El Congreso del Partido Popular que se inaugura este viernes no parece que vaya a deparar grandes sorpresas. Ni que en él vaya a decidirse nada trascendental para el futuro de esta formación, salvo la permanencia como secretaria general de María Dolores de Cospedal. Sí está más claro que de este cónclave saldrán reforzados algunos protagonistas tal vez claves para el futuro de la organización. Nombres entre los que destaca Alberto Núñez Feijóo, presidente de la Xunta de Galicia que, con 41 escaños y un rotundo triunfo en la noche electoral del 25 de septiembre de 2016, se ha consolidado como el único barón popular que preside una comunidad autónoma con mayoría absoluta. Por eso, entre otras cosas, Feijóo es considerado ya desde hace algunos años como uno de los más firmes candidatos a tomar el relevo de Mariano Rajoy como líder del PP. Todo llegará. Pero, de momento, a esa pregunta que está en la mente de todos: ¿Es usted el futuro del PP?, responde sin titubeos: "No, soy el presente de Galicia". Respuesta a lo gallego, en estado puro, que refleja muy bien su carácter. Humilde, seguro, pragmático, tímido pero firme a la hora de tomar decisiones.
Feijóo es además gran amante de su tierra. Nació en Os Peares (Orense) en septiembre de 1961 y allí vivió a caballo entre Lugo y Orense. Hijo de Siria y Saturnino, disfrutó de su pueblo y su familia bajo los valores de la honestidad y el trabajo por encima de todo. Uno de los grandes secretos de su éxito es el de haber mantenido siempre su vinculación emocional a la Galicia rural, que lo ve como uno de los suyos. Otro es que, por encima de experimentos y de novedades, ha preferido volver a apostar por su serenidad y seguridad en la gestión de la función pública.
Gusta en el PP y es respetado por la práctica totalidad de los líderes políticos. Sabe contestar a los adversarios -a los que no trata como tales- sin soberbia pero con seguridad y carisma que sólo. Lleva con orgullo comprar en Zara y comer en restaurantes baratos. Sin embargo, para tomar café conmigo lo he invitado al Hotel Ritz de Madrid.
Pregunta.- Presidente, usted se define como un rapaz de Os Peares. Hijo de la Galicia más rural.
Respuesta.- Sí, nací en un pueblo entre dos provincias, Lugo y Orense, y cuatro ayuntamientos. Es un pueblo en el que confluyen tres ríos y, cada margen de un río, es un ayuntamiento distinto.... ¡Una maravilla! Es allí donde entendí la importancia de no dividir y de intentar hacer las cosas todos juntos. La importancia de que no es bueno que cada ayuntamiento se dedique a su pequeña aldea. Al final, como éramos cuatro ayuntamientos y en cada uno éramos muy pocos, nadie se dedicaba a los otros. Fue ahí donde descubrí la importancia de hacer las cosas juntos y compartir.
P.- Me cuentan sus vecinos que le han visto nacer y crecer allí que viene usted de una familia de gente buena, y que aún le recuerdan con la bicicleta cuando era niño. ¿Qué importancia ha tenido en su vida la familia?
R.- La familia es donde te enseñan los valores, que son la clave de la persona. Es cierto que en la escuela te forman, te dan conocimientos, pero es en mi familia donde he aprendido lo que era importante, aquellos valores que iban a ser mi guía toda la vida. Al final importa la honestidad, el vivir con lo que se tiene, el no engañar a la gente. Yo tuve la suerte de nacer en una familia humilde, pero en la que la palabra dada había que cumplirla. Esto me lo enseñó mi padre Saturnino. Y estas cosas a uno le valen toda la vida. Aunque no te des cuenta. Y, después, nacer en un pueblo tiene sus ventajas. Las grandes ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia tienen cosas buenas, pero en los pueblos nos conocemos todos. Y ahí no se puede engañar a la gente.
P.- Usted iba para juez pero su padre se quedó en paro y tuvo que opositar a la Xunta en búsqueda de un empleo rápido; fue el segundo de su promoción y, de repente, se acabó dedicando a la política. ¿Se considera un político vocacional?
R.- Yo acabé Derecho a los 22 años en una familia donde no había títulos universitarios y yo no conocía a nadie para ejercer la abogacía. De manera que inicié unas oposiciones a judicatura. Con la mala suerte de que, a los tres meses, mi padre se quedó en paro. Y tú, que has visto trabajar a tu padre toda la vida, de repente llegan las siete de la mañana y tu padre no se va de casa. Y en esas condiciones, no podía seguir estudiando aquellas oposiciones, así que me presenté a unas de letrado de la comunidad autónoma y tuve la suerte de que las cosas fueron bien. En cuanto a la política, me gustaba desde siempre. Yo veía aquellos debates que retransmitían desde el Congreso de los Diputados entre Fraga y Carrillo, Roca y Felipe González. Aquella España de la Transición, de la Constitución y de la época de Adolfo Suárez. Y también veía debates en la tele como el que dirigía Balbín, La Clave, con personalidades de mucho nivel y empecé a tener interés por la política. Posteriormente me presentan a José Manuel Romay, que era miembro del Gobierno de Fraga, y me lleva a la Consejería de Agricultura como número dos y después a la de Sanidad. Cuando ganamos las elecciones, en 1996, me nombra presidente Ejecutivo del Insalud y secretario general del Ministerio. Después fui presidente de Correos, volví a Galicia y me afilié al PP. A Fraga le faltaba un escaño para la mayoría absoluta y no podíamos gobernar, no nos dejaban gobernar. Yo me presenté para presidente del PP de Galicia en 2006. Y gané. Posteriormente, en las elecciones de 2009 me presenté a las elecciones y los gallegos me votaron (mayoritariamente). Volví a hacerlo en 2012 y gané también. Ahora me acaban de volver a votar en 2016. ¡En fin, y aquí estoy!
P.- ¿Qué ha hecho usted bien en estos cuatro años para volver a ser elegido? Es, de hecho, el único presidente del PP que gobierna con mayoría absoluta. ¿Es usted más un líder o un gestor? ¿Cuáles son las claves de su éxito?
R.- La política no es contabilidad. No se trata sólo de hacer buenos ejercicios contables. Dicho lo cual, no gastar más de lo que se tiene y pagar lo que se debe es una materia básica, clave, para cualquier político. Pero un político es sobre todo una persona que tiene un proyecto para la sociedad, que le ha elegido para la gestión de las cosas públicas. Y, además, tiene que tener formación y experiencias. No se puede improvisar. Un presidente del Gobierno, de una Comunidad Autónoma, no puede llegar a aprender. Tiene que tener experiencia previa en otros escalones de la gestión pública o privada. Un político no es un contable, pero ha de saber gestionar. Si sabes gestionar, puedes hacer una buena política. Si no sabes gestionar, o tienes un buen equipo de gestores alrededor o, si no, no harás un buen servicio a tu país. Para gobernar no valen los experimentos, hay que tener experiencia y talento.
P.- ¿Qué espera de este Congreso?
R.- Creo que todos los que hemos seguido la preparación del Congreso nos hemos ilusionado porque hemos percibido un partido vivo, activo, unido y con ganas para afrontar los retos que tiene por delante. El fin de semana servirá para completar los distintos debates y sentar las bases para seguir trabajando por España con todo nuestro compromiso, que es lo que hemos hecho todos estos años.
P.- ¿Qué novedades puede deparar?
R.- Habrá que ver cómo se cierran los asuntos que van a debatirse en las distintas ponencias. Lo que decidamos allí será la hoja de ruta que nos guíe en nuestra acción política durante los próximos años. En todo caso, lo fundamental, y esto no es ninguna novedad, es que el partido va a mirar hacia donde hay que mirar. Este es un partido que trabaja por España y que no está continuamente mirándose su propio ombligo. Quien busque grandes sorpresas o grandes espectáculos tendrá otro Congreso cerca, que no es el del PP, en el que probablemente los va a tener.
P.- Últimamente se confunde demasiado popularidad con populismo. Usted es un político claramente popular en una época de mucho populismo. Me gustaría saber qué límite pone usted entre la popularidad necesaria para gobernar y el populismo, que es la solución fácil a problemas difíciles.
Rajoy ha superado una situación más complicada que la que superó Aznar"
R.- La política de los tuits, del eslogan, de las ideas frívolas, de los discursos sin contenido… la política de hablar pero nunca aterrizar en cómo realmente vas a realizar aquello de lo que estás hablando, de que se tienen soluciones para todo aunque no se haya solucionado nunca nada, eso es el populismo. Y, lamentablemente, todas las crisis y las recesiones económicas acaban siempre con una ola de populismo. Y España tiene un populismo potente, como lo tienen otros países; ahí está el caso de Francia, de Austria o incluso de los Estados Unidos. Frente a esto sólo cabe el rearme ideológico y explicar, hacer pedagogía de que el populismo no trae nada. Sólo frustración e intransigencia, que es lo contrario de la política. La política es acordar, tender puentes, pactar, unir, y el populismo trae lo contrario. Trae aislacionismo, proteccionismo y división. A pesar de todas las dificultades, con paro juvenil y de larga duración, con personas que tienen empleo pero cuyas retribuciones no están acordes con su formación… a pesar de sus bolsas de pobreza, España es un gran país. Y España, que se ha librado de ese populismo en los últimos 40 años, no debe, no me gustaría que cayera en ese populismo que no trae más que pobreza y desesperanza.
P.- Usted ha hablado últimamente de maternidad subrogada. Otras veces del matrimonio entre personas del mismo sexo, siempre lo hace con mucho respeto y serenidad. Usted ha dicho que la ética va cambiando con los tiempos y yo le pregunto: ¿Hasta qué punto marca esto el devenir y el futuro de un partido político y del suyo, el PP, a la hora de revisar determinados conceptos? ¿Será todo esto objeto de debate en el Congreso?
R.- Si usted se fija en las organizaciones o, más en concreto, en una organización religiosa tan poderosa como la Iglesia Católica, la Santa Inquisición sería hoy algo imposible. No podríamos entenderla, ¿no? Los principios son inmutables en la substancia pero los tienes que ir amoldando a la realidad social en la que vives. La maternidad subrogada es un debate nuevo, muy complejo y en el que a uno le asaltan muchas dudas. Es un debate en el que no tienes formación ni opinión formada, pero es cierto que en la sociedad hay muchas personas que quieren tener hijos y no pueden. A esa gente la tienes que escuchar. Y en España se produce una circunstancia sorprendente… es cierto que aquí no es legal pero si tú tienes un hijo con maternidad subrogada en otro país y llegas a España lo puedes inscribir como tuyo. Y ese es un vacío sobre el que conviene reflexionar. Hay materias que bordean las cuestiones éticas y por tanto dejemos a los ciudadanos que tomen sus decisiones. Tenemos que proteger los derechos de todo el mundo, pero los derechos civiles, que son patrimonio de la libertad de cada ciudadano, siempre y cuando no afecten a los demás, merecen reflexión y protección. Por supuesto, son temas sobre los cuales el PP tiene que discutir.
P.- ¿Tiene alguna receta, aunque no haya soluciones mágicas, para el eterno debate sobre la financiación autonómica, que es una controversia que vuelve, cada legislatura, como un bucle sin solución?
R.- Lo importante es tener claro en qué gastamos las Comunidades Autónomas los recursos de los ciudadanos. Un 40% se invierte en sanidad, un 30% en educación y un 10% en servicios sociales. Ahí tenemos ya el 80% de los recursos totales. ¿Qué debemos de hacer para estabilizar un modelo de financiación? Pues saber cuánto nos cuesta la sanidad, cuánto la educación y cuánto los servicios sociales. Por ejemplo, en el Hotel Ritz, donde estamos ahora, puede haber unas quinientas personas. Con una única tubería que entre en este edificio le estamos dando abastecimiento y saneamiento de agua a quinientas personas. Si alguien se pone enfermo, con un médico, podríamos atender a quinientos beneficiarios de la sanidad pública. Pero si nos vamos a zonas con mucha dispersión, quinientas personas pueden estar situadas en cinco pueblos distintos, a cien personas por cada pueblo, en varios kilómetros entre uno y otros. Para llevar el agua a todas esas personas, en cinco localidades, con cinco kilómetros entre unas y otras, es fácil entender los kilómetros de tubería que hacen falta entre unos pueblos y otros. Y si alguien se pone enfermo, si hay un único médico, se pasa la vida en la carretera, y no puede estar en la consulta cuando llegan sus pacientes porque está atendiendo una urgencia. Eso es la dispersión. Y la dispersión tiene un coste. Y no es lo mismo la edad de un niño de ocho años que la nuestra o que la de un ciudadano de ochenta o noventa años. El niño consume menos fármacos que nosotros y nosotros menos que un anciano.
Por tanto, la sanidad tiene una relación directa con la edad. La población, más la dispersión, más el envejecimiento, es lo que refleja la factura correcta de la sanidad, de la educación y de los servicios sociales. La financiación es saber cómo financiamos lo que consumen los adultos, los niños y las personas mayores. Ese es el planteamiento. No es un planteamiento territorial. Una cadera vale lo mismo en Madrid que en Cataluña. Si usted tiene mil niños en el barrio de Salamanca de Madrid van todos al mismo colegio. Pero si los tiene en tres aldeas gallegas, hay que contratar tres autobuses. Y pagarlos. Este es el Estado: la financiación de las personas y de los servicios públicos. No de los territorios.
P.- ¿Qué debe hacer el PP para volver a conseguir la mayoría absoluta que tuvo? ¿Qué le falta al PP de hoy?
R.- En el PP hemos pagado, en primer lugar, errores propios y después el desgaste de una gran recesión económica. Hemos pagado supuestos de corrupción en nuestro partido, hemos pagado supuestos de personas que teníamos que haber detectado con anterioridad para expulsarlos de la organización y eso ha conllevado un deterioro y un desgaste de nuestra credibilidad y de la confianza que trasladamos a los ciudadanos. Es verdad que el resto de partidos políticos han pagado también estas cosas e incluso más, como la desunión de su partido. ¿Qué tenemos que hacer? Pues decirles a los españoles, lo primero, la verdad. Que estamos en el buen camino pero que no hemos recuperado todavía el cien por cien de nuestros objetivos en materia de empleo. Que sabemos que hay mucha gente que ha recuperado su trabajo, porque hemos creado un millón de empleos, pero cuyos salarios no les permiten llegar a fin de mes. Y debemos seguir intentando gestionar la confianza de los españoles porque, a pesar de nuestros errores y de haber tenido que gestionar la recesión, el PP ha vuelto a ganar las elecciones en diciembre de 2015 y con mayor diferencia en junio de 2016. Hoy tenemos un Gobierno que es de los más estables de Europa, viendo como vemos en Gran Bretaña el Brexit, o las primarias en Francia, o el caso de Austria, o la situación de Italia. Todo esto nos hace darnos cuenta de que estamos en el buen camino. Queda mucho por hacer, pero el PP tiene que ser el partido que dé confianza a la mayoría de los españoles.
P.- ¿Qué le recomendaría aprender a Rajoy de Aznar y a Aznar de Rajoy?
R.- Aznar es una persona para la que yo he trabajado siete años y que ha realizado una gestión con muchos más activos que cuestiones negativas. Ha sido un buen presidente, sin duda. Y el presidente Rajoy ha superado una situación, si cabe más complicada, y sigue como presidente del Gobierno a pesar de las dificultades que hemos tenido en formar Gobierno.
P.- Tiene una pareja que gana más que usted como político. Muchísimo más. ¿Cómo valora la retribución de los políticos y cómo frena esto la incorporación de buenos profesionales a la política?
R.- Pues sí que lo frena, sí. Sin embargo, a mí no me importa en absoluto que mi pareja gane mucho más que yo. Yo encantado.
Me despido de Alberto Núñez Feijóo deseándole mucha suerte. En pocos días será padre primerizo y estoy seguro de que se acordará de lo vivido con sus padres para que también su hijo pueda atesorar y hacer uso de los valores de la Galicia rural como palancas claves en su vida y llegar a ser lo que para este político es lo más importante: ser, por encima de todo, una buena persona.
*Instalaciones cedidas por el Hotel Ritz.
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