Regresemos al 23 de enero. Wuhan, una ciudad china de 11 millones de habitantes, se convirtió de golpe en un lugar inhóspito. El coronavirus había matado a 17 personas en pocas semanas. Se cerró la ciudad. Ni transporte ni paseos ni reuniones con más personas. El mundo asistía incrédulo a las noticias que llegaban desde China. Para muchos la enfermedad aún sonaba a una gripe común.
Miremos de nuevo a Wuhan. Pero esta vez, al pasado fin de semana. Una piscina enorme, miles de personas sin mascarilla, hombros con hombros y música electrónica. Son las imágenes de la pool party china que han sorprendido a los ciudadanos y a los medios de comunicación de Occidente. ¿Cómo es posible que en la zona cero de la pandemia ya hayan celebrado una macrofiesta sin distancia y medidas de protección personal?
De la Wuhan 'fantasma' de enero a la Wuhan fiestera de hace unos días han pasado casi siete meses. La capital de la provincia de Hubei fue la primera del mundo en cerrarse. Lo hizo cuando la Comisión Nacional de Salud China cifró en apenas 571 los casos de Covid-19 en todo el país. En esa semana de enero, Corea del Sur, Japón y Estados Unidos registraron sus primeros contagios. China respondió rápido y aisló a la ciudad unos días antes de que el número de infectados y muertos se disparase.
Sí tenemos en cuenta los datos oficiales de China, se puede decir que en España tardamos más en reaccionar. A finales de enero, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, calculó que en España no iríamos "más allá de algún contagio". A finales de febrero, el Ministerio de Sanidad recomendó hacer vida normal a las personas que volvían de zonas de riesgo si no presentaban síntomas. La situación no tardó en ponerse fea. España reaccionó el 9 de marzo. Para entonces, sumaba 1.204 infectados y 28 muertes. El 14 de marzo, cuando el Gobierno decretó el estado de alarma, ya eran 6.252 positivos y 193 decesos.
A esas alturas, Wuhan llevaba ya siete semanas recluida. El confinamiento se aplicó con dureza, con una larga lista de restricciones. Sus ciudadanos sólo podían salir a hacer la compra o a tareas estrictamente necesarias. Se prohibió el transporte público, el trabajo no esencial y, por supuesto, los eventos públicos. Como detalla El Confidencial en este reportaje, las compras acabaron siendo online o por teléfono. Hasta se cortaron los accesos en urbanizaciones y las calles. Uno sólo podía salir de la ciudad diciendo a dónde iba, por qué motivo y demostrando que no era un riesgo para la salud, según Associated Press.
Hay otro aspecto que les diferenció de Europa. Desde el principio, China realizó controles de temperatura a todo aquel que podía salir y obligó a los ciudadanos a usar las mascarillas y a descargarse una app de rastreo basada en la geolocalización GPS. Los países europeos, en cambio, lanzaron sus propias aplicaciones después de un largo debate sobre cómo había que desarrollarlas para que respetasen la privacidad de sus usuarios. Algunas se estrenaron en junio. La de España, por ahora, sólo funcionará en unas pocas comunidades autónomas desde la próxima semana.
Caída de contagios, rebrotes y test masivos
El confinamiento frena el avance del virus. Lo hemos visto en España y en otros países. La vida social y laboral se 'paraliza' y los contagios caen, pero la economía se resiente. En marzo, Wuhan alivió poco a poco sus restricciones. Se permitieron los paseos de hasta dos horas a una persona por hogar. El transporte público comenzó a funcionar y los centros comerciales abrieron sus puertas. Fue una desescalada lenta y siempre con las obligación de la mascarilla.
El 8 de abril, después de 76 días, se levantó el confinamiento en Wuhan. Habían dejado en cero las cifras de contagios y muertes. Pero el 12 de mayo se registró un brote con seis casos. Poco después comenzaron las campañas de test masivas en la ciudad y se controló ese pequeño foco. Casi 9,9 millones de ciudadanos de los 11 que viven en Wuhan se hicieron la prueba, según la BBC.
Después de la primera ola, China adoptó medidas similares a las de Wuhan en las ciudades con picos de contagios, detalla El Confidencial. De hecho, rebrotes como los registrados en Pekín, en la ciudad costera de Dalian o en la norteña Xinjiang están aparentemente controlados, según Efe. A los contagiados se les pone en cuarentena, y a sus contactos cercanos, en observación. En julio, la mayoría de los cines del país ya tenía permiso para abrir y se dio permitió que algunos parques, museos y bibliotecas elevasen su capacidad a la mitad.
La Universidad Johns Hopkins calcula que en China el virus ha dejado 4.700 víctimas y ha contagiado a casi 90.000 personas. Ahora, la mayoría de casos que detecta el gigante asiático procede del extranjero. El jueves registró 22 nuevos positivos, todos ellos importados del exterior. Con ese dato, suman ya cinco días sin reportar contagios locales.
La "victoria" de Wuhan
Hoy en Wuhan se permiten las grandes reuniones y no se notifica un infectado local desde mediados de mayo. En ese contexto llegamos a la macrofiesta que se celebró hace unos días en el Parque Acuático de la Playa Maya de Wuhan. Desde su reapertura en junio, la instalación está recibiendo unos 15.000 visitantes los fines de semana, según la organización. Esto es más o menos la mitad que el año pasado en la misma época.
Para entrar en el parque primero hay que reservar la entrada en Internet e introducir un número de identificación. El día del evento, según Associated Press, hay que presentar la identificación y el código QR que genera la app de rastreo de contactos, que deberá ser de color verde. Este software se basa en una especie de sistema del semáforo. Un código de color verde permite a uno moverse sin restricciones. El amarillo significa siete días recluido en casa. Sí sale el rojo, el usuario tendrá que ponerse en cuarentena.
El Gobierno chino salió en defensa de la fiesta ante el asombro de un mundo sumido aún en la pandemia. Lo ven como una "victoria" propia y de la ciudad. "La celebración evidencia la victoria lograda por Wuhan y el Gobierno. Se dice que ha causado sorpresa en algunos países occidentales. Espero que la gente de esos países pueda entender qué está pasando en China, los esfuerzos que ha realizado y los resultados obtenidos", zanjó el Ministerio de Asuntos Exteriores.
También hay opiniones contrarias. "El problema es que no hemos erradicado el Covid-19, y lo que eso significa es que mientras no sea erradicado, todavía existe el riesgo de que sea introducido, ya sea desde el extranjero o desde otro lugar", señaló a la BBC Sanjaya Senanayake, profesor adjunto de enfermedades infecciosas de la Universidad Nacional de Australia .
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