En Génova nadie dudaba hace unas semanas que septiembre sería un mes clave para ahondar en el desgaste del Gobierno. La gestión en la segunda oleada de la pandemia; la intrincada negociación presupuestaria; los frentes judiciales de Unidas Podemos o el calvario parlamentario del presidente serviría de gasolina para activar a pleno rendimiento la maquinaria de la oposición y minar la credibilidad del Ejecutivo. Pero en política todo -o casi todo- puede cambiar en cuestión de segundos. Y septiembre no acabará con Sánchez en el ojo del huracán, pero sí con Pablo Casado.
El que se considera ya como uno de los peores momentos políticos por los que atraviesa el PP de Casado viene ocasionado por nombres propios. De un lado, vuelven las sombras de la corrupción de la mano de 'Kitchen' o 'Púnica' con la imputación de Jorge Fernández Díaz y con otros cargos como Mariano Rajoy en el foco mediático; del otro, Génova intenta sofocar aún el incendio interno provocado por la destitución de Cayetana Álvarez de Toledo, quien sigue siendo una piedra en el zapato de Pablo Casado. La "oposición a la oposición", como lo bautizan en Génova, se produce también en Madrid, campo de batalla entre PSOE y PP por la gestión de Isabel Díaz Ayuso ante la crisis del coronavirus. La presidenta regional ha afrontado una de las semanas más complicadas de su mandato por la marejada interna en torno a la decisión de confinar las zonas más afectadas por la pandemia en la Comunidad de Madrid, lo que también ha pasado factura a la dirección nacional del partido.
No ha habido tregua para el PP en el arranque del nuevo curso político. Y desde el sentido contrario bombardean, pero también abren fuego en el carril situado a la derecha de Pablo Casado. Vox ha encontrado en la Operación Kitchen el argumento idóneo para recuperar el terreno perdido desde las últimas elecciones generales. Los populares han dejado atrás el hundimiento sin precedentes que experimentaron en los comicios del 28 de abril -cayeron hasta los 66 diputados- y han mantenido una senda ascendente desde el 10 de noviembre: la mayoría de encuestas privadas publicadas hasta la fecha refuerzan el bipartidismo y auguran que Casado se acercaría peligrosamente a Sánchez en escaños en una hipotética apertura de urnas, mientras que Abascal vería recortado su protagonismo en las Cortes de forma significativa.
Los puentes -los pocos que quedaban entre ambas formaciones- han saltado definitivamente por los aires tras la definitiva apuesta por la moderación del PP, más después de la intención de Génova de imponer el 'no' en la disciplina de voto de sus diputados cuando Abascal termine de lanzar su moción de censura contra Sánchez, al considerar que "la confrontación por la confrontación" no es buena receta en los tiempos que corren.
Vox ha engordado en los últimos días su discurso de la "derechita cobarde" que tanto explotó para las generales de abril de 2019, y trata ahora de poner en evidencia la actitud "sumisa" del partido de Casado que vienen denunciando dirigentes del partido a través del altavoz que es Twitter para Vox. El PP no sólo se situará enfrente de Abascal en la moción de censura -que ya nace en vía muerta-, sino que ha limitado el recorrido de múltiples iniciativas parlamentarias de la formación ultraconservadora por el claro desmarque de los populares, que optan ahora por una oposición alejada de la bronca y protagonizada por perfiles gestores, operación que culminó con la salida de Cayetana Álvarez de Toledo de la portavocía del Congreso.
Al discurso de saberse como "única oposición" ante un Gobierno "criminal" e "ilegítimo" se unirá el argumento de la transparencia institucional frente a las "cargas del pasado" de la formación que dirige Pablo Casado. La imputación del ex ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz -las altas instancias del departamento fueron el "centro nuclear" del operativo policial puesto en marcha con fondos reservados para espiar al ex tesorero del partido, Luis Bárcenas- será punta de lanza de Vox para acorralar al PP y pescar en su bolsa de votantes.
Así lo percibe al menos el sociólogo y politólogo Jorge Vilches, que da por sentado el hecho de que Vox al menos intentará trabajar en esa vía de desgaste a Casado, aunque duda que ésta termine siendo rentable electoralmente para la formación ultraconservadora. Lo que pretende Vox, a ojos del experto, es explotar el argumento del "antimarianismo" que tan buenos resultados le granjeó en los anteriores comicios, y aprovechar que ahora Casado haya situado a sus filas en los mismos postulados -desterrando prácticamente todo resto del 'aznarismo'- para situarle en la misma página que su antecesor, señalado a su vez por los escándalos de corrupción de su titular de Interior. "Ese antimarianismo en la razón de ser de Vox", sentencia.
Los de Abascal ya han movido ficha en su intento por capitalizar el descontento del votante conservador y anunciaron esta misma semana que estudiaban la posibilidad de personarse en los tribunales como acusación popular del caso Kitchen. "Vox tiene una estrategia clara", desgrana el investigador principal de Metroscopia, José Pablo Ferrándiz, basada en "aprovechar los errores ajenos y construir su propio camino de cara al futuro", explica, refiriéndose en este caso al fortín institucional que, "sin prisa", está desarrollando la formación a su alrededor: en pocos meses ha visto la luz su think tank particular -como la FAES para el PP- bajo el nombre de Fundación Disenso, para el que se ha fichado a personalidades como el ex ministro de la UCD, Carlos Bustelo; y ha edificado Solidaridad, un sindicato de corte "anticomunista" con el que atraer a la clase obrera y dar la batalla a las organizaciones sindicales tradicionales.
El votante del PP da un paso atrás
Ferrándiz advierte que, si bien la crisis del PP no se ha traducido en un trasvase de parte de sus votantes a las filas de Vox, sí se atiende a una cierta desmovilización y "desactivación electoral" de los potenciales electores de Pablo Casado, en base a estudios realizados en la última semana por la institución demoscópica.
"El hecho de que la corrupción vinculada a los populares haya vuelto a formar parte de la agenda mediática, unido a la desastrosa gestión del Covid por parte de Díaz Ayuso (...) ha provocado que se haya detectado en las encuestas una desmovilización de sus votantes", explica. No obstante, el experto señala que este mal presagio para el PP puede ser producto de un "ocultamiento momentáneo" por un descontento que Vox va a intentar capitalizar.
El caso más dramático, continúa Ferrándiz, en el grado de aprobación de los líderes políticos en la derecha española es también el de Pablo Casado. Según un análisis de Metroscopia, Pablo Casado no logra ni que la mitad de sus votantes apruebe su labor política (47%), por detrás del porcentaje de aceptación que sí logran Inés Arrimadas o Santiago Abascal. Sin embargo, advierte el experto, "ninguno de ellos es capaz de trascender más allá de su propio electorado". Al menos, de momento.
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