La Monarquía por excelencia en Europa es la británica. Sin ser la más poderosa, sí es como marca, la más rentable. The firm (la empresa), como llaman de forma socarrona a la Monarquía británica muchos de sus miembros, siempre ha descarrilado por las vías coronarias. En este siglo XXI queda una decena de monarquías en Europa y la pregunta lógica, en tiempos de Sussexit, es si sobrevivirán a los actuales soberanos y cómo lo harán.
En España Jaime Peñafiel, experto en Casas Reales, vaticinaba en una entrevista en El Mundo tras publicar Los 80 años de Sofía, en el verano de 2018, que la heredera española, la princesa Leonor, de 13 años, no llegará a reinar. "La Monarquía se acabará, lo veremos, y no será una tragedia", sentenciaba.
La Monarquía sobrevive todavía en Andorra (principado), Bélgica, Dinamarca, España, Liechtenstein (principado), Luxemburgo (Gran Ducado), Mónaco (principado), Noruega, Países Bajos, Suecia, y también se considera el Vaticano, considerado como un estado independiente desde los Pactos de Letrán de 1929. El Pontífice es el monarca del Vaticano.
Liechtenstein y Mónaco, más poder
Curiosamente donde el monarca tiene más influencia política es en Liechtenstein y en Mónaco, dos pequeños Estados, que se consideran monarquías semiconstitucionales.
El príncipe Alberto de Mónaco, tan conocidos en la prensa rosa debido al matrimonio del anterior soberano, Rainiero con la actriz Grace Kelly, comparte el poder legislativo con el Consejo Nacional. El Ejecutivo y el Judicial son competencia del príncipe. Su relación estrecha con Francia en materia de defensa obliga al príncipe a ejercer sus derechos de soberanía conforme a los intereses franceses.
La Constitución de Liechtenstein otorga importantes poderes al príncipe, que puede vetar leyes aprobadas por el Parlamento. El referéndum de 2003 reforzó la posición de la dinastía reinante, que había amenazado con dejar el país e instalarse en Austria.
También el monarca más rico es el príncipe Hans Adam II de Liechtenstein con una fortuna valorada en unos 4.500 millones de euros, según una estimación del Business Insider. En gran parte su patrimonio se funda en la propiedad del banco, LGT Group, y las inversiones de la Fundación Principado de Liechtenstein. El tercero más rico es el príncipe Alberto de Mónaco con unos 1.000 millones de euros.
La Reina Isabel de Inglaterra es la cuarta más rica, con una fortuna de unos 540 millones de euros, y el Rey Felipe VI ocupa la novena posición, con unos 18 millones de euros.
God save the Queen
La Monarquía británica vive tiempos convulsos por el Brexit, que lleva a cuestionarse por el papel político de la soberana, a quien el primer ministro, Boris Johnson, ha puesto en un brete en más de una ocasión, y por las estrictas normas que todavía rigen una familia que representa la quintaesencia del Reino Unido.
La Reina Isabel II tiene un papel muy limitado, si bien es en teoría jefa del Estado de los países de la Commonwealth, incluidos Canadá, Australia y Nueva Zelanda.
En el Reino Unido se adoptan muchas decisiones "en nombre de la Corona". Es lo que se denomina "prerrogativa regia", el teórico poder político que le queda a la soberana, que ejerce, desde el siglo XVII, a través del gobierno.
En su larguísimo reinado ha sido especialmente cuidadosa en sus gestos, especialmente en momentos como el actual cuando el Reino Unido está a punto de salir de la Unión Europea. Cuando se requiere su intervención, la Reina se reúne con el Privy Council y actúa según sus recomendaciones.
Ha despachado con 14 primeros ministros: empezó con Winston Churchill, a quien admiraba profundamente porque fue de alguna manera su mentor. Curiosamente ahora ocupa el 10 de Downing Street un gran devoto de Churchill, el también conservador Boris Johnson.
La Corona británica es el símbolo del poder ejecutivo supremo. Es la Reina quien tiene la Corona, pero son los ministros los que ejercen sus funciones y responden ante el Parlamento. La Reina ha de preservar su neutralidad.
Junto a ella, tienen un papel relevante los miembros de la Familia Real, especialmente el príncipe de Edimburgo, el consorte, y su heredero, el príncipe de Gales, que ya ha superado la edad de jubilación sin ejercer la misión para la que ha sido formado. Hay quienes presumen que la Reina podría abdicar, como hizo el hoy rey emérito don Juan Carlos I de España.
Del Andygate al Sussexit
En los últimos meses ha sufrido dos bajas relevantes: la baja obligatoria del príncipe Andrés y la marcha voluntaria del príncipe Harry, quien dejará de ser Alteza Real y empezará una nueva vida en Canadá junto a su esposa, la ex actriz Meghan Markle.
El año 2019 terminó con la expulsión del príncipe Andrés, quien dicen que es el favorito de la Reina Isabel. Podría decirse que le echaron de la firma por comportamiento inadecuado.
Andrés, a quien de joven llamaban Andy Randy (Andy, el cachondo), fue excesivamente fiel a un amigo poco conveniente, el empresario Jeffrey Epstein, que murió en prisión en 2019, cuando estaba pendiente de un juicio por pederastia. Al menos una de las jóvenes reclutadas por Epstein aseguraba que había mantenido relaciones con el príncipe.
Con la idea de acallar las críticas, el príncipe concedió una entrevista a la BBC en la que mostró prepotencia y falta de empatía con las víctimas de abusos. Fue su sentencia. Ha sido apartado de la familia real.
Cuando Harry dejó a su abuela
Pero 2020 no ha empezado mejor para Isabel II, que después de 68 años en el trono ha sobrevivido a varios Titanic reales, afronta a sus 93 años otra tormenta. Su nieto Harry, hijo del heredero y hermano del heredero del heredero, y su esposa, la ex actriz estadounidense, Meghan Markle, han declarado su independencia.
Primero lo han anunciado sin consultar y luego la Reina ha impuesto condiciones, supeditadas a los deseos de la pareja, que se va a establecer en Canadá. Demasiada presión mediática sobre una aspirante a princesa que creía que todo sería como en un cuento de Disney.
La cumbre familiar celebrada en Sandringham el martes 14 de enero confirmó la ruptura pero en términos amistosos. Este sábado se ha conocido las condiciones: los Duques de Sussex dejarán de utilizar el título de Altezas Reales, tampoco representarán más a la Reina, y no percibirán fondos públicos. Estas nuevas condiciones serán vigentes a partir de la primavera. Acudirán a los actos de la familia a los que sean convocados por la Reina.
A su vez se comprometen a devolver los 2,4 millones de libras (unos 2,8 millones de euros) de las obras realizadas en Frogmore Cottage que seguirá siendo su residencia cuando estén en el Reino Unido, según informa la BBC.
En un comunicado del Palacio de Buckingham, la Reina reconoce que "han experimentado los desafíos como resultado de un intenso escrutinio durante dos años" y dice que apoya "su deseo de una vida más independiente". Les agradece su trabajo y destaca que está "particularmente orgullosa sobre cómo Meghan se ha convertido en una más de la familia".
Así se ha cerrado la última crisis que ha afrontado la Reina Isabel, la monarca que más tiempo ha estado en el trono británico, 68 años en febrero. Probablemente no será la última.
Reyes de corazones
El corazón chocó con la razón de Estado en el siglo XX en el Reino Unido. El tío de la actual Reina Isabel II, coronado como Eduardo VIII, apenas estuvo diez meses en el Trono. Abdicó por no renunciar a casarse con Wallis Simpson, una divorciada plebeya estadounidense. En resumen, una bomba contra la tradición. Murió en Francia como ex rey.
Asumió como rey su hermano como Jorge VI, el padre de la actual soberana. Isabel II quedó marcada por el gesto de su tío y por el destino de su padre. Tanto es así que aceptó la presión para que primero su hermana Margarita no se casara con el amor de su vida, Peter Townsend, edecán de su padre, y para que luego su hijo Carlos, el príncipe de Gales, tampoco lo hiciera con Camilla Shand en su juventud.
El eterno heredero al trono, tras un tumultuoso matrimonio con Lady Di, muerta en accidente en 1997, se casó con la divorciada Camilla Parker-Bowles (Shand de soltera) en 2005, cuando ya rondaban la sesentena. El amor triunfó y desde entonces la empresa empezó a abrirse a nuevos aires.
El príncipe Guillermo también está casado con una plebeya, Kate Middleton, que se ha convertido en todo un emblema de la firma. Todos los hijos de la Reina menos el menor, Eduardo, se han divorciado, y dos de ellos, Carlos y Ana se casaron en segundas nupcias.
Para enredar más el serial el príncipe Andrés se lleva tan bien con su ex, Sarah Ferguson, que ha sido en quien más se ha apoyado tras su defenestración. La realidad de La Firma supera a la ficción de The Crown.
La familia real versión XS
La experta en monarquía Penny Junor escribía en el Daily Mail, a propósito del llamado Andygate, cómo "el gran trabajo que están haciendo la Reina, el príncipe de Gales y su esposa, así como el príncipe Guillermo y Kate, queda ensombrecido por este desastre".
Ya antes de la declaración de independencia del príncipe Harry, su padre, el príncipe Carlos defendía que la Casa Real fuera más reducida. En Suecia los actuales reyes han desvinculado a los nietos más apartados de la línea de sucesión, por ejemplo.
En España ya se redujo la familia real tras la abdicación del rey Juan Carlos en junio de 2014. Forman parte de la familia real española el rey Felipe VI, la reina consorte, Letizia, sus hijas Leonor, la heredera, la infanta Sofía, así como los padres del rey, los reyes eméritos, don Juan Carlos y doña Sofía. Don Juan Carlos, de 82 años, incluso ya está jubilado: ha dejado de desempeñar tareas institucionales desde junio de 2019.
España es diferente
España es una monarquía parlamentaria, de acuerdo con la Constitución de 1978. El jefe del Estado es el rey, que carece de poder político, aunque sí tiene funciones y deberes. Otras monarquías parlamentarias son la británica, la belga, la holandesa, la sueca o la noruega. "Decir monarquía parlamentaria es como decir monarquía democrática", señala Jordi Canal en su ensayo La monarquía en el siglo XXI.
Destaca Canal cómo en el índice de calidad democrática realizado anualmente por The Economist las principales monarquías forman parte del selecto grupo de las 20 primeras clasificadas. Entre ellas está España y Noruega encabeza esta liga de honor.
Lo excepcional del caso español, según subraya Canal, es cómo se recuperó la monarquía en su variante parlamentaria en la segunda mitad del siglo XX.
El artículo 56 define al rey como jefe del Estado y como símbolo de su unidad y permanencia. Es árbitro y modera el funcionamiento regular de las instituciones y ha de asumir "la más alta representación del Estado en las relaciones internacionales".
Los deberes y funciones reales, que no poderes, se definen en los artículos 62 y 63. Al Rey de España le corresponde: sancionar y promulgar las leyes; convocar y disolver las Cortes Generales y convocar elecciones en los términos previstos en la Constitución; convocar a referéndum en los casos previstos por la Constitución; proponer el candidato a presidente del Gobierno y, en su caso, nombrarlo, así como poner fin a sus funciones en los términos previstos en la Constitución.
También ha de nombrar y separar a los miembros del Gobierno, a propuesta de su presidente; expedir los decretos acordados en el Consejo de Ministros, conferir los empleos civiles y militares y conceder honores y distinciones con arreglo a las leyes; ser informado de los asuntos de Estado y presidir, a estos efectos, las sesiones del Consejo de Ministros, cuando lo estime oportuno, a petición del presidente del Gobierno; el mando supremo de las Fuerzas Armadas.
Asimismo, según el artículo 63, el Rey acredita a los embajadores y los representantes diplomáticos están acreditados ante él; manifiesta el consentimiento del Estado en obligaciones internacionales; y, previa autorización de las Cortes Generales, declara la guerra y la paz.
Decía Jaime Peñafiel, nada sospechoso de ser un republicano confeso, que a la monarquía española le queda poco tiempo de vida. En realidad, sostiene, como decía el rey Faruk de Egipto en su dulce retiro en la Costa Azul, que pronto solo quedarán los reyes de la baraja y la reina de Inglaterra. Incluso Isabel II tiembla por su supervivencia.
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