Y Cayetana Álvarez de Toledo murió matando. El cese de la ya ex portavoz parlamentaria del PP y su posterior explicación a las puertas del Congreso de los Diputados, despachando a Pablo Casado y entonando una crítica a la falta de libertad que se respira dentro de las filas del partido no dejó indeferente a nadie en un mes de agosto atípicamente convulso. El golpe de mando de la dirección del PP ha sido rotundo. Y no hay marcha atrás. El partido se dirige sin prisa pero sin pausa hacia una nueva etapa, cuyo fin último es "llegar a Moncloa" con una nueva imagen y una marcada estrategia: el giro al centro político.
El presidente del PP emitió un comunicado en la tarde de ayer informando sobre una "remodelación" de la cúpula directiva del partido. En ella se incluía la destitución de la "portavoz que todos desearían tener", como presentó en su día a Cayetana Álvarez de Toledo el propio Pablo Casado. Era el punto y final de una historia de encontronazos y polémicas, muchas veces internas, que han caracterizado la trayectoria de la diputada por Barcelona dentro del partido.
En su lugar, Casado ha apostado por Cuca Gamarra, un perfil mucho más calmado y, sobre todo, más moderado: la ya ex vicesecretaria de Política Social apostó por la candidatura de Soraya Sáenz de Santamaría para liderar el partido cuando Mariano Rajoy fue derrocado por la moción de censura.
El ascenso de la ex alcaldesa de Logroño, que ya formaba parte del Comité de Dirección del partido, no ha sido el único exponente del cambio estratégico de Pablo Casado, que incorpora al órgano rector a una de las caras más visibles del PP en los últimos meses: la ex presidenta del Congreso, Ana Pastor, que asumirá las labores que deja vacantes Cuca Gamarra.
Ambas han sido los rostros más visibles del partido durante la crisis del coronavirus en sus respectivas ramas -Sanidad y Política Social- y son perfiles que gustan a una base amplia del partido. Ambas cuentan, además, con la confianza no sólo del presidente, sino del secretario general, Teodoro García Egea, a quien por otra parte se le considera el artífice de la defenestración de Álvarez de Toledo.
Precisamente, los rumores sobre la posible operación en marcha para relevar a la diputada por Barcelona comenzaron esta primavera, cuando todos los partidos salvo el PP fueron representados por sus respectivos portavoces parlamentarios para la comisión de reconstrucción en el Congreso. Casado apostó entonces por la ex presidenta del Congreso, Ana Pastor, y escondió a Álvarez de Toledo en la asunción de responsabilidades ante la crisis. Pastor desempeñó además un papel vital en la negociación del pacto de Estado por la Sanidad con el ministro del ramo, Salvador Illa, y logró sacar adelante casi el único acuerdo en meses entre Gobierno y oposición.
Almeida une su futuro al de Casado
Sin duda una de las mayores sorpresas de la tarde vino a cuenta del meteórico ascenso del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida que, junto a Pastor y Gamarra se sentará todos los lunes en la sede de Génova a partir de ahora.
Casado ha creado un cargo específicamente para el regidor madrileño: portavoz nacional del partido, un puesto hasta ahora indefinido y que se repartían, en función del día, diferentes cargos del partido encabezados por el vicesecretario de Comunicación, Pablo Montesinos.
Se entiende el nombramiento como un premio por la gestión de Almeida durante la crisis -es uno de los pocos perfiles políticos que han salido reforzados de la emergencia sanitaria-, aunque resulta elocuente que Casado se haya fijado en el alcalde y no en la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, identificada con el discurso de "la derecha sin complejos" que ha venido caracterizando a Álvarez de Toledo. Además, el desgaste de la líder regional comienza a pasarle factura, mientras que Almeida sigue siendo un valor en alza dentro del PP.
Si algo ha definido los últimos meses el mandato de José Luis Martínez-Almeida ha sido la apuesta por la moderación y el diálogo, precisamente los dos pilares sobre los que Casado pretende sostenerse, al menos en el medio plazo, para dar el esquinazo definitivo a Vox. Importante recordar que el alcalde de Madrid sentó un precedente logrando el consenso de todas las fuerzas políticas en la ciudad y se alineó con otros dirigentes de peso, como Alberto Núñez Feijóo, para pedir a la dirección que dejase atrás el discurso bronco y apostase por la unidad y la colaboración.
El ascenso de Almeida, no obstante, conlleva un 'plus de peligrosidad' por lo que implica ser portavoz nacional de un partido político, esto es, defender la línea oficial en todo y contra todos. El alcalde se ha ganado incluso el favor de la izquierda a lo largo de estos meses, pero ahora pasará a ser un objetivo a batir. Y su futuro estará unido al de Pablo Casado. Pase lo que pase.
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