Pregunta.- Ha pasado ya algún tiempo, 16 meses, desde que usted tomó las riendas de la Fiscalía General del Estado. ¿Podría hacerme un balance de este tiempo y de cuáles han sido sus logros más relevantes?
Respuesta.- El logro más relevante no es de la Fiscalía sola, es de la sociedad. Hemos afrontado a lo largo de estos meses una crisis sanitaria que nos ha situado, por un lado, en un momento tristemente histórico, pero de la que también debemos destacar las fortalezas por haberla superado, o estar en camino de superarla. Me siento muy orgullosa de la Fiscalía, del Ministerio Fiscal, de esta Institución que desde el minuto uno supo dar una respuesta a esta crisis poniéndose al servicio de la sociedad. Es de lo que más orgullosa me siento. Los fiscales, con la Fiscalía General del Estado a la cabeza, dimos un paso adelante al servicio de la sociedad. No se puede decir otra cosa, ni de forma más clara ni más precisa. Han sido meses muy duros y complicados. Había que dar una respuesta, en un principio, inmediata a esas necesidades. Debo hablar de colectivos muy vulnerables, como el de las personas mayores que estaban en residencias y que se estaban muriendo, aislados y en soledad. En ocasiones, la única correa de transmisión, el único canal de comunicación con sus familias, era el Ministerio Fiscal junto con las instituciones y con la Justicia.
P.- Hemos visto ya amenazas de algunos partidos de llevar ante los tribunales incluso a ministros, o a quien ha ejercido como portavoz y coordinador durante este tiempo, el señor Simón. ¿Hasta dónde pueden tener recorrido legal estas iniciativas? Se lo digo porque en Italia, por ejemplo, ya se han substanciado algunos juicios.
R.- Desconozco las motivaciones de unos u otros a la hora de formular denuncias, querellas o acciones judiciales. Lo que sí le puedo decir es que el Ministerio Fiscal se mueve única y exclusivamente por el principio de legalidad. Si hay hechos que revisten características de delito los vamos a perseguir. Si no revisten esas características, no los vamos a perseguir. Con todas las interpretaciones que se quieran hacer. El Ministerio Fiscal se mantiene muy firme. La Constitución de 1978 es una Constitución de la que nos tenemos que sentir orgullosos. Es muy moderna y avanzada. Le voy a poner un ejemplo: es la primera en Europa que reconoce derechos digitales y fíjese dónde estamos ahora. ¡Y le hablo de 1978! ¡Hace más de 40 años ya! El rol que le da al Ministerio Fiscal es quizá desconocido por el público. Nosotros formamos parte, pero con autonomía, del Poder Judicial. ¿Extraño? No si nos vamos al artículo 124 de la Constitución, que nos dice algo tan importante como que el Ministerio Fiscal puede hacer avanzar a la sociedad porque vamos a defender el interés público, el interés social y el interés democrático. El Ministerio Fiscal tiene funciones, no solo de persecución penal sino también en defensa de los colectivos más vulnerables y de los derechos cívicos. Tiene que trabajar por la inclusión, por hacer avanzar a la sociedad en espacios democráticos de libertad, de justicia y de igualdad. Ahí hemos estado durante la pandemia. Me siento, repito, muy orgullosa. Acabo de mantener una reunión con los 17 Fiscales Superiores. Uno por cada una de nuestras Comunidades. Hemos hecho un balance de cuál ha sido nuestra respuesta en los distintos territorios frente a la pandemia y la conclusión ha sido la de que hemos trabajado al servicio público y en defensa de la sociedad, sin limitaciones y sin egoísmos.
El Ministerio Fiscal se mueve única y exclusivamente por el principio de legalidad. Si hay hechos que revisten características de delito los vamos a perseguir
P.- ¿Por qué en España se acaba siempre utilizando e instrumentalizando la Justicia y a la Fiscalía desde un punto de vista político?
R.- Los españoles tenemos que aprender a sentirnos orgullosos de nuestras instituciones. Tenemos una Justicia buena. Tenemos una democracia de alta calidad. No lo digo yo, lo reconocen las instituciones internacionales. Es cierto que tenemos que presumir de ello, aunque la palabra resulte un tanto extraña. No debemos tener complejos.
P.- Pero algunos parece que aún no lo saben.
R.- Se quiere utilizar a veces a las instituciones como un campo de batalla político, y las instituciones se resienten. Pero el problema no es que las instituciones se resientan de ello, sino que la sociedad puede desconfiar de las instituciones.
P.- Vayamos al sainete vivido en los últimos días con la detención en suelo italiano del expresident de la Generalitat. La justicia italiana ha hecho lo que debía; le ha detenido y posteriormente le ha puesto en libertad. El próximo día 4, el señor Puigdemont volverá a Cerdeña a declarar. He llegado a escuchar de boca de algunos políticos que el gobierno español tenía que haber intentado ‘negociar’ con el italiano, como si la Justicia fuera un instrumento político. Parece muy extemporáneo.
R.- Yo le quiero hablar de la Justicia del siglo XXI, que es una Justicia global y en este caso europea. Vivimos en un sistema de interrelación de sistemas. Tenemos el sistema europeo y los sistemas nacionales. Nosotros estamos integrados en la Justicia Europea, como parte de esa identidad europea. Somos hermanos de los italianos, pero también de los franceses, de los belgas o de los alemanes. Esto conforma nuestro sistema. Y tenemos unas reglas nacionales e internacionales, así como interpretaciones nacionales que se tienen que completar con las interpretaciones internacionales. Tenemos un Tribunal de Justicia de la UE que funciona con un Tribunal General de la Unión Europea, con funciones distintas. Y tenemos tribunales españoles. Lo que nos hace grandes como pueblo es la integración de las instituciones y tenemos que empezar a sentirnos fuertes con este sistema de garantías.
P.- Pero parece que algunos no lo están. Hay quien dice que la justicia de la UE ‘la tiene tomada’ con España.
R.- Tenemos una racionalidad jurídica que es la que finalmente se impone. Debemos apreciarlo desde todas las perspectivas, que es lo que ocurrirá al final. Tenemos un derecho europeo, un derecho nacional, una integración, una aceptación, y una Constitución, que es la que nos dice lo que tenemos que hacer. Ni más ni menos. Esto es lo que acabará ocurriendo. Cada uno desde nuestra sensibilidad. No vamos a volver la cara ante lo que ocurra, tenemos una sensibilidad como españoles, pero también somos europeos y al final, lo que quedarán fortalecidas son las instituciones.
P.- ¿Está en vigor la euroorden?
R.- A lo que hay que estar ya es a las consecuencias fácticas y jurídicas y a las resoluciones de los tribunales. Estamos en el punto en el que estamos y hay lo que hay. La Fiscalía española hizo lo que tenía que hacer, en su momento, con plena autonomía y con pleno rigor y con plena conciencia y profesionalidad. El Tribunal Supremo, a través de sus órganos instructores, en este caso el magistrado Llarena, también ha tomado las decisiones y ha librado las órdenes que ha creído oportunas, en el marco de la interpretación de la ley que hay. Distintos tribunales europeos y fiscalías han ido también tomando decisiones. Ahí lo tenemos. Hay una cuestión también planteada, prejudicial, ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea. Igual que el Tribunal General acordó, en materia de unas cautelares que se plantearon, una resolución, y el Parlamento Europeo, del que el señor Puigdemont es miembro. Por tanto, hay una serie de factores que debemos tener en cuenta. No le puedo decir, en este momento, qué va a ocurrir.
P.- ¿Habrá extradición o no?
R.- No lo sé. Sinceramente, son muchos factores los que tienen que ir operando, pero repito que existe un sistema integrado europeo de la Justicia que tenemos que ir aceptando y quizá sea la prueba de que, como pueblo europeo, podemos funcionar.
P.- Hablemos un poco de usted, señora Delgado. Creo que quiso usted ser periodista cuando era niña.
R.- ¡Y cuando no era tan niña! Yo quería ser periodista. Las características de un periodista me parecía que constituían la profesión ideal. El periodista que busca la verdad, que la quiera contar, que la quiere investigar, que quiere compartirla. Me atraía el periodista que se juega la vida, como los corresponsales de guerra, pero no solo ellos, sino los que se parten la cara por la sociedad. Son pieza clave en la democracia y ayudan a la ciudadanía a conformar un criterio, cuando lo hacen con rigor, veracidad y objetividad, sin plegarse a intereses que no son los de la veracidad y los de la noticia. A mí me parecía que era la profesión ideal que más representaba lo que yo buscaba: el servicio público. Y me encontré, por casualidad, con la Justicia. Si se fija, hay un paralelo. La Justicia que busca la verdad, el rigor, que presta el servicio público, que sirve a la ciudadanía, que contribuye a los valores democráticos y que nos hace conseguir algo tan importante como la igualdad… que todos tengamos una oportunidad, que la podamos aprovechar. Así que me encontré con una situación complicada, con esa balanza por un lado con esos periodistas que me ponían los dientes largos y que me gustaban tanto y por otro lado la Justicia. Por circunstancias me decanté por lo último y no me ha ido mal, pero siempre en ese paralelo.
Con conversaciones absolutamente descontextualizadas, manipuladas y alteradas y focalizando determinadas materias que no se correspondían con la realidad me sometieron a un escrutinio, a un ataque público y a una cacería
P.- Y a partir de aquella vocación por dedicarse a los medios, que luego devino en otra por la Justicia, ¿cómo valora el papel de la prensa hoy en España? A usted la ‘machacaron’ en muchos medios, a raíz de aquellas famosas grabaciones de Villarejo. Supongo que fue una experiencia personal poco grata.
R.- Le he hablado de la grandeza de los medios de comunicación, como lo he hecho de la grandeza de la Justicia. De igual forma puedo hacerlo de otros espacios públicos que prestan un servicio a la democracia y a la sociedad. Es cierto que frente a la grandeza nos podemos encontrar con miserias, como cuando se utiliza el poder que tenemos para intereses que no son generales sino particulares y que persiguen un objetivo concreto. Yo sufrí una persecución brutal en septiembre de 2018, en relación con unas grabaciones de casi diez años atrás que fueron manipuladas, tal y como reza un informe policial. No se correspondían con la realidad y no voy a entrar en ello; ya di la oportuna respuesta, a petición propia, en la Comisión de Justicia del Congreso. Acudí voluntariamente el 10 de octubre de 2018 y quien quiera conocer más, ahí lo tiene. Sí creo que fui objeto de una cacería política y que se utilizó políticamente aquello. Me considero una víctima porque, a través de aquello, se pretendía atacar un proyecto político. Con la perspectiva del tiempo, se puede entender mejor como con conversaciones absolutamente descontextualizadas, manipuladas y alteradas y focalizando determinadas materias que no se correspondían con la realidad me sometieron a un escrutinio, a un ataque público y a una cacería, directamente.
P.- Me he preguntado muchas veces si las cosas hubieran ocurrido de igual modo si se hubiera tratado de un hombre.
R.- Todavía estamos en un país en el que la condición personal de una mujer o de un hombre, en sus distintas manifestaciones, se utilizan para hacer daño. Eso es una falta de educación en valores, ni siquiera democráticos, sino en valores humanos sólidos, en los que admitamos la diversidad en el otro y pongamos en valor la diferencia. En vez de criticar, nos falta pensar en cuánto nos aporta la diversidad. Lo distinto suma, no resta, y nos fortalece como sociedad.
P.- Supongo que fue duro para usted ver cómo se intentaron manipular algunas de sus palabras en relación al ministro Marlaska, en relación precisamente con esa puesta en valor de la diversidad que acaba de hacer. Seguimos hablando de esa diversidad. Hace pocas semanas, en Chueca, vivimos uno de los momentos más duros para mí desde que resido en España. Grupos neonazis montaron una manifestación, obteniendo unas autorizaciones, y se presentaron con gritos de: "¡Heil, Hitler!”, “¡fuera maricones de nuestros barrios!”, o “¡fuera ‘sidosos’ de Madrid!”. Toda España se sintió abochornada. Me sorprendió, a pesar de las explicaciones de la Delegación del Gobierno, la multa de 600 euros que se impuso a los organizadores o a los que llevaban puños americanos. ¿Dónde estamos con respecto a los delitos de odio? Yo no tengo miedo y esa misma tarde subí un vídeo en mis redes expresando mi indignación, pero hay personas que sí lo tienen, o al menos que sienten una menor sensación de seguridad. ¿Qué está haciendo la Fiscalía respecto a todo esto?
R.- Nos encontramos, en la aplicación de la ley, frente a una balanza: la libertad de expresión y de manifestación, el contenido de esa libertad de expresión y de comunicación y otros derechos que pueden entrar en conflicto. Los juristas llamamos a esto un ‘juicio de ponderación’. Hay que valorar qué se puede prohibir y qué no. A veces es dificilísimo marcar la línea. Debemos tener mucho cuidado en prohibir y en no prohibir, en perseguir o en no perseguir. La línea roja absoluta es la violencia. Aquello que incite o conlleve violencia debe ser rechazado, perseguido e investigado. Hay algo más: la formación de jueces y fiscales. Esto para mí es importantísimo y así lo he reflejado en el Plan Proyectado de Formación del año 2022 para los fiscales, para que tengan una sensibilidad especial en determinadas materias. Entre ellas, todo lo concerniente al colectivo LGTBi.
P.- Me alegra enormemente porque a veces echo en falta esa sensibilidad. Hemos visto juicios como el de los vídeos grabando las partes íntimas de mujeres en la calle, en los que la Justicia ha concluido que, al estar en un espacio público haciendo sus cosas más íntimas, no es delito que se hayan publicado, incluso en páginas ‘porno’. El hecho de ser mujeres es lo de menos porque, si lo hubieran hecho conmigo, me hubiera molestado exactamente igual y lo hubiera considerado igualmente delictivo.
R.- Este es un compromiso que tenemos adquirido en la Fiscalía General del Estado, conmigo a la cabeza, de igual forma que ya lo había asumido en mi etapa anterior. Hay que trabajar mucho en materia de formación, en muchas cosas, pero sobre todo en Derechos Humanos o en la protección de colectivos especialmente vulnerables por su diversidad, que a veces les hace víctimas de ataques indiscriminados. Tanto a través del Plan al que me acabo de referir como a través de bloques que tenemos ya especialmente preparados. Formación en igualdad, formación en inclusión, en entender la diversidad, formación en el tratamiento a las víctimas para que no sufran una ‘revictimización’, formación en cuanto a los protocolos de las declaraciones, en cuanto a los testigos que acuden a denunciar ante un fiscal que debe sentir toda la empatía. Hay que trabajar mucho en todo esto. Lo hice ya en mi etapa como ministra. Incluí en los planes de formación esta materia, también en el temario de las oposiciones. Ahora, como Fiscal General del Estado, también lo vamos a incluir. Le digo también que encuentro una sensibilidad cada vez mayor en el Tribunal Supremo. La Sala Segunda está siendo valiente y entiende que vivimos en una realidad que no puede discurrir paralela a la Justicia. Debemos ir al paso de la sociedad y entender qué le pasa. Si no lo hacemos, la sociedad nos puede exigir responsabilidades.
P.- Usted trazaba antes un dibujo de la democracia española excelente. Pero han surgido populismos, muy específicos en España pero que también observamos en Italia, en Francia, en Hungría y en otros países. La consecuencia ha sido que determinados Derechos Humanos que creíamos consolidados, no digo que se estén desmoronando, pero sí que se ven amenazados. ¿Lo ve así?
R.- El Ministerio Fiscal se rige por el principio de legalidad. Entendido desde su perspectiva más moderna en el tiempo y más universal en el espacio es global. ¿Adónde quiero llegar? Nos hemos dotado, los países civilizados, de unos mecanismos, nacionales e internacionales, y de unas estructuras legales, nacionales e internacionales, que defienden los Derechos Humanos. Eso nos lleva a impedir las regresiones en las conquistas. Como civilización vamos alcanzando nuevas cotas en la defensa de estos, sobre todo de los más vulnerables. Lo que tenemos que hacer es tener respuestas nacionales e internacionales a estas regresiones. Debemos de impedir las regresiones en los Derechos Civiles, debemos neutralizar, en algunos casos, esos discursos de regresión, porque si no, nos llevaría en contra de la civilización y retornaríamos a la barbarie.
P.- En Hungría o Polonia, por ejemplo, ya hay leyes claramente homófobas, en las que no se reconocen derechos fundamentales a las personas LGTBi.
R.- Somos muchos, somos más, tenemos las herramientas nacionales e internacionales en esa defensa, y lo que nos falta, o resta, es la concienciación de que no podemos dar un paso atrás. Nos tenemos que regir, repito, por la legalidad. La legalidad nacional, internacional, y por los instrumentos y mecanismos en defensa de esa legalidad.
Un partido político representa a la ciudadanía, con mayor o menor representación, pero desde el momento en el que la tiene, hay una serie de ciudadanos que lo apoyan
P.- ¿Debería la UE, más allá del Estado español, ilegalizar a partidos que no respetan los Derechos Humanos?
R.- Principio de legalidad. Nuestra Constitución de 1978, de la que repito, me siento muy orgullosa, nos marca ya en su artículo 6 la importancia de los partidos políticos. Tenemos una Ley de Partidos Políticos también importantísima, del año 2002, que nos marca las condiciones de los partidos, las limitaciones de estos y cuando un partido político podría ser ilegal. Hay que ser muy cuidadosos. Un partido político representa a la ciudadanía, con mayor o menor representación, pero desde el momento en el que la tiene, hay una serie de ciudadanos que lo apoyan. Por tanto, principio de legalidad para valorar cuando un partido está fuera de las líneas aceptables. Pero hay que ser muy cuidadosos y ponderar muchos aspectos, porque estamos hablando de la esencia de un sistema democrático. Una línea clara es la incitación a la violencia. En España hemos tenido experiencias de ilegalización de partidos políticos que formaban parte de estructuras terroristas.
P.- Hablemos de Afganistán. ¿Hay un peligro real de vuelta al terrorismo yihadista? Usted es una experta en esta materia y es una de las fiscales que más ha trabajado en ello, nada más y manda menos que doce años. ¿Cuál es su opinión?
R.- El pasado 2 de junio me reuní con el ex Fiscal General de Afganistán, que junto con su familia está a salvo, pero que me mostraba su preocupación por todos sus colaboradores y colaboradoras que permanecían en su país. Me expresó también su fuerza por seguir luchando por los derechos democráticos. Hace unos días, el Fiscal Jefe de la Corte Penal Internacional explicaba que se iban a reiniciar las investigaciones por las actuaciones de los talibán y de Estado Islámico en relación con crímenes contra la humanidad que pudieran haber cometido. Ahí debemos estar todos. Nos concierne, como parte de la civilización, y hay que apoyarles. Debemos ser vigilantes para salvaguardar los derechos que se pueden ya empezar a conculcar. Cada día vemos noticias tremendas de Afganistán. No vamos a entrar en el comportamiento de occidente… ya está, ya ha ocurrido. Ahora debemos dar una respuesta eficaz.
P.- Parece muy complicado.
R.- Denunciémoslo, creemos ese caso en la Fiscalía de la Corte Penal Internacional, colaboremos desde las instituciones europeas para establecer ese pasillo en la información de lo que está pasando… también a través de los medios de comunicación y de las redes sociales. Así ocurrió en el caso de Libia, donde yo trabajé en la Corte Penal Internacional. En aquel caso recibíamos en tiempo real información de lo que estaba pasando. Gracias a eso se conformó la orden de detención contra Gadafi, contra su hijo y contra el jefe de los Servicios de Inteligencia. Contribuimos a contarle al mundo la verdad, también con los medios y las redes. Esa es la línea en la que, modestamente, he querido contribuir con mi colega.
P.- ¿Le sobra testosterona a la Justicia española? Siempre que se sacan las estadísticas acerca del número de jueces, o de fiscales, sale un número enorme de mujeres, pero luego me asombro al ver las fotos de los ‘jefazos’ de la Magistratura y ver casi siempre a hombres. ¿Es la Justicia machista?
R.- No. Lo que necesitamos es un ajuste de realidad.
P.- ¿Eso en qué se traduce?
R.- Cada vez somos más las mujeres que estamos en Justicia. Un 64 por ciento de fiscales, en este momento, somos mujeres. ¿Esto tiene un reflejo en los cargos directivos? Todavía no. Es cierto que nuestra base es, mayoritariamente, femenina y conforme vamos subiendo en nuestra pirámide va desapareciendo (esa diferencia). Pero estamos intentando sentar las bases para que, cada vez, haya más mujeres que representen esa mayoría que ya somos.
P.- O sea, que la respuesta es que sí.
R.- La respuesta que le voy a dar es la siguiente; durante este tiempo que soy Fiscal General del Estado, he tenido el honor, por las circunstancias y la coyuntura, de hacer muchísimas propuestas de nombramientos discrecionales, de fiscales de primera categoría, de fiscales especialistas, fiscales jefes… y he tenido también el honor de encontrar magníficos currículums de compañeras que han dado un paso adelante para compatibilizar su vida personal y familiar. Muchas de estas mujeres están en edad de maternidad, formando sus familias, y a pesar de eso, dan ese paso adelante de asumir esa responsabilidad de una jefatura que conlleva muchísimo tiempo. Yo las llamo ‘jefaturas vivero’, del escalón más bajito, fiscales Jefes de Área, después pasamos a los fiscales provinciales, después a las Fiscalías Superiores y después ya pasamos a las especialidades. Pero ahí estamos. ¡Me siento muy orgullosa, lo primero de que tengamos muchas aspirantes!
P.- ¿De qué se siente más orgullosa de su paso por el Ministerio de Justicia?
R.- De todo. Del servicio público. Tuve un magnífico equipo, aunque parezca un tópico, de hombres y mujeres que durante el año y ocho o nueve meses que estuve al frente del Ministerio lo dieron todo con mucha ilusión. Trabajamos montándonos en un tren que estaba en marcha, que tenía una determinada dirección, tuvimos que hacer unas prioridades, trabajamos sin límite de tiempo y con muchas ganas en proyectos legislativos: el diálogo con los operadores jurídicos, en modernizar las Instituciones, en la Dirección General de Memoria Histórica… dejamos sentada, por ejemplo, la Ley para Personas con Discapacidad, el Registro Público, sobre delitos contra la Libertad Sexual, mediación… son tantas cosas. No olvido la Reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial, para que fuera un régimen menos presidencialista, tampoco olvido la formación acerca de lo que estábamos hablando, de jueces y fiscales, y los temas de oposición en el caso de la Fiscalía, la especialización de los juzgados, el Valle de los Caídos, en fin. ¡Fueron tantas cosas en tan poco tiempo y solo fueron posibles por un magnífico equipo de hombres y mujeres que creyeron en mí y en el proyecto!
P.- Fue tremendamente criticado y denunciado su paso inmediato del Ministerio a la Fiscalía. ¿Por qué? ¿Cómo vivió esas críticas y denuncias?
R.- No le puedo decir por qué ha sido denunciado y la crítica la puedo contrarrestar desde otros espacios, pero el único espacio del que voy a hablar es el del servicio público. Yo soy fiscal desde hace más de 32 años. Mi primer destino fue Cataluña, con una realidad muy compleja, a finales de los años 80 y principios de los 90, donde campeaban la droga, el SIDA como consecuencia de aquella droga, de la heroína… vivimos un momento muy convulso, se suspendían muchos juicios, existían aquellos grandes supermercados, espacios donde se vendía la droga. A mí aquello me marcó. Mi primer destino fue El Prat de Llobregat. Puede parecer un pequeño destino en un pueblo perdido de Cataluña, pero allí estaba el aeropuerto y por allí entraba mucha droga y tuve que hacer muchos sumarios y vérmelas con organizaciones criminales. Era una niña, casi una mocosa, que intentaba investigar, con aquella mentalidad de que yo era periodista y tenía que investigar y encontrar. Levantábamos muchos cadáveres con sobredosis, los viernes por la noche. Recuerdo todavía una niña de dieciséis años que murió con una sobredosis con una jeringuilla clavada en la mano. Todas las noches de los viernes nos las pasábamos en El Prat. ¡Esa era la vocación de servicio público!
P.- Usted va a ser fiscal toda la vida, sospecho, ¡aunque yo iba a preguntarle que querría ser de mayor!
R.- Soy fiscal porque ya desde el principio me dije que siempre tendría esa mentalidad de que había que ir a por los que están arriba, de que había que ir a por los que repartían la heroína adulterada, a por los que se lucraban.
P.- Hablando de los de arriba, la Fiscalía puso en el banquillo a Iñaki Urdangarín y yo diría que, viendo ese caso, tuvimos un ejemplo de que la Justicia es igual para todos. ¿Qué opina de la situación del Rey Emérito? ¿Le veremos en el banquillo?
R.- Es una causa que se lleva en esta casa, en la Fiscalía. Es un trabajo que estamos haciendo de forma muy rigurosa. La seña del Ministerio Fiscal es que trabaja en equipo. Esto es una garantía de trabajo objetivo, riguroso y profesional. Eso es muy importante. Quién no conozca con qué criterios nos movemos puede hablar de manipulación. Usted me preguntaba acerca de cómo se puede pasar de ser ministra a ser fiscal, pues porque soy fiscal de carrera, con 32 años a mis espaldas, primero en El Prat, después como Fiscal Antidroga, en la Audiencia Nacional, contra el terrorismo yihadista, la Corte Penal Internacional y en crímenes contra la humanidad. La Fiscalía funciona en equipo y con criterios y parámetros profesionales. Cualquier resolución que se tome lo será desde espacios técnico-profesionales impecables. El 70 por ciento de los informes del Ministerio Fiscal son avalados por los jueces. Tenemos una credibilidad absoluta en cuanto a nuestro trabajo. Mi intención es ser aún mucho más potente, utilizando el trabajo de los fiscales, trabajando transversalmente y haciendo que un informe en el Tribunal Supremo, con esa calidad que tenemos, lo sea igual en el último de los juzgados de España. Vuelvo a su pregunta acerca de cómo se puede pasar de ministra a Fiscal General del Estado. Por el servicio público. Esa es mi correa de transmisión. Somos servidores públicos. Cuando hablamos de puertas giratorias, oiga, la puerta da vueltas… ¿pero de lo público a lo público? ¿Del interés general al interés general desde distintos espacios? Si hablamos del interés particular, eso ya es otra cosa. Pero estamos hablando de servir a la ciudadanía desde diferentes espacios. El político debe tener un sentido de servicio público. Se lo digo yo, que he sufrido persecuciones políticas. Es muy duro ser político. Hay que aprender a ser político y hay que darlo todo por la ciudadanía. Pero un juez tiene que hacer lo mismo. Y un fiscal tiene que hacer lo mismo.
P.- Usted sabe que yo trabajo entrenando políticos, empresarios y directivos, pero le voy a decir una cosa para terminar. Yo soy abogado, mi formación es también jurídica, y tengo la sensación de que muchas veces, tanto jueces como fiscales, se llevan una cantidad de bofetadas por parte de los políticos y se conoce tan poco su trabajo que me parece injusto que la Justicia sea utilizada como arma para hacer oposición o para otra cosa.
R.- Acaba de decir algo fundamental. La no utilización de las instituciones de forma partidista. Las instituciones necesitan que la ciudadanía confíe en ellas porque eso es lo que nos da la fuerza como país y como sociedad. Tiene usted toda la razón. Por eso es importante que, a través de los medios de comunicación, de entrevistas como esta, podamos divulgar algo que es importante: qué es la Fiscalía española y qué somos los fiscales que aparte de tener esa labor de persecución penal, ejercemos una labor tuitiva, de protección a la sociedad, porque así nos lo dice la Constitución de 1978. Me da igual la crítica política porque mi horizonte ha sido el servicio público. Lo he hecho siendo fiscal de trinchera, lo he hecho siendo fiscal investigadora, siendo fiscal de protección de Derechos Humanos, lo he hecho siendo fiscal Antiterrorista, Antidroga, lo he sido siendo ministra de Justicia y ahora como Fiscal General del Estado, que es un enorme orgullo el poder estar aquí. ¿Sabe lo que me queda? Lo tengo que decir con una especial sensibilidad. Siempre he protegido a las víctimas. A las que ya lo eran y a las futuras. Siendo Fiscal Coordinadora Antiyihadista, que lo he sido durante doce años, trabajando sin descanso con las FSE, día y noche, hemos salvado vidas. Hemos trabajado por la seguridad. Con la gran satisfacción, anónima, de que hemos evitado atentados terroristas. No hay mayor satisfacción en la prestación de ese servicio público que haber salvado vidas.
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