momento -la conocida como 'vía 221' de Inés Arrimadas- y a la que tanto Sánchez como Casado se negaron.
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